El día de ayer falleció el general Colin Powell, militar retirado y ex secretario de Estado de Estados Unidos. Según informaron los medios, murió como consecuencia de complicaciones de Covid-19. La figura de Powell es sobremanera controversial, no únicamente por personificar a toda una generación de políticos estadounidenses sino también por su participación en el diseño de la “guerra preventiva”, a saber, la necesidad de “atacar antes de ser atacados”.

El cenit de la carrera de Powell tuvo lugar en el contexto de la Guerra de Irak de 2003. El lector recordará al otrora jefe de la diplomacia estadounidense presentar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas las supuestas pruebas irrefutables de la presencia de armas de destrucción masiva en Irak bajo el régimen de Saddam Hussein. Como es bien conocido, Estados Unidos iniciaría, sin autorización del Consejo, una polémica invasión que conduciría al derrocamiento y enjuiciamiento del dictador iraquí, y al descrédito internacional de la coalición que apoyó la intervención (Estados Unidos, Gran Bretaña y España) tras la ausencia de las armas letales que motivaron inicialmente la invasión en Medio Oriente.

Según trascendió en aquel año, el gobierno de Vicente Fox se fragmentó entre aquellos que sostenían la necesidad diplomática de apoyar incondicionalmente la iniciativa estadounidense, entre ellos el canciller Jorge Castañeda, y otros, como el secretario de Gobernación Santiago Creel, que se decantaban por separarse de la posición estadounidense por temores a críticas al interior del país.

Al final, el embajador de México ante Naciones Unidas, Aguilar Zínser, recibió instrucciones de la Ciudad de México de no respaldar la iniciativa del presidente George W. Bush, lo que provocó un distanciamiento entre ambos gobiernos, luego de la buena relación forjada en los momentos previos al 11 de septiembre.

A la postre, luego del esclarecimiento de la inexistencia de armas de destrucción masiva en Irak, y aun más, tras los ataques terroristas en la estación madrileña de Atocha, resultó que la decisión del gobierno de Fox fue acertada; aunque a muchos, como al propio Castañeda, quien privilegiaba sobre todo el alineamiento de la política exterior mexicana con Washington, les resultó inadecuada y contraria a las intenciones de la Cancillería.

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Años más tarde, Powell se deslindó del Partido Republicano y apoyó abiertamente la candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de los Estados Unidos. En suma, Powell formó parte de aquella élite de “halcones” que apoyaron la intervención militar de Estados Unidos en Irak (junto a otros como el ex premier británico Tony Blair, el expresidente Azaña o como la propia Clinton quien votó a favor en el Senado) y quienes sufrieron un fuerte golpe político y un descrédito internacional que aún les persigue.

Powell también será recordado como aquel personaje polémico que separó opiniones en el gobierno mexicano, y que a la postre, reclamaría a Fox y a su gobierno el no haber apoyado la polémica intervención dirigida al derrocamiento de Hussein.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4