Las infiltraciones del grupo Guacamaya en la información y correos electrónicos de las Fuerzas Armadas mexicanas han puesto nuevamente en evidencia lo que todos conocíamos de antemano: el Ejército mexicano ha sido el autor de numerosas violaciones de derechos humanos, y según ha revelado la nueva información, de abusos sexuales en sus filas.
Estos correos electrónicos fueron dados a conocer por El País. Viridiana Ríos, en este mismo diario, escribió una columna intitulada “El comandante cada vez menos supremo de las Fuerzas Armadas” en donde expone cómo el presidente AMLO, sin el menor miramiento hacia lo que representa el Ejército en términos de su independencia de facto del mando civil, ha decidido ceder parte del poder presidencial a unos generales que por su naturaleza quedan exentos de la rendición de cuentas y que en la práctica “se mandan solos”.
¿Cómo reformar a las Fuerzas Armadas para que éstas, en vez de ser una organización que provoca temor entre la población y animadversión entre los intelectuales, devengan en un organismo que genuinamente sirva a la población mexicana y se dedique a velar por la seguridad exterior del país?
Pregunta compleja. Sin embargo, me aventuro a sugerir algunos puntos. Primero, el presidente de México y los altos mandos del Ejército deben devolver a los militares sus funciones naturales, es decir, sacarlos de las calles, con el propósito de que no pongan en práctica en el ámbito civil para lo que han sido entrenados. Como ha sido señalado por numerosos analistas, los soldados no están capacitados para lidiar con delincuentes.
Segundo, las Fuerzas Armadas exigen un verdadero liderazgo. Pero no un líder en Palacio Nacional ni en el Congreso mexicano, sino mexicanos verdaderamente comprometidos con el servicio a México que sean capaces de inspirar valores institucionales y amor a la patria. El país necesita oficiales de valor que, imbuidos de sentimiento de servicio, guíen al resto de los soldados en prácticas que devuelvan a las Fuerzas el prestigio de antaño.
Como bien señala Viridiana Ríos, el presidente AMLO y el poder civil, en su intento de fortalecer a las Fuerzas Armadas, se han separado del mando del ejército y los ha convertido en una fuerza independiente, tanto en ámbito de comandancia como en el ejercicio de un liderazgo moral.
En suma, el Ejército mexicano necesita una reforma integral (pero no desde la ley, pues esta poco contribuiría a sanar las heridas dejadas por las prácticas nefastas del pasado) que devuelva a los soldados la valentía y el coraje para servir a México. Los mexicanos necesitamos volver a sentirnos orgullosos de nuestros soldados.