A estas alturas, no hay duda de que el modelo de democracia liberal, con todas sus variaciones está en una profunda crisis. Cada día es más evidente que modelos alejados a ella son los que terminaron por ganar luego de la guerra fría, es decir, y utilizando la jerga futbolística, luego de el periodo 1989/1991, en donde el llamado bloque comunista perdió ante el capitalismo (mutando este en el salvaje neoliberalismo), se guardó a ‘lamerse las heridas’, se reconfiguró con una paciencia de caracol y dio la voltereta en el marcador. Hoy vemos ciudades chinas que parecen producto de novelas de ciencia ficción, además de liderar el gigante asiático cada día indicadores positivos, que van desde innovaciones tecnológicas, infraestructura, comercio internacional y universidades en el top mundial. Además, de otros países de corte conficianista que emergen como Singapur, Indonesia y Vietnam.
El caso de México, donde en el discurso “el neoliberalismo y su noche oscura fue superada”, un sinnúmero de ejemplos ponen en evidencia tamaña mentira. Pero me centraré en que las 20 familias más ricas del país no han hecho sino multiplicar sus fortunas, a cambio de incuestionables beneficios de programas sociales de transferencia directa de dinero en efectivo, y otros que han logrado sacar de la postración y miseria a varios millones de mexicanos, aun así, la permeabilidad social y también la mejora en la calidad de los servicios que suponen obligación para el Estado han visto mermadas sus capacidades.
El caso Ricardo Salinas Pliego es paradigmático: el hombre se pasó por el arco del triunfo eso de pagar impuestos. También el hecho de negarse a cerrar sus empresas durante la cuarentena debido a la pandemia por Covid-19, así estas no fueran actividades consideradas y enlatadas como esenciales, con una cantidad de fallecimientos en el personal de sus empresas incuantificable.
Pero lo más patético es la impunidad y el desparpajo como vía sus redes sociales y su televisora este señor desafía, ofende y se burla abierta y francamente del Estado mexicano. Ahí es dónde cabe el ejemplo del magnate chino JackMa, que en 2020 se atrevió a cuestionar a su gobierno, desapareciendo por años (reapareció apenas hace escasas semanas) por su osadía, siendo recluido sabrá Dios dónde y sometido a un proceso de “rehabilitación”, que lo volvió al redil. Es pues, la diferencia entre la potencia China y el siempre mediocre México abismal, ya que desde el fatídico año 2000, el de la alternancia maldita que divino en la toma de un puñado de potentados del Estado mexicano para ponerlo a su servicio personal, que bajo la coartada de la “libertad de expresión” nadie ya respeta al Estado (que es, ni más ni menos que el “cortejo de Dios en la tierra”, habría dicho el pensador alemán Hegel).
Bien, si el liberalismo decimonónico, en una definición simple, se puede decir que era (entre otras características) la separación de iglesia del Estado (no sólo loable, sino que indispensable).
El neoliberalismo supone el debilitamiento del Estado a favor del mercado. Es decir, de la iniciativa privada, convirtiendo al primero en una superestructura social que se pretende una suerte de instrumento al servicio del “1% de la población”, han definido expertos, abonando por supuesto a todo tipo de excesos, injusticias y desigualdad en perjuicio de las mayorías. Veremos de que está hecho el presente gobierno, porque a diario el señor Salinas Pliego deja en evidencia al Estado mexicano socavado, invadido aún por las mortales metástasis del cáncer neoliberal que, repito, en México no se le ha logrado hacer gran mella.
En 1973, un extraño intento de secuestro divino en la muerte del magnate regiomontano Eugenio Garza Sada. Nunca se movió la versión oficial de haber sido el grupo guerrillero “liga comunista 23 de septiembre” los culpables del hecho, pero hay versiones de que todo se debió a hilos movidos por el entonces presidente Luis Echeverría, porque el empresariado de Monterrey intentaba tomar relevancia política mediante la compra de la cadena de periodos Garcia Valseca, que después fueron todos “Los Soles”. Haya sucedido lo que haya sucedido, Echeverria veía ya alarmado el peligro del intento de toma del alto empresariado del Estado, es decir, avizoraba los riesgos de la doctrina neoliberal y sus nefastas consecuencias, mismas que décadas después se consumaron, con especial énfasis en el periodo 1994-2018, pero que avanzaron tanto en sus afanes, que resulta muy difícil revertir el proceso, y eso lo vivimos (y padecemos) a diario en México.