En realidad no sé si el verso sea de Horacio. Eso leí, pero no me consta. Son cuatro palabras en latín famosas en mis tiempos estudiantiles porque Karl Marx las incluyó en el prólogo a la primera edición alemana de El Capital: ‘De te fabula narratur!’. Significan: ‘¡A ti se refiere la historia!’.

Alguna vez, buscando el origen de la expresión encontré un verso satírico atribuido a Horacio: Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur, en castellano: ¿De que te ríes? Cambiando el nombre, a ti se refiere la historia.

Marx pretendía “investigar el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden”. Aclaraba en el prólogo que “el hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras investigaciones teóricas”. Pero aconsejaba a sus lectores alemanes: no “alzarse farisaicamente de hombros ante la situación de los obreros industriales y agrícolas ingleses, ni tranquilizarse optimistamente, pensando que en Alemania las cosas no están tan mal, ni mucho menos. Por si acaso, bueno será que le advirtamos: de te fabula narratur!”.

El querido, admirado, respetado, histórico presidente de México Andrés Manuel López Obrador está decidido a reformar el poder judicial de nuestro país. No sería una mala idea si tal reforma se inspirara en una nación paradigma de Estado de derecho. El problema es que Andrés tomó como ejemplo el caso de Bolivia, que la verdad sea dicha está muy lejos de ser el mejor entre todos los sistemas de justicia conocidos.

La reforma judicial de AMLO no la apoya nadie con conocimientos acerca del derecho. Es la verdad. Entonces, se trata de una mala reforma: no puede haber otra conclusión. Pero, ni hablar, si Andrés Manuel decide que se apruebe en septiembre, se aprobará con más o menos debate legislativo. Él es el líder y sus seguidores en más de un sentido le veneran —su personalidad es tan potente, me consta, que si uno participa en su movimiento acata casi ciegamente lo que Andrés plantee: fue mi caso varios años, no me arrepiento y hasta me siento orgulloso de haber colaborado con un personaje tan relevante en la historia de México—.

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Si ocurriera, no sería positivo para nuestra nación que se aprobara sin cambios profundos la reforma planteada por el admiradísimo presidente López Obrador. Entiendo el argumento de la gente de izquierda: masivamente el pueblo mexicano votó por ese proyecto. No hay duda de que así votó la gente y yo estoy feliz de que vaya a haber un segundo gobierno de izquierda, sobre todo porque lo encabezará una mujer excepcional, Claudia Sheinbaum. Comprendo el argumento, pero es deficiente: resulta fácilmente refutable la tesis de que si la mayoría piensa algo, esto necesariamente es verdad. Querido Andrés, querida Claudia: la verdad no es un asunto de mayorías ni de minorías, sino de lógica, de conocimiento, de contrastar las ideas surgidas de la creatividad personal con la experiencia.

Claudia durante su campaña no pocas veces defendió la reforma del poder judicial de AMLO. Pero la campaña ya acabó, esto es, las circunstancias de la próxima presidenta ya cambiaron. Si viviera, el economista Keynes le preguntaría: “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace, presidenta Sheinbaum?”.

Ojalá Andrés Manuel López Obrador, mañana a la hora de la comida, en la merecida celebración por la victoria, le diga a Claudia Sheinbaum lo que Marx advirtió a los obreros alemanes: de te fabula narratur! En efecto: “A ti se refiere la historia, Claudia”. El protagonista ya no es —ni debe ser— el extraordinario dirigente nacido en Tabasco que transformó a México.

Post scriptum 1 (en vez de posdata 1, solo para seguir en latín): La justicia en la Biblia

Una persona brillante me envió el siguiente texto después de que leyó lo que dijo AMLO acerca de que “la justicia está por encima de los mercados”:

Así puestas las cosas, claro que el presidente tiene razón. La justicia incluso es bien divino, la Biblia menciona justicia 498 veces en la versión Casiodoro de Reina (1569); justo aparece 448 veces, justa aparece 47 —esta versión incluye mapas y notas—. Quizá es el mayor bien o uno de los mayores bienes divinos. Sin embargo, no es justicia, en sentido estricto lo que se propone con la reforma al poder judicial, sino cambiar un sistema a partir de ir dotando de legitimación pública una idea que no es exacta y que, incluso, pervierte la verdad.

¿Qué el poder judicial sea independiente lo vuelve corrupto al grado de impulsar una reforma en nombre de la justicia? Ni siquiera ha sido un poder que todo vote en contra del ejecutivo, y no nos referimos solo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, desde luego. Dos asuntos, o uno, donde no se optó por decir algo que la Constitución ya dice —y lo dice en sentido inverso a lo que se deseaba—, ¿justifican esta necesidad de justicia?

Me parece muy fuerte, en muchos sentidos, esta expresión. Y más por lo que, bueno, es obvio y el propio presidente entiende. Es una paradoja dolorosa e indigerible que lo que se anhelaba eran jueces no doblegados al ejecutivo, y cuando hay personas que finalmente pueden llegar, sin deber favores ni venderse, y con ello pueden obrar de acuerdo con ese propósito, ahora se finque sobre ellos la necesidad de justicia. Asombrosamente, nadie dice nada.

