Estás sentado en tu butaca viendo una obra de teatro, la trama se va volviendo un poco confusa, la historia parece no llevarte a ningún lado; los actores de pronto se empiezan a salir de su guión, lo que parecía como una mala adaptación de la novela escrita por el Foro de Sao Paulo, ahora se ha convertido en un caos. En el público, donde estas sentado, empieza a haber confusión y enojo, se empiezan a escuchar las rechiflas y parece que todos están a punto de salirse del teatro de manera abrupta; es ahí, cuando el director ordena dejar caer el telón, intermedio, avisan en el sonido local.

La inauguración del Aeropuerto Felipe Ángeles es el gran telón con lo que el gobierno de López Obrador pretende entrar en este intermedio de su gobierno y agarrar un respiro para preparar su siguiente tramo de gobierno. Ante una población que empieza a mostrarse incrédula sobre las promesas sin cumplir, y la falta de resultados de una administración sin autocrítica alguna, que pretende desviar la atención de los graves problemas de México, con su recién aperturada obra insignia.

Con este telón, quizá mal hecho, el oficialismo pretende volver a controlar la narrativa y la agenda pública que se les había ido de las manos en las últimas semanas. Un periodo en el cuál han sido expuestos escándalos de corrupción tanto de la familia presidencial, como de su círculo más allegado y poderoso, como el Fiscal Gertz Manero con sus conflictos de interés, múltiples propiedades y su pleito con Julio Scherer, el aumento de la inflación, la lamentable cifra de exceso de mortandad del país, el alza en feminicidios y homicidios, la falta de empleo, la baja inversión privada y la opacidad del manejo de las finanzas públicas, entre otros temas.

Cuando la aprobación del Presidente AMLO había empezado a bajar considerablemente, el gobierno llama a un intermedio, a una pausa de esos temas verdaderamente relevantes y preocupantes, para anunciar un aeropuerto que no solo no está totalmente terminado, sino que no tiene forma en que realmente sea una obra de la magnitud que el país necesita; algo que se medirá no por los memes ni por los comentarios en redes, sino por lo que le represente económica y competitivamente al país.

Ya veremos en sus primeros meses el número de vuelos diarios, destinos, cantidad de pasajeros, aerolíneas e impuestos generados por esta obra; hasta entonces, la oposición no debería dejar llevarse nuevamente por la línea que les tira la oficina presidencial y deberían de seguir recordando todo el cúmulo de problemas que la actual administración no ha atendido, y que un aeropuerto por supuesto que no resolverá.

Hoy, el Aeropuerto Felipe Ángeles (porque no tiene nada de internacional aún) baja como un telón que pretende darle la oportunidad al oficialismo de comprar tiempo y recomponer su camino. Tras bastidores, puedes escuchar todavía de manera fuerte y clara el grado de desconcierto, los pleitos internos, la crisis y los problemas que al interior de este gobierno aún no pueden y quizá no terminarán por resolver. El público estático a tu lado, no sabe si hacerle caso a sus ojos que ven esta gran tela de frente, o a sus oídos que les indican que nada cambiará en la segunda parte de esta trama teatral que hasta hoy, solo les ha hecho perder su tiempo. Quizá es momento de ponerse de pie para dejar sus butacas y salirse de este teatro, esperando que en la acera de enfrente puedan empezar una obra del gusto de la mayoría y de mayor calidad.