Los terremotos que sacudieron el sur de Turquía y el este de Siria han conmocionado al mundo. Se trata, sin duda, de una de las más dramáticas calamidades naturales de los últimos años. Al día de hoy, se han reportado más de 20 mil muertos, en medio de una valiente coordinación de esfuerzos internacionales dirigidos a rescatar al mayor número de personas atrapadas entre los escombros de los edificios y casas colapsados.

La tragedia ha sido recrudecida por los sucesos políticos que han tenido lugar en aquella región del mundo. Como resultado la guerra civil en Siria y del bloqueo interpuesto por el dictador sirio, convoyes de rescate no han podido alcanzar sitios remotos del país, lo que ha repercutido en el agravamiento de la crisis. La propia Rusia, inmersa en su guerra mortífera e interminable en Ucrania, no vaciló en enviar apoyo a los damnificados.

México se ha comportado a la altura. Desde el primer momento, el gobierno mexicano expresó sus condolencias, a la vez que la Embajada de Turquía en nuestro país comenzó a recibir cientos de despensas y ayuda humanitaria con destino a aeropuertos turcos.

A pesar de las múltiples problemáticas que aquejan a nuestro país, y no obstante los enormes desafíos y la persistencia de un gobierno que se empecina en seguir un curso que no conducirá a nada, AMLO y su administración acertaron e hicieron lo que era humanamente responsable y exigible: enviar a la brevedad un contingente de rescatistas con la misión de salvar vidas humanas.

Acompañados por perros, los rescatistas mexicanos han mostrado al mundo el tamaño de nuestro país. Derivado de su experiencia, como consecuencia de los sismos que han golpeado en tiempos recientes a México, los hombres y mujeres mexicanos que partieron rumbo a Turquía han puesto a favor del rescate de vidas lo mejor de su trayectoria; arriesgando sus propias vidas (el lector podrá imaginar los grandes riesgos que conllevan las misiones de rescate) valiosos mexicanos y caninos han contribuido orgullosamente a rescatar de la muerte a decenas de hombres, mujeres y niños.

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El deceso de miles de personas representa un daño irreparable. Sin embargo, no hay duda que el espíritu de solidaridad que ha envuelto a las naciones contribuirá a hermanar a los Estados y a ayudar incondicionalmente ante futuras catástrofes humanitarias.

Finalmente, quiero reiterar mi orgullo y el de muchos mexicanos hacia los hombres y mujeres que partieron rumbo a Turquía y que han ofrecido lo mejor de su experiencia y de su coraje para salvar vidas humanas. ¡Ellos han puesto hoy en alto el nombre de México!