Este gobierno ha llevado al país a una radicalización de derecha. Un populismo derechizado que desde que llegó al poder ha buscado destruir a la izquierda y a la sociedad civil plural, que desprecia los derechos y las políticas progresistas y que, como saldo, ha ido dejando una terrible polarización que cada vez nos acerca más a la confrontación.

Este fenómeno bien podría ser descrito por la teoría de la “Herradura” del politólogo francés Jean-Pierre Faye, donde la extrema derecha se junta con la extrema izquierda, se eliminan los sistemas multidimensionales y se caracteriza por el elemento autoritario o más precisamente totalitario.

Radicalismo

La idea de AMLO siempre ha sido la radicalización, o estás conmigo o estás en mi contra, no entiende de pluralidad ni diversidad. No ha sido capaz de comprender que quien gobierna un país democrático lo debe hacer para todos, no sólo para quienes estén con él.

Desde su pensamiento totalitario, como lo demuestra en sus declaraciones, siempre cuestiona a la izquierda o a la derecha moderada.

En su discurso del primero de diciembre del año pasado dijo: ”La recomendación de todos los publicistas era ‘hay que correrse al centro, o sea, si estabas en la izquierda, si eras de izquierda, hay que correrse al centro para buscar quedar bien con todos. Se llegó a decir ‘la política es como el violín, el caso de las campañas se agarra con la izquierda, pero se toca con la derecha’, o sea, ‘mientes, prometes y ya cuando llegas al gobierno ya es la derecha, ya todo lo que planteaste ya no lo aplicas’. Ese es el corrimiento al centro: el zigzagueo, la pérdida de la autenticidad. Entonces, nos desdibujamos”.

En sus declaraciones AMLO acostumbra a sumar ingredientes perniciosos y peligrosos. Desde su visión conservadora radical evangelista y su falta de respeto al resto de las creencias religiosas, busca provocar a las ultraderechas católicas y judías pretendiendo hacer de la política una nueva “Guerra Santa”.

Cuando, a partir de sus complejos y su mediocridad, alimenta la idea de que somos un pueblo racista, nos está llevando a un extremo altamente peligroso. No hay mañanera en la que no descalifique a sus opositores, a quienes opinen diferente o no estén de acuerdo con sus iniciativas, con palabras como “racistas”, “clasistas”, “fifis”, “los de las Lomas”, “traidores”, “corruptos”, “conservadores”, “traidores a la patria” y un largo etcétera.

Su política social se ha enfocado en destruir las instituciones que atendían a la población de escasos recursos para sustituirlas por una política de dadivas. No permite el debate legislativo, la orden es que a sus iniciativas no se les mueva “ni una coma” y, para justificar su radicalismo y mesianismo, ha llegado al extremo de comparar a la población pobre con “animalitos”: “La justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre. Esa es la función del gobierno…hasta los animalitos -que tienen sentimientos, ya está demostrado- ni modo que se le diga a una mascota: ‘A ver, vete a buscar tu alimento’. Se les tiene que dar su alimento, sí, pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo, paternalismo”.

El extremismo

Aquí el tema es la radicalización de Andrés, el anclaje a sus ideas, que no ideales, lo mantiene en un extremo altamente conservador, el de la ultraderecha populista.

Los líderes extremistas se escudan en la fuerza que les ofrece el mando de las Fuerzas Armadas. Odian la pluralidad, desde su posición, estos personajes alientan el conflicto y la radicalización como armas para someter desde el poder a quienes piensen diferente o a quienes se oponen.

Hoy más que nunca, la alternativa democrática, está en correrse al centro, que la izquierda mexicana resurja de donde AMLO la encapsuló.

No olvidemos que en México los grandes cambios democráticos fueron promovidos por la izquierda y la derecha moderada.

En momentos como el que México atraviesa, el debate se centra en el anclaje radical que propone AMLO o en la defensa de la democracia y la pluralidad. Dos elementos esenciales para evitar el radicalismo totalitario, la polarización y la confrontación.

Lo primero para defender la democracia es mantener al sistema que la garantiza todo momento, por eso la importancia de la gran marcha por el INE del próximo domingo.

Segundo, el mantener la pluralidad nos brinda la oportunidad de reencontrarnos en la geometría política el centro, como sitio donde converjan todas las corrientes de pensamientos e ideales y las diversas formas de gobierno legal y justo.

Si no luchamos por el centro ideológico, tendremos la derecha facho populista de Andrés contra la ultra derecha conservadora y radical.

Twitter: @diaz_manuel