¿Sabían ustedes que el INEGI pregunta en las encuestas únicamente a las mujeres cuántos hijos han parido y nunca a los hombres cuántos han engendrado?

Las grandes ausencias de hombres en los hogares mexicanos que se justificaban con su rol de proveedores se suma a las otras ausencias: las económicas, emocionales, educacionales y morales. Para el INEGI, un jefe o jefa de familia es aquel principal proveedor económico de un hogar.

Para 2020, según las Proyecciones de la Población de México y de las Entidades Federativas, en el país hay 127.8 millones de personas residentes, de las cuales:

√ 20.6% son niños y niñas menores de 12 años

√ 30.7% son jóvenes de 12 a 29 años

√ 37.4% son adultas de 30 a 59 años

√ 11.3 5% son personas de 60 años y más.

Ellos forman 34 millones 744 mil 818 hogares, de los cuales, 28.7% son encabezados por mujeres y 71.3% por hombres.

Significa que desde 2000 hasta 2020, han aumentado el número de mujeres que se hace cargo de un hogar del 21% al 33%.

Pero eso no es todo. Los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2018 (ENIGH) arrojaron en 2008 que había 24.7 hogares liderados económicamente por mujeres en 2008, y 28.5% en 2018.

La presencia de las mujeres en las actividades económicas se nota: la tasa de crecimiento de mujeres jefas de familia es de 12%; mientras que los hogares con hombres jefe de familia crecieron solo 4.4%, en el mismo periodo.

Pero si las mujeres aumentan la actividad productiva ¿Por qué los hombres no aumentan las actividades de cuidado?

A pesar de que la pandemia dejó un saldo de menos mujeres dentro de espacios laborales, las mujeres que trabajan han ampliado sus actividades hasta ser madres, principales proveedoras, con mayor tendencia a la unión libre y menor tiempo para otras actividades.

La paternidad se ha desasociado tanto de los hijos que un domingo de junio ofrece con normalidad que haya festejo en una casa para la misma persona por la que en otra, se conmemora la ausencia. En fertilidad, las cifras también son interesantes. Las mujeres cada vez tienen menos hijos, reducido hasta 2 o 1 en las mujeres menores de 35 años, mientras que los hombres mantienen un promedio de 3 o 4 para la misma edad.

Si es que los hombres continúan teniendo más de dos hijos...

¿Por qué no ha incrementado su labor de cuidados?

¿Por qué la paternidad no es tema de una entrevista de trabajo?

¿Por qué sigue siendo normal que las empresas escondan a sus varones trabajadores para no pagar pensión alimenticia?

¿Por qué seguimos creando adjetivos como “luchona”, “neni” sin cuestionar a los ausentes?

Entre ausencias las hay emocionales, tan normalizadas como tristes.

Aquellos hombres incapaces de entablar una relación cariñosa con sus hijas e hijos, caracterizados por estar presentes para regañar pero nunca para consolar. Aquellos mutilados emocionalmente que no saben expresar el amor más que con alcohol de por medio.

Después están los otros ausentes.

Los que van por el mundo derrochando mieles y haciendo hijos. Esos cuyo cariño tiene fecha de caducidad y el amor se recuerda hasta los primeros años de primaria entre las infancias que de pronto, dejaron de mirar con tanta frecuencia a su progenitor y hasta se enteraron de que ya tenían hermanitos.

Están los ausentes económicos, que engendran pero no mantienen.

Los ausentes de moral que embarazaron a mujeres con brechas de edad hasta de 20 años y los ausentes de sentido común, que dejaron de entender que se aprende más del ejemplo que de los objetos.

Hay tres cosas que tendrían que estarse midiendo:

¿Cuántos hombres reconocen ser deudores alimentarios sin juicio de por medio?

¿Cuántos hombres hay con hijos procreados con más de una mujer?

¿Cuántos hombres han hecho de las labores de cuidado su principal ocupación?

Y no es una guía de la felicitación. Es un llamado necesario para entender las deudas en las paternidades del país.