Otra vez una campaña de odio contra el hijo menor de edad del presidente de México. Me pregunto cuándo se le dejará en paz.

Estoy seguro de que este joven, todavía un niño, superará el acoso excesivo con el apoyo de su padre, Andrés Manuel, y de su madre, Beatriz.

Pero no debe ser sencillo para la familia soportar tantas ofensas, tantas calumnias contra un pequeño que no debería participar en el debate político.

Nunca un gobernante de nuestro país había sido tan agredido. La gran lección que da AMLO es la de que, por fortuna, podemos hablar de otro nunca antes: y que, hay que subrayarlo, ninguno de los gobiernos anteriores había sido tan respetuoso de la libertad de expresión, ya que en la actualidad no se reprime a nadie por expresarse... ni siquiera a quienes abusan y caen en el delito de lastimar a un niño.

Sabía Andrés Manuel que iba a ser difícil la transformación de México. Demasiados intereses están en contra, nacionales y extranjeros; enfrenta un exceso de problemas gravísimos, como el de la terrible violencia, heredados de administraciones anteriores, y es muy duro soportar la cultura del odio de la clase conservadora, sí, la que se resiste al cambio nada más por apasionamiento ideológico.

Hasta ahora el presidente ha vencido y sin duda seguirá adelante con su proyecto, pero ha pagado un costo personal ya demasiado elevado. No puedo ni imaginar el dolor del presidente y su esposa cada vez que en las redes crecen los ataques a Jesús Ernesto, quien apenas tiene 15 años de edad y no debería ni siquiera ser mencionado.

No, no iba resultar fácil: todo ha sido muy complicado y se va a complicar todavía más. Andrés Manuel López Obrador resistirá, estoy seguro. Y lo hará sin siquiera pensar en limitar los excesos en el ejercicio de la libre expresión. No lo hará porque el presidente sabe que si hoy las redes sociales y la prensa son absolutamente injustas con él y su familia, los libros de historia dirán otra cosa. Cuando, ya adulto bien formado, Jesús Ernesto lea a sus propios hijos lo que hizo el abuelo, qué orgulloso se sentirá y qué insignificantes se verán a esa distancia los ataques que recibió cuando todavía era un niño.