Por mucho tiempo, Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la austeridad republicana una bandera política. La repite en cada discurso, la impone como principio de gobierno, y la presume como distinción moral frente a “los de antes”. Sin embargo, los hechos —y las imágenes— parecen contradecir sus palabras. Esta semana, el periodista Claudio Ochoa reveló fotografías de Andy López Beltrán, hijo del presidente y actual secretario de Organización de Morena, desayunando en el lujoso Hotel Okura en Tokio, Japón. Lo acompañaba Daniel Asaf, un viejo operador político de confianza del exmandatario.
¿Dónde quedó la congruencia? ¿En qué momento el ideario de la “cuarta transformación” comenzó a perderse entre gorras de diseñador, hoteles de lujo y bolsos de más de 20 mil pesos? La austeridad que tanto se predica desde Palacio Nacional parece ser, cada vez más, una narrativa dirigida al electorado, pero no una práctica real dentro de los círculos del poder morenista.
No es un caso aislado. Hace unos meses, una funcionaria del gobierno de Chiapas fue captada entrando al Palacio Nacional con accesorios de diseñador. Y así podríamos seguir: cenas en restaurantes exclusivos, viajes a destinos caros, vehículos de alta gama. Lo que antes se criticaba con ferocidad desde la oposición, ahora se normaliza con silencios cómplices o con justificaciones absurdas.
El problema no es que los funcionarios o líderes de partido viajen o gasten su dinero —si es que efectivamente es suyo—, sino que lo hagan mientras el discurso público que defienden es exactamente el contrario. El problema es la doble moral. Es predicar la humildad mientras se vive con privilegios; es exigir sacrificios a la población mientras se disfruta de los beneficios del poder.
El caso de Andy López Beltrán es especialmente grave porque no es un simple ciudadano. Es un operador clave en Morena y, aunque no tiene cargo público, su cercanía con el presidente lo vuelve una figura de alto interés. ¿Cómo se financia un viaje así? ¿Con qué recursos se hospedan en hoteles de cinco estrellas? ¿Cuál es el mensaje que se manda al país cuando los hijos del presidente hacen giras internacionales al estilo rockstar?
Morena prometió ser diferente. Prometió cortar de raíz la corrupción y el derroche. Pero lo que hoy vemos es una repetición del pasado, envuelta en un nuevo discurso. La “austeridad republicana” parece haberse convertido en una simple etiqueta propagandística, útil para la campaña pero irrelevante en la práctica.
La ciudadanía no es ingenua. La incongruencia se percibe, molesta y, eventualmente, pasa factura. Si la Cuarta Transformación quiere ser recordada como algo más que un experimento populista, necesita corregir el rumbo, aplicar sus principios sin excepción y recordar que la ética en el poder no se mide por lo que se dice, sino por lo que se hace.