El primer Secretario de Hacienda del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, Carlos Urzúa así como el segundo, Arturo Herrera, dejaron el cargo en circunstancias distintas: el primero, tan sólo pasado un semestre en funciones, con una evidente mengua en sus actitudes, entusiasmo y vigor para tan alto reto, muy posiblemente debido a su edad, ya que no hay que olvidar que AMLO y su equipo más cercano debieron ejercer sus encargos (si no es por el fraude electoral del calderonismo) de 2006 a 2012, por lo que algunos simplemente por la inexorable muerte, ya no llegaron a su cita con la Historia, algunos más, no llegaron por ser sensatos y reconocerlo (Bernardo Bátiz, destinado a la Fiscalía y José Agustín Ortiz Pinchetti), el primero gozando ya de merecidos años de retiro y el segundo encabezando la FEPADE (estando perfilado para un cargo en la primerísima línea en el gabinete presidencial); otros más, con todo y más de setenta u ochenta años a cuestas, cómo por citar solo un ejemplo, Manuel Bartlett al frente de la CFE, no dudaron en entrar al ruedo.

Arturo Herrera, relevo de Urzúa, salió del cargo con ejemplar entusiasmo por ahí de Julio del 2021, ya que sería la propuesta más idónea que el Presidente enviaría al Senado para encabezar el Banco de México, sin embargo fue abruptamente sacado de la terna, para sorpresa de propios y extraños; luego de un tiempo, trascendió que esto ocurrió por haber efectuado multimillonarias transferencias al saliente gobierno priista de Sonora, encabezado por Claudia Pavlovich (siempre con la figura del cacique Beltrones detrás), dejando comprometido, en extremo, el primer ejercicio financiero para su relevo, el morenista Alfonso Durazo Montaño; teniendo noticia de esto el Presidente, fue que tomó tan drástica decisión.

Hoy, extrañamente, ambos ex ministros, otrora en apariencia, incondicionales lopezobradoristas, se pasean demeritando al gobierno mismo al que pertenecieron, Urzúa abiertamente, con argumentos vagos que desembocan todos en una muy general y obvia conclusión de que, el Estado mexicano necesita y necesitará de más recursos financieros frescos, lo cual seguramente se solucionará vía una futura reforma fiscal, que muy posiblemente será configurada y consensuada, con el oficio político que caracteriza a la actual clase política en el poder, y que se adivina imposible cambie en el próximo sexenio, sin que esto represente el que “las finanzas públicas mexicanas estén prendadas de alfileres”, además de continuar con la actual política de austeridad republicana y la radical disminución en privilegios fiscales, y que ni en eso es original Urzúa, ya que evoca la frase con la que las administraciones de Salinas y Zedillo trataron de evadir sus respectivas responsabilidades respecto a la dramática crisis económica acaecida en el período 1994 / 1995. En cuanto a Herrera y su poco valiente y supuesto velado mensaje (muy “simpático”, por cierto) consistente en una fotografía en la que sostiene en la mano una taza con un enunciado en inglés que pretende cuestionar los resultados incluidos en el mensaje presidencial en el marco de la entrega al Congreso de su cuarto informe de gobierno de la administración pública federal “simpático” anunciando luces rojas de peligro, resulta poco menos que ridículo.

Más allá de todo lo anterior, resulta paradójico que estos dos ex Secretarios de Hacienda despotriquen, en cualquier caso, contra políticas implementadas por ellos mismos en sus respectivos períodos al frente de tan importante ministerio; se estarían pues, ni más ni menos que disparando en el pie; más bien lucen cómo dos adolescentes “ardidos”, hablando mal de una ex novia que no los trató cómo, según ellos, lo merecían.

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