El Diccionario de la lengua española define “clasismo” como la actitud o tendencia de quien defiende las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo.

El diccionario de español de Google, proporcionado por Oxford Languages, dice que el clasismo es la “tendencia o actitud discriminatoria de una clase social respecto a otras que se consideran inferiores”.

El sitio de internet del Museo de Memoria y Tolerancia afirma que, “en México, el racismo está muy ligado al clasismo, que es el trato diferenciado en función del nivel socioeconómico de las personas”.

La prensa mexicana ha sido muy clasista en un tema relacionado con las personas que han apoyado a AMLO, durante años, en sus giras por cada punto del territorio nacional.

El presidente López Obrador, quien tiene facultades constitucionales para ello, ha decidido promover para ocupar ciertos cargos en la administración pública a algunos y algunas de sus ayudantes, personas, por cierto, sin impedimentos legales para trabajar en el gobierno federal.

Por alguna razón, bastante clasista desde luego, la palabra ayudante se usa de manera peyorativa en la prensa que se ha ocupado del tema. Enseguida algunos ejemplos:

“Pasan de ayudantes de AMLO a tener superpuestos”: El Universal.

“Favoritos de AMLO: de ayudantes a funcionarios con salarios de 100,000 pesos”: Expansión.

“De ayudantes de AMLO a funcionarios federales”: Reforma.

“De cargar maletas a otorgar contratos, el perfil de los ayudantes de AMLO que ascienden en la administración federal”: El mañanero diario.

“Dan súper puesto en Pemex a ayudante de AMLO”: AM.

“Integrante de la ayudantía de AMLO ahora es el nuevo titular de Conapesca”: Animal Político.

“Una decena de ayudantes de AMLO han conseguido puestos directivos y el respectivo aumento salarial”: El Noroeste.

“Senadores dan ‘visto bueno’ a ayudante de AMLO para cargo en sector energético”: Milenio.

Afortunadamente, ha nadie se le ha ocurrido —al menos no en los titulares de las notas— llamar a los ayudantes de AMLO achichincles, chalanes o canchanchanes. Un momento, carajo, el sitio de internet de Ricardo Alemán sí lo ha hecho: “De chalanes de AMLO a puestos altos en el gobierno”.

Y, ni hablar, siempre hay alguien peor. En Milenio, Carlos Marín, a los ayudantes de AMLO los llama “exguardaespaldas, exmensajeros y ex mil usos”.

Tiene razón Jorge Gómez Naredo: tales notas muestran “el clasismo y discriminación que se ejerce en los medios de comunicación”:

No entiendo el uso peyorativo de la expresión ayudante. Todos somos ayudantes de alguien. En el caso de un dirigente como Andrés Manuel, quien ha crecido desde abajo —pueblo por pueblo, barrio por barrio— quienes le apoyan en su tarea fundamental, que es la de convivir con todas las personas en cada rincón del país, por apartado o marginado que se encuentre, sus colaboradores más cercanos, independientemente de su preparación académica, han tenido que aceptar la modesta responsabilidad de apoyar en los recorridos apartando a la gente para que nadie se lastime en los mítines, recibiendo regalos o cartas de los simpatizantes, entregando al hoy presidente lo que necesite para ser eficaz en la compleja tarea de ir de un poblado a otro sin mayores retrasos.

Esa, la de los y las ayudantes de Andrés Manuel, ha sido una ocupación política fundamental en la construcción de un gobierno de izquierda que nació en las comunidades que no conocemos los periodistas. Tales personas, entonces, deben estar entre las más preparadas para entender lo que, ya en el gobierno, pretende realizar el dirigente con el que tanto han convivido y tan estrechamente conocen.

Descalificarles por ayudantes es una terrible manifestación del clasismo que ha enfermado a la sociedad mexicana.