El llamado plan C es, a mi juicio, la más peligrosa propuesta presentada hasta al día de hoy por AMLO y por la 4T. El jefe del Estado mexicano, en una suerte de autoproclamación como líder del país hacia los años venideros (muchos analistas le llamaríamos un Maximato del siglo XXI) inició hace unos meses una campaña destinada a utilizar el discurso de la reforma al Poder Judicial para ganar la presidencia y las dos terceras partes del Congreso.
Según ha trascendido, el plan C incluiría una profunda constitucional que desmantelaría el presente sistema electoral, a la vez que buscaría una transformación que cambiase radicalmente la estructura del Poder Judicial. AMLO pretende, pues, entre otras propuestas contenidas en el citado plan, que los ministros de la Suprema Corte sean electos por sufragio universal.
Bajo el discurso protector de buscar la justicia y detener los abusos de los ministros de la Corte y de otros funcionarios de Estado, AMLO aspira a que sea a través de “listas nominales” el medio por el cual se presentaría a la ciudadanía opciones para elegir a los miembros de la Corte. El problema reside lógicamente en lo que se esconde detrás de los procedimientos y jaloneos políticos para integrar las listas.
En todo caso, la reforma al Poder Judicial deseada por AMLO, una vez que éste haya dejado la presidencia a Claudia Sheinbaum, es un control, al estilo de la vieja usanza priista, de la Suprema Corte de Justicia. La ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, por su parte, ha abrazado sin cortapisas los dictados de su padre político, y ha recibido recientemente – como ha sido bien criticado- el apoyo de Arturo Zaldívar.
Claudia tendrá por tanto un enorme desafío. Deberá optar por la opción radical, es decir, actuar de acuerdo con quien sería hipotéticamente su antecesor, o simplemente, buscar consensos entre las fuerzas políticas en el Congreso y con la opinión pública, con el objetivo de dar una salida decorosa a una reforma que amenaza con convertirse en la antesala de la muerte de la democracia mexicana.
Sheinbaum ha mostrado, al día de hoy, un rostro relativamente moderado. Su paso por el gobierno de la Ciudad de México ha sido bien valorado por la mayoría de los residentes de la capital. Por lo tanto, si resulta vencedora en las elecciones del año que viene, deberá descartar a los elementos radicales del partido, y buscar alternativas políticas que conduzcan al mejoramiento de la vida de los mexicanos, pero a la vez, que rescaten al país de la regresión democrática en la mira.