Post scriptum 2: El análisis lo empequeñecen las pasiones políticas

Marx, antes de concluir el citado prólogo, precisó algo acerca de las enormes dificultades para la libre investigación en economía política: El análisis “tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen”, ya que “el carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado”.

El interés privado, en este contexto, es el interés de personas dedicadas a la función empresarial, a la religión, al pensamiento —en ciencias sociales la objetividad es muy difícil de lograr— y también incluye el interés de quienes aspiran a avanzar en la política.

Una científica como Claudia Sheinbaum no puede aceptar con una actitud acrítica ninguna propuesta de reforma que afecte a su gobierno durante todos los seis años que durará, menos aún si, como ha sido el caso, no surgió de la reflexión desapasionada, sino como consecuencia de una disputa política que absurdamente enfrentó a la SCJN con el presidente AMLO.

En ese combate que tanto dañó a México quizá al presidente López Obrador le sobró indignación porque sintió que desde el inicio de su gobierno sus proyectos fueron saboteados por personas juzgadoras de todos los niveles, no pocas veces claramente manipuladas por las grillísimas organizaciones de la sociedad civil financiadas por Claudio X. González y otros potentados

La comprensible irritación presidencial por la abusiva utilización del amparo como arma política contra la 4T, llevó a Andrés Manuel a repudiar a juristas más que honorables que llegaron a la corte gracias a que les propuso el primer presidente de izquierda. Cuando los años pasen —me encanta la canción de José Alfredo Jiménez—, es decir, cuando se extinga en el espíritu de AMLO la pasión política que surgió en el actual sexenio, el tabasqueño presumirá en algún nuevo libro de memorias que fue tan importante su transformación que llegaron a la cúpula del poder judicial personas expertas en derecho que ejercieron su función con independencia, honestidad y criterio propio, inclusive en contra del propio presidente.

Desde luego, en la corte suprema a ministros y ministras les faltó mucha prudencia para comprender que el extremismo nunca es aconsejable, ni siquiera si se trata de aplicar la Constitución al pie de la letra. Si la Biblia y cualesquiera otras obras pueden ser cuestionadas, con mayor razón el texto de la ley fundamental del Estado mexicano tantas veces modificado, a lo largo de los sexenios, por legisladores y legisladoras normalmente ignorantes.

En cualquier caso, ministros y ministras no tenían por qué haber llegado a una incomprensible mala racha —mala para México— de invalidar prácticamente una vez por semana propuestas de la 4T. Pareció agresión política generada por la rivalidad ideológica. Así se vio porque en un sistema, como el mexicano, en el que la justicia es lentísima, de pronto se convirtió en rapidísima en las salas y en el pleno del más importante tribunal. ¿No pudieron ministros y ministras hacer lo de siempre, esto es, posponer para el día del juicio final los debates que más les enfrentaban con el poder ejecutivo? No tenía sentido enfrentar a un presidente muy poderoso no por el cargo, sino por el enorme apoyo popular que logró en décadas de trabajo con la gente olvidada por los liderazgos políticos tradicionales.

Cualquier cosa que haya ocurrido, dado que el proyecto de reforma del poder judicial de AMLO surgió del duro conflicto político y no de la reflexión serena, tiene que repensarse. Como la protagonista ya es Claudia Sheinbaum, le corresponde a la presidenta de México organizar un grupo de personas prestigiadas de la abogacía, que se lleven bien con todos los grupos, para que se analice la reforma y se llegue a conclusiones positivas, que no dividan más ni, tampoco, por vulgares que sean, provoquen a los despiadados mercados.

Al final de su prólogo a la edición alemana de El Capital, Marx citó incorrectamente a Virgilio y atribuyó sus palabras adulteradas a Dante. Esto lo leí en internet:

“Karl Marx modifica descaradamente una frase de ‘La Divina Comedia’ de Dante Alighieri: ‘Sigue tu camino y deja hablar a la gente’ (’Segui il tuo corso, e lascia dir le genti’). Hasta aquí la versión de Marx. La frase original que Virgilio dice a Dante, es: ‘Sígueme y deja hablar a la gente’ (’Vien retro a me, e lascia dir le genti’...”.

‘Hay un abismo de diferencia ente seguir el camino de la vida por sí mismo a tomar rumbo guiado por alguien o por algo’.

ALBERTO MACHUCA

Andrés Manuel el pasado viernes, por única ocasión, dio la impresión de que en el arranque del sexenio de la presidenta Sheinbaum recurrirá a la frase original de Virgilio: Sígueme, Claudia, y que murmure la gente. Pero, es justo precisarlo, muchas más veces AMLO ha manifestado abiertamente su convicción de que deberá ya decirle a la próxima presidenta: Sigue tu camino, Claudia...

Confío absolutamente en que el presidente López Obrador, conocedor como nadie de la política mexicana, hará lo correcto. Siempre lo ha hecho y no fallará.