Estoy convencida de que es motivo de festejo el crecimiento de una empresa en la industria aeronáutica, porque es un ambiente muy complicado para sobrevivir. Por eso que me alegra que, durante el segundo trimestre de 2023, Volaris haya crecido un 13% más, con respecto al mismo periodo del año pasado. Esto se traduce en ventas alrededor de 782 millones de dólares, dejándole una utilidad neta de cerca de 6 millones de billetes verdes del tío Sam.

Esto es consecuencia del crecimiento y la aceptación que esta aerolínea, a cargo de Enrique Beltranena, ha tenido tanto en el mercado norteamericano como en el centroamericano, ya que sus vuelos internacionales tuvieron un crecimiento bastante importante.

A este factor hay que añadir la baja del 38% en el precio de combustible; actualmente el galón de turbosina cuesta 2.70 dólares; para mejor entendernos, al momento de escribir estas líneas el dólar ronda los $16.88 pesos, esto significa que un galón de turbosina cuesta $45.57 pesos; si el galón son 3.78 litros, entonces estamos hablando que el litro de turbosina ronda los 12.05 pesos.

Por supuesto que Volaris está aprovechando al máximo este “impulso”, y está pensando -y trabajando- en el regreso a la Categoría 1, pues tiene planeado redistribuir su capacidad de operación y conseguir nuevas rutas a los Estados Unidos, con los equipos que hoy manejan.

Durante una conferencia de prensa que mantuvo vía telefónica con analistas, para discutir los resultados 2T23 (Segundo trimestre del 2023) de la compañía aérea, Enrique Beltranena declaró: “Volaris está lista para redistribuir alrededor del 5% de su capacidad del mercado mexicano a la nación vecina en el cuarto trimestre, si se produce la esperada mejora de calificación del país”.

Esto es gracias también al nivel de ocupación que registran, cuyos números son mejores con respecto al año pasado. Durante este segundo trimestre el factor ocupación de la aerolínea fue del 84.6%; en total viajaron con esta aerolínea 8.4 millones de pasajeros, un aumento del 12% respecto a 2022.

Comparado con las cifras del mismo periodo del año pasado, el pasaje nacional que viajó con Volaris se incrementó en un 7.2%. En cuando a pasajeros internacionales, ahí el incremento fue sustancial: 34%, gracias a la expansión del mercado en Estados Unidos y Centroamérica, como señalé líneas arriba.

Como podemos observar, la recuperación económica post pandemia de Volaris va por muy buen camino, creciendo de manera constante; sigue recibiendo nuevos equipos que incorpora a su flota, y podemos decir, a grandes rasgos, que se trata de una empresa de aviación sumamente exitosa, y es digno de reconocerse y aplaudirse.

Pero, hay un horrible “pero” en esta historia de triunfos y grandes éxitos empresariales, y me refiero al lado del capital humano, esto es, los trabajadores. En esta columna he hablado largamente del Sindicato de Trabajadores de la Industria Aeronáutica, Similares y Conexos de la República Mexicana (STIA) y de la familia Romo que maneja este sindicato como negocio familiar, y no como lo que debería de ser.

Una vez más los trabajadores hacen un llamado: mencionan que la representación sindical jamás ha velado por los intereses de los trabajadores de Volaris, y mencionan lo que todos dentro de la industria aeronáutica sabemos, que son un sindicato de protección patronal, pese a la legitimación del Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) que se hizo con base en engaños, y forzados a votar a favor del STIA, so pena de quedarse sin fuente de empleo si votaban en contra.

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Todo ante las complacientes narices de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que parece no se da cuenta de lo astutos y marrulleros que son estos tiburones de mar disfrazados de sindicatos democráticos pero que en realidad son charros y blancos.

Como bien dicen los propios trabajadores en la carta que enviaron a los directivos de la compañía aérea y a la opinión pública: manifiestan con toda razón que ellos son la cara de la empresa. Y que el crecimiento que ha tenido la aerolínea en el último trimestre es debido al trabajo que efectúan los de tierra, sobrecargos y pilotos.

