“¡Es la economía, estúpido!”, fue la frase utilizada en aquel lejano 1992 por James Carville, uno de los estrategas de campaña de Bill Clinton en la disputa electoral que lo hizo derrotar al presidente George H.W. Bush.

Parafraseando aquella legendaria frase a la difícil situación actual de los Estados Unidos de “América”, los votantes estadounidenses bien podrían decirle a la administración de Joe Biden: “¡Es la inflación, estúpido!”.

El galopante aumento de los precios es, de acuerdo a cifras “oficiales”, con fuertes acusaciones de estar siendo maquilladas por el régimen de Biden, del 8.6%. Un punto porcentual más alta que la de México, la inflación más alta en más de 40 años.

Los aumentos en los precios se han reflejado en la comida, energía, bienes raíces y los combustibles derivados del petróleo. Este último ha presentado un aumento del 106.7% con respecto al año pasado, de acuerdo al portal experto en economía CNBC.

Por este motivo, los consumidores estadounidenses y el resto del mundo- han visto algo inusitado: el galón de gasolina ha llegado a costar hasta 9.60 dólares en la ciudad de Mendocino, en el norte de California. ¡50 dólares el litro! Cifras escalofriantes que podrían seguir aumentando en los próximos meses y que impactan por obvias razones los precios de los alimentos y otros productos.

Mientras que el prestigio de los Estados Unidos sigue disolviéndose y la “Cumbre de las Américas”, con la participación del fascistoide Jair Bolsonaro y España degenera en una farsa, las cifras de la pobreza y el sufrimiento en territorio estadounidense se acumulan: 553 mil personas sin hogar, 37 millones viviendo en la pobreza, más de un millón de muertos por Covid-19, millones con secuelas por la enfermedad, 42 millones de personas viven en la inseguridad alimentaria, 12 millones son niños.

Mientras que la inepta neoliberal Janet Yellen, Secretaria del Tesoro, admite que estuvo “en lo incorrecto” respecto al rumbo que tomará la inflación en su país -según ella, se trataba de algo “temporal”-, ni ella, ni Biden, ni nadie de su gabinete se decide a abandonar el dogmatismo del fracasado “libre mercado” para tomar medidas probadas por presidentes como Roosevelt o hasta el propio Richard Nixon para detener la inflación: control de precios o racionamiento.

El próximo noviembre, cuando un tsunami de neofascismo encarnado en un Partido Republicano, cuyos objetivos ahora son quitarle derechos reproductivos a las mujeres y oprimir personas trans, arrase con los Demócratas, el mensaje de los votantes será claro: !Es la inflación, estúpido!