Destapadas

Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México. Activista de izquierda desde su juventud, destaca por su formación científica; estudió la licenciatura en física, una maestría en ingeniería energética y un doctorado en ingeniería ambiental. Ella ha estado al lado de Andrés Manuel López Obrador desde hace más de 20 años. Toda su biografía política tiene que ver con el movimiento del hoy presidente de la nación. No solo su solidez ideológica y su trayectoria ciento por ciento lopezobradorista la han convertida en la favorita de quienes opinan acerca de la sucesión presidencial. Se le ha considerado líder en la carrera por el 2024 debido, también —y quizá sobre todo— a que ha sabido, desde la jefatura de gobierno, convencer a las clases medias; lo consiguió especialmente por no quitarse el cubrebocas durante los meses duros de la pandemia, a pesar de que AMLO no se lo puso.

Tatiana Clouthier, secretaria de Economía. Su formación ideológica no es de izquierda, sino orientada a la libre empresa, pero con un límite claro: la responsabilidad social. Por influencia de su padre, Manuel Maquío Clouthier, simpatizó con el PAN, pero su activismo democrático la alejó del partido conservador. Con el empresario Alfonso Romo fue fundamental en 2018 para acercar a AMLO a las clases medias, que en la actualidad rechazan abiertamente a la 4T. A pesar de su ideología empresarial, es aceptada por los círculos más puramente de izquierda de la 4T. Su principal ventaja en la carrera por la candidatura presidencial de Morena es precisamente su perfil no totalmente de izquierda, que la llevaría a ser bien vista por las hoy indignadas clases medias aspiracionistas (López Obrador dixit)

Desahuciados

Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores. Aunque ha colaborado con AMLO en las últimas dos décadas, lo ha hecho por pragmatismo y no por su cultura de izquierda, que no la tiene; si acaso, lo suyo es el nacionalismo revolucionario, al que nunca se le ha complicado pactar con el neoliberalismo cuando las circunstancias lo exigen. Creció como político en la presidencia priista de Carlos Salinas. Por excesivamente pragmático no es del todo aceptado entre los grupos de Morena con mejor formación izquierdista. Esto ya le complicaba ser candidato presidencial de un partido que no desea renunciar al izquierdismo, pero no era un obstáculo insalvable. A Ebrard lo ha puesto fuera de la jugada la tragedia de la Línea 12 del metro que él, por la necesidad de inaugurarlo antes de dejar la jefatura de gobierno de la CDMX, obligó a que se construyera apresuradamente, lo que ha hecho que esa obra haya permanecido inservible durante años y que, recientemente, haya provocado la muerte de 26 personas.

Ricardo Monreal, líder del Senado. Tampoco es un hombre de izquierda. Lo suyo es también el nacionalismo revolucionario en el que lo educó el priismo. El presidente López Obrador no lo mencionó en su última lista de presidenciables, seguramente porque no ve a Monreal como su sucesor. Si lo menciona para corregir la falta de cortesía, se verá inclusive peor. Es fuerte en la 4T, pero no por contar con todo el aprecio de AMLO, sino por sus habilidades políticas adquiridas durante su paso por el PRI. Se trata del clásico mal necesario, que no llegará a la candidatura presidencial; al menos no por Morena.

Destapados

Para la mayor desventura política del canciller Ebrard, el presidente López Obrador lo ha puesto a competir con dos hombres que, en teoría, son sus subordinados en la Secretaría de Relaciones Exteriores: Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma, embajadores de México en la ONU y en Estados Unidos, respectivamente. De la Fuente y Moctezuma son dos de los funcionarios más experimentados de la 4T; ambos colaboraron en el gabinete del presidente Ernesto Zedillo y, en distintos momentos, los dos han sido considerados precandidatos presidenciales. No son hombres propiamente de izquierda, sino educados en la lógica del priismo, pero ambos son políticos mayores que moverían a Morena hacia el centro, que es donde están los votos que pueden hacer la diferencia para derrotar a una oposición que llegará al 2024 unida y con el espíritu fortalecido porque no le fue tan mal en 2021.

El (todavía) tapado

No lo ha incluido Andrés Manuel entre los aspirantes presidenciales de Morena, pero le tiene un profundo respeto por su capacidad y preparación al joven Zoé Robledo, director del IMSS. Tampoco es un hombre de izquierda —se graduó en la universidad más odiada por la 4T, el ITAM—, pero de ninguna manera es un neoliberal. Es otro funcionario que podría llevar a Morena al centro, esto es, a las clases medias que en 2018 le dieron al actual presidente de México unos 20 puntos extra, los que no tuvo como candidato mucho más de izquierda en 2006 y en 2012. En su primera elección presidencial, AMLO logró el 36% de la votación; en la segunda, el 32%; en la más reciente, gracias a que conquistó a los aspiracionistas, ganó con el 52%. Robledo no llegaría a tanto, pero ayudaría a Morena por su personalidad no de expriista, pero tampoco excesivamente de izquierda.