En la localidad de San Carlos —municipio de Guaymas, Sonora— se ubican las playas más hermosas de México.

Desgraciadamente San Carlos no compite con Cancún, Puerto Vallarta, Los Cabos o Loreto como destino masivamente visitado por turistas estadounidenses y canadienses. La culpa de su insuficiente desarrollo la tienen las autoridades sonorenses de otros sexenios y, también, la falta de visión de la clase empresarial de la mencionada entidad federativa.

Los anteriores gobiernos municipales y estatales nada habían hecho por San Carlos, excepto la cursilería de llamar Manlio Fabio Beltrones a su avenida más importante. Por fortuna, el actual ayuntamiento de Guaymas, encabezado por Karla Córdova —quien ha contado con el apoyo político del gobernador Alfonso Durazo—, desde finales del año pasado cambió el nombre al bulevar. Ahora se llama Tetakaui: teta de cabra.

Tetakaui, sí, como el bellísimo cerro de San Carlos que vale la pena visitar.

Beltrones se equivocó al permitir que se usara su nombre para restarle atractivo a San Carlos. No se opuso a tiempo y vivió para sufrir la humillación del rebautizo del bulevar principal del poblado. No lo merecía Manlio Fabio, político con una trayectoria destacada, pero él se ganó la vejación al no haber exigido otra denominación para la hoy avenida Tetakaui.

Lo que sigue es que tenga éxito el proyecto del gobernador Alfonso Durazo y de su secretaria de Turismo, Célida López, para sentar las bases que lleven a San Carlos a ser un destino turístico de clase mundial. Belleza tiene de sobra; lo que faltan son inversionistas que no solo construyan enormes casas para que sus dueños las disfruten unos años y luego las abandonen. Ojalá Alfonso convenza a los ricos de Sonora, que los hay, para que gasten en desarrollar hotelería de calidad. Y ojalá obligue a pagar impuestos especiales —para financiar la promoción del destino— a todas las personas que poseen viviendas improductivas al lado de las espectaculares playas.

¿Por qué he escrito del Tetakaui, de San Carlos, de Beltrones y de Durazo? Simple y sencillamente se me vinieron a la cabeza porque, en estos días, he recordado a otro sonorense, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Y es que los diarios, desde hace más o menos una semana, se llenaron de notas acerca de un concierto de la Maldita Vecindad en el Zócalo. Debo decir que solo escuché la música de este grupo en comidas o cenas amistosas con Donaldo en su casa. A él le encantaba escuchar sus canciones; hasta reflexionaba sobre lo que significaban.

Un tuit de Claudia Sheinbaum me puso nostálgico:

No sé si Durazo y Beltrones, amigos de Colosio, escucharon con él a la Maldita Vecindad. Seguramente sí. Un día le pediré al hoy gobernador de Sonora que trate de hacer una lista de la música, sobre todo clásica, que Donaldo escuchaba mientras trabajaba —durante años Durazo tuvo su oficina al lado de la del candidato asesinado—. Solo para recordar.