En los pasados tres debates presidenciales las candidatas y el candidato NO han tenido ningún acuerdo ni puntos en común. Bueno, son tan marcadas sus diferencias que ni siquiera posan para una fotografía juntos al final de los debates. Ese nivel de polarización y disenso entre todos los aspirantes a la presidencia nunca lo habíamos visto.

En lo único que los tres aspirantes a la presidencia coincidieron, el pasado domingo, y subrayo lo UNICO, es en reformar el Poder Judicial Federal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Esa coincidencia única debe de ser, me parece, de gran preocupación para todos los integrantes del Poder Judicial Federal (PJF). Me explico.

Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, 2018, se buscó reformar al PJF. Le llegada del ministro Arturo Zaldívar a la presidencia de la Corte y un amplio cabildeo con el Ejecutivo – una parte de este siendo ahora controversial y bajo investigación- frenó los ánimos del Ejecutivo y del Legislativo para reformar al PJF. De hecho, la reforma que se hizo (2021) fue elaborada desde el interior del PJF y no sufrieron sus integrantes afectaciones en su presupuesto y salarios.

Con la llegada de la ministra Norma Piña, como presidenta de la Corte, se rompió la relación con el Ejecutivo Federal y sus legisladores. Con ello, empezó un periodo de choque institucional. Se le dejó al PJF de invitar a eventos cívicos, pero lo más delicado fue que le quitaron al PJF, en un proceso legislativo realizado sólo por Morena y aliados, millonarios recursos alojados en varios fideicomisos le suspendieron las franquicias postales y telegráficas, que les daba la posibilidad de enviar correspondencia y telegramas sin pago alguno.

Y, finalmente, se han presentado iniciativas presidenciales para bajar sus sueldos y “descabezar” a todo el PJF –desde la Suprema Corte, pasando por consejeros, magistrados y jueces– para que todos sean removidos y nuevos electos. Los nuevos juzgadores, electos en procesos bastante partidizados cubrirían todas las plazas del PJF.  Esta iniciativa no ha prosperado, dado que el Presidente no ha tenido las 2/3 partes requeridas, en el Congreso, para llevarla a cabo.

Sin embargo, en un ambiente de acusaciones serias que involucran a ministros en funciones y en retiro, la partidocracia empieza a ver que el reformar el PJF la da “fichas” a todos para un reparto de cargos.

¿Qué futuro le podemos augurar al PJF? Me parece que no hay un solo motivo para ser optimistas. Los partidos no valoran el Estado de Derecho como antes lo hacían y todos se avocan en buscar ganancias cortoplacistas. A nadie parece preocupar que sin un PJF fuerte y autónomo, las inversiones nacionales y extranjeras están en riesgo ante la falta de certeza.

El PJF y en particular la SCJN se ha metido a jugar a la política –al filtrar averiguaciones internas, al posponer fallos urgentes como el de fideicomisos o el de la Prisión Preventiva Oficiosa–. Ahora, vienen todos los políticos tras de ellos y eso nunca es bueno.

Yo inicié mis labores profesionales como meritorio en la SCJN y después ocupé los cargos de menor nivel en el PJF. Fue una gran escuela y admiro lo que ha hecho ese Poder para brindar estabilidad al país y para la mayoría de sus integrantes superarse y fungir como un contrapeso a los actos arbitrarios e ilegales.

De qué profundidad será la reforma al PJF lo sabremos la noche del 2 de junio, una vez que sepamos cómo queda la distribución de posiciones en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Pero algún tipo de reforma habrá de salir y si no se involucra la opinión del PJF no será buena esta. Hasta ahora nadie les ha pedido su opinión y parece nadie lo hará. La partidocracia ha puesto al PJF en el patíbulo y están ya velando armas. Ojalá se reflexione sobre los aspectos de esta reforma que podría rezagar aún más a todo México si sólo se construye buscando venganzas y repartición de cargos. Al tiempo.