El Giro

El especialista en ciclismo de El País, Carlos Arribas, recordaba la canción Gorizia en su crónica de ayer de la etapa 15 del Giro de Italia.

Es una canción anarquista y pacifista: “Gorizia, estás maldita”. Y cómo no iba a estarlo si entre el 5 y el 10 de agosto de 1916 ahí murieron, en una batalla que pocos recuerdan, algo así como noventa mil soldados, cincuenta mil italianos y cuarenta mil austriacos.

Sabina Longhitano, en una revista de la UNAM, calificó a Gorizia como “una de las canciones antimilitaristas más elocuentes y significativas de todos los tiempos”.

TUDN

Ayer hubo fiesta en la otrora ciudad maldita cuando llegó a la meta Victor Campenaerts, ciclista de Bélgica.

Seguí parte de la carrera en un canal deportivo de Televisa, TUDN. No recuerdo si la maldición de Gorizia la mencionaron en la transmisión los comentaristas — Iñaki Álvarez y Luis Martínez Vento—, que este año lo han hecho muy bien; ignoro si ellos estaban en tal posición durante el Giro del 2020, pero si la memoria no me falla, en el anterior Giro no me agradaba lo que hacían los locutores de TUDN. El caso es que ahora los conductores del evento realizan muy buen trabajo, sobre todo cuando dan a conocer datos históricos o turísticos de los lugares por los que pasa la extraordinaria competencia de tres semanas de duración.

¿Mencionaron Álvarez y Martínez Vento que Gorizia fue en algún momento una ciudad maldita, sobre todo para las personas conscientes de la inutilidad y el salvajismo de la guerra? Creo que no.

Dice la citada canción anarquista: “Oh Gorizia, estás maldita/ Por cada alma que tiene conciencia./ Dolorosa nos fue la partida./ Y para muchos no hubo regreso”.

Hay en Gorizia un reproche a los jefes de la estrategia bélica que mandaron a tantos jóvenes al sacrificio inútil: “Oh, cobardes, ustedes que se quedan/ con sus esposas en camas calientes./ Escarnecedores de nosotros, carne humana”.

Lo que sí describieron los conductores del Giro de Italia en Televisa fue la felicidad de la gente que, a pesar de la fuerte lluvia, salió a la calle a recibir a los ciclistas, quienes sufrieron de más antes de llegar a la meta en una ciudad a la que no le molesta ser mitad italiana y mitad eslovena.

La lección es que se puede vivir en paz, es decir, que no tiene sentido la guerra.

La maldición mexicana

Quizá sea exagerado decir que México ha sido un país maldito desde que Felipe Calderón lanzó a las fuerzas armadas a combatir, a tontas y a locas, a las mafias del narcotráfico. Pero el hecho es que, desde 2007, cada año sumamos enormes cantidades de muertos. Y la barbarie no para.

Nadie ha ganado, todos hemos perdido. Lo peor, la guerra absurda tiene como uno de sus campos de batalla las elecciones de este 2021. Ya han perdido la vida demasiados políticos y candidatos y las cosas podrían agravarse.

Lo más lamentable es que, durante las actuales campañas electorales, quienes deberían dar ejemplo de civilidad —me refiero a los gobernantes, los dirigentes partidistas, los líderes de opinión y los candidatos más importantes—, han fallado porque, simple y sencillamente, no se han comportado con total decencia.

No recuerdo una proceso electoral en el que haya habido más expresiones de odio. Nadie acepta la posibilidad de la derrota y esto es algo que espanta, ya que lleva a todos los participantes a buscar la victoria a cualquier costo.

Se nos olvida que un triunfo electoral haga sido como haiga sido, el de Calderón, fue el origen de la violencia que, si no la paramos pronto, hará de México una nación maldita.

Ganar o perder

Buscando en YouTube la canción Gorizia, salió por ahí un video de El hombre de la Mancha. Lo abrí y lo disfruté. Dulcinea se burla de Don Quijote cuando este le habla de su lucha a favor de los valores más elevados: “Usted, señor Don Quijote, va a llevarse una buena paliza”. El caballero responde con extraordinario humanismo: “El que gane o pierda no importa”.

Al mejor Andrés Manuel López Obrador que he conocido le importaba menos llegar a la presidencia de México que pasar a la historia como un dirigente social que supo actuar con integridad.

Nada sería más positivo para nuestro país que un cambio de actitud de AMLO en los últimos días de las campañas electorales. Se le ha visto demasiado interesado en que sus rivales políticos no ganen la Cámara de Diputados y las gubernaturas más relevantes, y ello es algo que ya no debe ser.

Andrés Manuel no ha violado ninguna ley al expresar su convicción de que la derecha quiere el control de la llamada cámara baja para manejar a su antojo el presupuesto, lo que podría traducirse en menos recursos para los programas sociales dirigidos a ayudar a decenas de millones de personas pobres.

Es una posición correcta —y desde luego justa— desear que nadie toque el dinero para combatir la pobreza, pero la insistencia en ella representa un problema: tanto sus partidarios como sus adversarios la ven como un llamado a la guerra. Y de guerra estamos hasta la madre.

Es admirable que Andrés Manuel luche por lo que considere justo, pero, como a Don Quijote, no debería importarle tanto el que gane o pierda. Como presidente de México su prioridad debe ser, y sin duda lo es —pero ya urge que la manifieste con mucha mayor claridad— que las elecciones sean limpias, transparentes, pacíficas y que todos respetemos el resultado de las urnas, cualquiera que fuere.

¿Y si la oposición controla el presupuesto? Pues que lo controle, y a buscar cambiar las cosas en las elecciones de 2024. No hay de otra en la democracia.