Como es bien sabido, Oxfam es una confederación internacional de organizaciones dedicadas a la promoción de movimientos y políticas dirigidas a aliviar la pobreza y combatir la desigualdad en el mundo. De igual manera, elabora informes periódicos relacionados con la evolución – o recrudecimiento – del número de pobres y los niveles de disparidad en el globo.

Oxfam, en su más reciente informe, ha revelado datos verdaderamente escalofriantes. De acuerdo con la organización, el 1 por ciento de la población mundial ha acumulado, desde el 2020, léase, desde la irrupción del coronavirus, el 63 por ciento de la riqueza generada.

Este informe, sumado a las precarias condiciones que hoy afectan a un enorme número de poblaciones, ha provocado una ola de pesimismo entre analistas, a la vez que ha sembrado serias dudas en torno al futuro cumplimiento de las metas postuladas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible contenidos en la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Estos inaceptables niveles de desigualdad, sumado al incremento del número de pobres, y aun más, el aumento de los índices de pobreza extrema, ha derivado fundamentalmente de tres motivos: la pandemia de Covid-19, la cual provocó la caída de la economía mundial, la inflación causada por la propia recuperación del 2021 y la ausencia de genuinas reformas fiscales que pongan un alto a la atroz acumulación de capitales en detrimento de la inmensa mayoría de la población.

Por este motivo hoy más que nunca es necesaria coordinación trasfronteriza en materia fiscal. Desde la creación de los infames paraísos fiscales, la evasión de impuestos ha rebasado fronteras y se ha convertido en una problemática que exige soluciones internacionales. Desafortunadamente, los Estados han sido reticentes a coordinar esfuerzos en esta materia pues algunos lo han considerado como una cesión de soberanía en una materia que compete exclusivamente a los gobiernos nacionales.

En México las cosas no pintan mejor. Nuestro país no ha quedado exento de estos fenómenos económicos que han hipotecado nuestro devenir inmediato. AMLO, a pesar de jactarse de ser un hombre de izquierdas comprometido con los mas desfavorecidos, no ha promovido una verdadera reforma fiscal que facilite que exista una tasa fiscal progresiva, a saber, que los contribuyentes carguen con una tasa impositiva más alta de acuerdo con sus ingresos.

Por el contrario, la política de combate contra la pobreza del gobierno mexicano ha estado principalmente dirigida a otorgar incentivos económicos que, por sí mismos, no aliviarán la pobreza ni paliarán la desigualdad, pero sí que generarán clientelas electorales.

En suma, el informe de Oxfam ha puesto nuevamente en evidencia el fracaso de los Estados y del poder público en el control de los monopolios, en la regulación de las transacciones internacionales y en la implementación de mecanismos dirigidos a evitar la evasión fiscal y la acumulación de capital por parte de un puñado de empresarios. No se trata pues, de ser derechas o de izquierdas, sino de que el interés público impere sobre el privado.