En el último debate entre candidatas presidenciales, Xóchitl le preguntó a Sheinbaum por su encuentro con el Papa Francisco y si en dicho encuentro le comentó que ha usado una falda con la imagen de la Virgen de Guadalupe y también, si le comentó que destruyó un templo mientras fue delegada en Tlalpan. El otro candidato atinó a reír, mientras el resto de la ciudadanía hacía lo propio: suspender la razón para darle entrada a argumentos tan anacrónicos como lamentables. Por si no fuera poco, después embistió con otra serie de acusaciones: una mujer adulta, le dijo a otra mujer adulta, en pleno siglo XXI, que no cree en el pecado. Además lo hizo ver como si fuera algo malo. A continuación expongo en 5 puntos el rol que ha jugado la religión en estas elecciones y lo irrelevante del discurso pseudo cristero que la candidata del PAN (porque estas cosas son dignas del partido provida) quiere utilizar:
1.- La discriminación religiosa es cada vez menos frecuente (si usted no vive en el Bajío o en el Occidente del país) pero hay espacios de intolerancia en donde todavía se encuentra. Estamos en una época en donde la información nos permite entender y nos debería permitir ver la gravedad de la discriminación religiosa. Si una guerra y un genocidio en marcha no es suficiente, quizá lo sea entender que somos una nación en construcción y cuyo proceso, ahora tiene una mayoría católica, aunque esos números hay que cuestionarlos. ¿Por qué? Porque no toda la gente cree en lo que su jerarquía le indica.
2.- Utilizar la religión o el contexto religioso de una persona para atacarla tiene que ver más con una estrategia de política sucia que con una intención de cuestionar su proyecto de nación. Hace unas semanas circuló la nota falsa sobre la candidata de Morena y su interés en destruir templos. Parece que nadie le avisó a la candidata del PAN que aquello funciona en Guanajuato y con un pequeño grupo que piensa que el internet es del diablo.
3.- Durante unos 8 meses compartí la vida en una comunidad Otomí (Hñähñu) del Valle del Mezquital, mismo grupo al que pertenece la actual candidata del PAN. Descubrí una forma de vivir la fe y la espiritualidad con libertad y amor, por lo que me sorprende de sobremanera que ahora hasta acuse a una persona, solamente por tener un contexto distinto al suyo, de no creer en el pecado. ¿Qué implica creer en el pecado? ¿Vivir con miedo y culpa? En ese caso, no podría explicar la alegría del pueblo Otomí ni la manera tan sabia de entender la esperanza.
4.- Si bien las dos candidatas hicieron muy mal en meter al Papa Francisco, el rol que ha jugado el Episcopado Mexicano ha sido todavía peor, sobre todo en el caso de Mons. Ramón Castro, cuya intromisión y odio al actual gobierno lo ha llevado a debilitar el proceso que los jesuitas construyeron junto con la sociedad civil en el llamado Compromiso por la Paz, al que se invita a firmar a la mayoría de las candidaturas municipales, estatales y hasta la terna por la presidencia. En el Bajío no ha existido un control para que los famosos talleres por la democracia no se vuelvan espacios para criticar a la candidata de izquierda (a quien un sacerdote, grabado clandestinamente, lleva al límite de acusar de judía, como si ser judía fuera algo malo -la Virgen María y el mismo Jesús lo eran- y como si ese argumento no fuera una falacia y un acto de violencia).
5.- Me parece vergonzoso que siendo el año 2024 tenga que escribir una columna de este tipo. Nuestra clase política, incluso la más identificada con el conservadurismo y el movimiento anti derechos, no debe sacrificar su calidad intelectual por su afán de aumento numérico en las votaciones. El odio no vende, ni políticamente ni socialmente (basta mirar a todos los comentócratas que buscan explotar las noticias dolorosas o las heridas que sí tiene el pueblo con la finalidad de atacar a tal o cual partido). Crecer es un proceso colectivo, debemos hacerlo y no apoyar a personas que sostengan discursos de odio. Mucho menos cuyos discursos violenten la libertad religiosa por la que ya tanto ha tenido que padecer nuestro país. Somos una nación donde coexisten muchas naciones, pero ninguna de ellas puede tener el odio a la creencia como bandera, imaginar un acto de tal intimidad siendo cuestionado o atacado me parece una muestra de bajeza política, una necrodiplomacia y una sentencia garantizada de derrota anticipada. Nadie ni nada gana cuando se cuestiona la fe, las creencias, la comprensión de la trascendencia en otras personas. Ojalá que alguno o alguna de las intelectuales que firmaron el desplegado apoyando a Xóchitl tengan el valor de decírselo a una candidata que, asumiéndose públicamente católica, se comporta como la peor de las seguidoras del catolicismo.