No se combate una injusticia cometiendo otra. Si es una arbitrariedad —y no tengo duda acerca de que lo es— el ataque desde la FGR contra 31 científicos mexicanos, tal acto de despotismo no se va a remediar linchando en redes sociales a una jovencita brillante que ha merecido, desde 2016, una beca del Conacyt.

Subrayo el año: 2016, bastante tiempo antes de que la 4T llegara a la presidencia de México, cuando la anterior administración pública federal, encabezada por Enrique Peña Nieto, espiaba a la madre de la estudiante, Claudia Sheinbaum, tal como lo dijo la actual jefa del gobierno de la capital de nuestro país.

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La hija de Sheinbaum no tiene un cargo público, entonces, debería dejársele en paz. No es ético presentar la enorme cantidad de insultos y calumnias que ella ha recibido en Twitter —también en otras redes sociales— como una defensa de los científicos tan arbitrariamente perseguidos por el fiscal Gertz Manero.

¿Qué culpa tiene una estudiante destacada de lo que haga o deje de hacer el titular de la FGR? Ni siquiera puede responsabilizarse a su madre, funcionaria de primer nivel, de los excesos de la fiscalía o del propio Conacyt. La doctora Sheinbaum no tiene vela en ese entierro: no es un tema de su gobierno. Lo más que podría hacer, y ya lo hizo, era declarar, como científica que ella misma es, que hay un evidente exceso en el hecho de acusar de delincuencia organizada a 31 personas relacionadas con la ciencia y la tecnología.

Pero, está bien, que Sheinbaum se aguante si se le cuestiona por ese o por cualquier otro asunto relacionado con la 4T: es el precio que deben pagar las personas que más cerca han estado del ahora presidente López Obrador, sobre todo durante los años de la dura lucha política en la oposición.

De acuerdo, pasa —así sea demasiado pasar— culpar a Sheinbaum de un abuso innegable cometido por el fiscal propuesto por el gobierno federal que ella ayudó, como nadie, a construir. En este sentido, podría entenderse que en la cultura sospechosista mexicana no se le crea, a la jefa de gobierno, que verdaderamente se ha deslindado del atropello que pretende cometer el fiscal Gertz Manero en perjuicio de gente de la comunidad científica.

Todo es comprensible y tolerable en el marco de la disputa política, pero ¿linchar en redes sociales a una doctora en filosofía solo porque, desde el sexenio de EPN, pidió en el Conacyt, y la obtuvo, una beca para sus estudios de posgrado? Esto es, de plano, una gigantesca inmoralidad.

Y no, no se vale golpear a la hija de Sheinbaum solo porque hizo algo que más mexicanos y mexicanas deberían tener la oportunidad de hacer y que —muy su forma de pensar— a veces pareciera no ser del agrado del presidente López Obrador: estudiar en el extranjero.

¿Qué culpa tiene la filósofa de la familia Sheinbaum de que al líder de la izquierda mexicana no se le antoje viajar, ni para incrementar su sabiduría ni para ninguna otra cosa? El criticable por esta actitud, que desde luego no me parece adecuada, debe ser Andrés Manuel, no una joven que con toda legalidad y legitimidad fue apoyada por el Conacyt para doctorarse en Estados Unidos, nación con enormes vicios, pero también un paradigma en no pocas áreas del conocimiento.