Sin embargo, afirman que no pueden seguir “apechugando”, y volar con jornadas excesivas que vulneren la seguridad aeronáutica, y sobre todo que violan la Ley Federal del Trabajo. Créanme que cuando les digo esto, sé perfectamente a que se refieren, y no es para tomarse a menos, ni considero que sean quejas insustanciales de los tripulantes; sé y conozco las afectaciones que tienen en ellos los cambios de rol, que los desequilibran física, emocional y socialmente. No necesito ejemplificar más lo que puede suceder en estas condiciones.

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La importancia de la salud mental en los tripulantes es fundamental para la seguridad del vuelo. Tal vez recuerden el accidente que tuvo el vuelo 9525 de Germanwings. Los resultados de la investigación arrojaron que esto se debió a que “Lubitz, el copiloto, presentaba problemas de visión y estrés laboral”, además de que ensayó varias veces antes de concluir con éxito su misión suicida al estrellarse contra los Alpes franceses, el 24 de marzo del 2015, llevándose junto con él a 149 víctimas inocentes.

Perdonen que sea cansina pero no puedo ser de otro modo, es vital para la correcta operación de una aerolínea que su personal esté bien, tanto física, económica y emocionalmente.

¿Qué buscan los trabajadores de Volaris? Que no estén obligados a permanecer con el STIA, que tienen derecho a elegir el sindicato que crean más conveniente sin ser amenazados de quedarse sin empleo. Ya vimos que a Volaris no le tiembla la mano para recortar al personal que califique de “revoltosos”, cuando solo quieren ejercer su derecho de libertad sindical.

No podemos dejar de lado los convenios que tiene signados nuestro país con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como el 87 que se refiere a la libertad sindical y al derecho de sindicalización; y el 98 que es relativo a la aplicación de los derechos de la sindicalización y de la negociación colectiva.

El artículo 358 de la Ley Federal del Trabajo nos dice a la letra: “Artículo 358.- Los miembros de los sindicatos, federaciones y confederaciones, cuentan con los derechos de libre afiliación y de participación al interior de éstas, los cuales implican las siguientes garantías:

I. Nadie puede ser obligado a formar o no parte de un sindicato, federación o confederación. Cualquier estipulación que desvirtúe de algún modo esta disposición se tendrá por no puesta;”

Sin embargo, en los hechos, los trabajadores de Volaris son obligados a pertenecer al STIA; se les ve negado el derecho que tienen a elegir con quién quieren estar agremiados, y ellos lo que piden es que los dejen irse a un sindicato que sí los va a defender, que vele por sus derechos laborales pero también por su tranquilidad y equilibrio personal. Muchas veces a las empresas se les olvida un pequeñísimo detalle, trata con capital humano y no con máquinas.

Se lo digo claro a Enrique Beltranena y a los demás directivos de Volaris: ¡No señores, la solución no es correr a aquel trabajador que levante la voz y se inconforme por los malos tratos recibidos!, al contrario, es al personal a quien deberían considerar como uno de sus activos más valiosos, porque entienden la importancia de la seguridad aérea.

A ellos sí les importa respetar los límites, y no están dispuesto a “transar” o hacer algo chueco, sino que son honestos, y eso vale mucho, sobre todo en una industria como la aeronáutica.

Va siendo tiempo de que se den cuenta que el correr gente no es la mejor manera de arreglar el descontento que permea en su base de trabajadores. Sí, esa base que es la que ha contribuido al éxito y crecimiento de su aerolínea, porque una empresa sin trabajadores no es nada ¿o a poco Beltranena sabe volar un avión, armar un tobogán, o hacer un despacho de vuelo? Solo por mencionar algunas actividades.

Tal vez peque de irreverente o virulenta, pero es que para mí los trabajadores merecen el reconocimiento por su gran labor dentro del éxito que está teniendo esta línea aérea de bajo costo. Si ellos piden libertad para sindicarse con quien quieran, deben tenerla. No es ninguna concesión graciosa, es un derecho.