Alguna vez fuimos miles. Armados solo con blogs, foros, cuentas de Twitter y una rabia legítima contra la manipulación mediática, hicimos de la resistencia digital una trinchera para defender la verdad frente al bombardeo de mentiras que blindaba al poder. Eran los años oscuros del fraude electoral de 2006, del cerco informativo, del linchamiento constante contra López Obrador. Y ahí estábamos nosotros: Víctor Hernández @toliro, Jonathan Masiosare, Morfo, Manuel Ibarra Beam, Pomponio, El Bote, un servidor —Renegado Legítimo— y tantos otros que nunca salimos en la mañanera ni en listas de youtubers consentidos, pero que estuvimos cuando más se necesitaba.
Nosotros fuimos la primera línea digital del lopezobradorismo, cuando serlo no daba vistas, ni patrocinadores, ni retuits presidenciales. Solo nos daba enemigos, amenazas y, a veces, la satisfacción de saber que no estábamos solos.
Hoy, desde el poder, se habla de una “nueva comunicación digital” de la 4T. Una que se celebra en estudios de YouTube, que se monetiza en TikTok y que se acomoda al algoritmo antes que a la ética. Y mientras el aparato institucional premia a influencers dóciles que repiten línea sin chistar, nosotros, los de la vieja guardia, fuimos borrados del mapa. No hubo agradecimiento, ni espacio, ni siquiera un reconocimiento simbólico a quienes empujamos esta narrativa desde sus cimientos.
No es una queja nostálgica. Es un corte de caja.
La traición silenciosa del poder
Jesús Ramírez Cuevas, desde la oficina de Comunicación Social, optó por un discurso institucional, contenido, predecible. Sanjuana Martínez, desde Notimex, montó su propio escuadrón digital de ataque, con prácticas más cercanas al acoso que al periodismo. En medio, surgió una nueva generación de influencers de la 4T: el Chapucero, Juncal Solano, Campechaneando, Vicente Serrano, Manuel Pedrero... figuras que saltaron a la fama con un lopezobradorismo sin matices, a veces con verdades a medias, otras con ataques sin sustento.
¿Y nosotros?
Nosotros no fuimos incluidos porque nunca fuimos domesticables. Porque incluso apoyando al presidente, sabíamos ejercer la crítica. Porque no esperábamos contratos ni menciones. Porque nuestro periodismo era, y sigue siendo, militante, pero no servil.
¿De qué sirvió resistir?
Esta es la pregunta que nos hacemos más de uno. ¿Para qué tantas horas enfrentando a bots, desmontando calumnias, haciendo contrapeso sin recursos ni respaldo? Y sin embargo, hoy tengo clara la respuesta: sirvió para construir un legado que sigue siendo incómodo para el poder.
La 4T se beneficia hoy del andamiaje digital que nosotros ayudamos a levantar. Pero al llegar al poder, prefirieron olvidar a quienes caminaron con ellos en el desierto. No es nuevo. El poder siempre teme a quien no puede controlar.
La nueva etapa exige nueva conciencia
Con Claudia Sheinbaum comienza otro capítulo. Tal vez más técnico, más racional, menos emocional. Tal vez más frío. En ese nuevo escenario, ni los bots de Sanjuana ni los influencers del aplauso fácil serán sostenibles por siempre. Pronto se necesitará una comunicación crítica, inteligente, ética y con memoria.
Y ahí es donde aún podemos tener un papel.
No desde el rencor, sino desde la coherencia. No como oposición a la 4T, sino como conciencia de lo que pudo ser y no fue. Porque seguimos aquí. Porque no todos están dispuestos a vender su voz al mejor postor. Porque, al final, en medio del ruido y el oportunismo, la verdad sigue siendo revolucionaria.
X: @Renegado_L