Antonio de Nigris, futbolista mexicano que debutaba en el Club Rayados de Monterrey en 1999, pronto mostró cualidades excepcionales cómo delantero, un chamaco regiomontano con raíces italianas (se le apodaba el Tano) tenía lo que más falta hace al jugador mexicano: gol.

Al año 2002 se iba a préstamo al América, de ahí en el 2003 al Villarreal en La Liga de España, luego de pasos por el Once Caldas colombiano, en ese tiempo campeón de la Copa Libertadores de América y de un regreso breve al fútbol mexicano (Puebla y Pumas) llegaba en el 2006 una oferta del mítico Santos de Brasil, ni más ni menos que el equipo en el que surgió y se formó la leyenda de ‘O’ Rei’ Pelé, Edson Arantes Do Nacimiento; al llegar al gigante sudamericano, lo hacía cómo una gran, ya no promesa, sino realidad, tanto así que se le otorgó la camiseta número 10, del mismísimo Pelé, que décadas más tarde utilizó otro grande, Robinho, antes de partir hacia el fútbol europeo.

De Nigris fue entonces dónde se vio atrapado en las prácticas poco aseadas del fútbol mexicano, un reclamo de la directiva del Monterrey (que le había asegurado que su salida era con firma de finiquito de ambas partes) le reclamaba a la del Santos un contrato vigente cómo jugador de los Rayados regios; en particular, Luis Miguel Salvador, ex jugador y entonces presidente del club lo había engañado, no habían firmado realmente documento alguno que lo dejara cómo agente libre, lo que ponía en dificultades su estancia en Brasil.

Aún con ese desaguisado pudo debutar y aún anotar con la legendaria camiseta, pero obligándolo a parar debido al tristemente famoso “pacto de caballeros” entre equipos mexicanos, que limita ilegítimamente la libertad de los futbolistas para moverse de club sin un pago que en ningún otra liga de país alguno se acostumbra.

Ese hecho truncó su incipiente carrera en Brasil, y ya para cuándo su documentación se arregló, era para partir al fútbol de la liga de Turquía, dónde militó con éxito en tres clubes hasta el año 2009, dónde fué fichado por el Club A.E. Larisa de Grecia, donde una noche de mitades del mes de noviembre de ese mismo año 2009 se dormía para no despertar jamás en este plano; fallecía por causa de una cardiopatía congénita, descubriendo el tristísimo hecho su esposa por la mañana.

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Su hermano, el actor Poncho de Nigris fue el encargado de viajar para repatriar el cuerpo, vía crucis en el cuál tanto la Federación mexicana de fútbol como el Club Monterrey no lo ayudaron en gran cosa en tan penosa tarea. En fin, con Toño se fue un enorme futbolista mexicano a sus escasos 31 años de edad. Su otro hermano, Aldo, siguió sus pasos en el Monterrey y también en la selección mexicana, jugando lo mismo cómo delantero y destacado en cuánta competencia participó.

El trotamundos mexicano, que tuvo el lujo de militar en el Santos de Pelé y vestir su camiseta, dejó cómo enseñanza al medio mexicano el que los límites sólo se encuentran en la mente y que cuándo hay talento y disciplina se puede llegar, realmente, muy lejos. Una estampa que nos dejó para la posteridad, fue el golazo de bandera que le hizo a la selección de Brasil en el año 2001 en el estadio Jalisco, en la época del Profesor Enrique Meza cómo D.T. de la selección mexicana.