Perdón por la grosería, pero no es aceptable que uno de los principales diarios de Estados Unidos, el Washington Post, pida a Joe Biden, presidente de ese país, “no permanecer indiferente ante el tema del INE en México” —cito una nota del periódico mexicano El Universal—.

El periodismo del Washington Post es de los mejores del mundo, pero a sus editores esta vez les ha traicionado el pequeño —o grandote— imperialista que todos los gringos llevan dentro.

Me encanta que, en nuestro país, los dirigentes y militantes de oposición trabajen para que las propuestas de reforma del presidente AMLO dejen al INE exactamente como está. Es su derecho, los respeto y les aplaudo, aunque no esté de acuerdo con ellos.

Es correcto que algunas personas en México —erróneamente, en mi opinión— vean al INE como sinónimo de democracia. Es su percepción, y resulta maravilloso que la expresen de mil maneras, hasta con insultos y calumnias en contra del presidente López Obrador.

Pero que un influyente diario de la capital de Estados Unidos exija a su presidente intervenir en la política interna de nuestro país con el pretexto de apoyar al INE…, esa es una enorme chingadera imperialista absolutamente inaceptable.

Si la oposición mexicana no condena el editorial del Washington Post, sus dirigentes quedarán como traidores a México. ¿Así quieren pasar a la historia los actuales dirigentes del PRI, del PAN y de Movimiento Ciudadano?

Si Lorenzo Córdova y el resto de integrantes del consejo del INE no rechazan enérgicamente la petición del Washington Post al presidente Biden, quedarán reducidos a caricaturas de los conservadores que en su momento trajeron a Maximiliano nada más porque se les antojaba tener un emperador europeo.

Si los poderes fácticos de Estados Unidos insisten en que su gobierno intervenga en México, Andrés Manuel tendrá que organizar otra marcha de cientos de miles o millones de mexicanos y mexicanas en la frontera, en Tijuana, Ciudad Juárez, Laredo, Reynosa o Matamoros.

Que la oposición y la comentocracia mexicana insulten a nuestro presidente, pasa —así sea demasiado mucho pasar—, pero ¿a estas alturas del siglo XXI que Estados Unidos pretenda controlar la política Mexicana? Esto último simple y sencillamente no debemos permitirlo.