La mayoría de los que hacemos opinión en distintos espacios hemos llegado a la conclusión que, lo que ha pasado en el Martes del Jaguar, no es una coincidencia ni muchos menos un ejercicio plural, sino es lo más parecido al anacronismo que vivimos en los tiempos del presidencialismo del PRI donde el sometimiento o el linchamiento verbal a base de difamaciones era una práctica común.

Fue una gran decepción que la gobernadora de Campeche saliera -a estas alturas- donde se supone reina la hermandad por un proyecto de transformación, a montar un espectáculo ridículo con algunas “evidencias” cuya credibilidad es pobre porque no mostró nada contundente más que unas capturas que presentan, eso sí, muchas pruebas de manipulación que detectaron los propios especialistas en ésta materia.

Eso es, en este momento, sólo un mecanismo de golpeteo pues la sucesión presidencial -recordemos- comenzó hace más de un año. Fue un error haber destapado la carrera ya que hoy se están manifestando algunos daños colaterales patrocinados por algún perfil cuya intención es -como la lógica apunta- posicionarse en el camino. No sé y no puedo asegurar sí sea la mano de Claudia Sheinbaum, pero la lógica apunta a que, al menos, ni siquiera le molestó, es más, no se pronunció en contra como sí lo hizo el presidente.

Era de esperarse: Layda Sansores le ha demostrado su cariño o, mejor dicho, su respaldo en el juego sucesorio. Después de eso podemos sacar muchas conclusiones, pero, en este momento, lo más importante, sobre todo para el presidente y el partido, es qué esto tenga un punto final sí es que quieren llegar sólidos al proceso electoral del 2024. Al mandatario no le conviene un rompimiento en Morena; sabe lo que significa cada uno de los presidenciables, en especial el poder político y de convocatoria que han acumulado cada uno de ellos.

Quiero pensar que por eso viajó el presidente López Obrador al estado de Campeche hace unos días. Puede que, en la agenda pública, hubo que revisar los avances del proyecto del Tren Maya, sin embargo, era el pretexto perfecto para platicar con Layda Sansores antes de que la hecatombe estalle en Morena. Al menos esa es mi opinión salvo que, esa situación, está empezando a ser una estrategia y una muestra de que, en el proceso adelantado, no hay piso parejo para todos pues está comenzando a llamar la atención las formas y los mecanismos con los que la gobernadora actúa libremente pese a la ilegalidad con que lo hace.

Soy optimista porque voté por el presidente Obrador en tres ocasiones. Sé que, en sus manos, está o no corregir el rumbo de lo que pasa en el partido que lo llevó al poder. Él sabe perfectamente que lo que está haciendo Layda es una falta de respeto al movimiento y un detonante para propiciar la división interna.

Dada la magnitud que está provocando el Martes del Jaguar es momento de que AMLO pare la andanada de la gobernadora o será, en un futuro, muy tarde porque de allí puede nacer un frente sólido ambivalente alimentado de los que no están de acuerdo en el favoritismo o cargada, así como de los opositores que buscan al perfil idóneo para competir.

Por ello, pudieron suceder dos cosas en la visita del presidente López Obrador: o el mandatario frenó esta andanada de Layda previendo que esto puede ser un cataclismo en Morena, o simplemente menospreció la situación porque no le dio valor al asunto al ser, estratégicamente, un mecanismo orquestado y patrocinado desde el Antiguo Palacio de Ayuntamiento de la Ciudad de México para cerrarle el paso a todos aquellos que han levantado la mano por derecho legítimo e histórico.

Eso lo sabremos con el paso de los días y con qué intensidad sigue orquestando la andanada la gobernadora de Campeche, Layda Sansores. Sí esto para -entonces sí- fue claro que el presidente López Obrador intervino a tiempo y, si no, estamos en presencia de un proceso desigual que amenaza la democracia interna de un partido que -se supone- nació como una alternativa distinta a los demás.

Eso sería, sin duda, una simulación llevada al terreno de lo político en el juego sucesorio o ¿No? Muy pronto saldremos de dudas sí el presidente Obrador habló o no con Layda Sansores, al menos podremos descifrarlo en el propio comportamiento de la gobernadora porque sí hay alguien sumamente capaz de frenar la guerra sucia o de avalarla es el mismo López Obrador. Por ello, insisto, dependerá mucho la actitud o el manejo de los temas que Layda realice las próximas semanas.

Por lo pronto, a la gobernadora de Campeche le urgía una fotografía con el presidente algo así que nos hiciera “convencer” o entender que, lo que hizo, está permitido realizarlo desde el poder, incluso tratándose justificadamente de una acción de ilegalidad y fuera de la esencia de lo que significa Morena por la lucha social de años.

Sería una pena por los años y años de lucha social.

Notas finales

Era más conveniente esperar los tiempos de participación y evitar tanto desgaste innecesario. Fue un error anticipar el juego presidencial porque no hay, hasta ahora, un equilibrio que hable de neutralidad. En cambio, sí notamos una cargada descarada y antidemocrática de algunos gobernadores y funcionarios públicos que se están definiendon-sin ser el momento electoral- por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Se vale, en su momento, aunque no con tanta antelación pues esto sofoca y contamina más el clima que se advirtió desde un principio porque naturalmente los titulares de los despachos estatales caerán -sí no me equivoco- en los excesos del dispendio que tanto criticaron para crear mecanismos de publicidad a favor de Sheinbaum; podrán decir que no, pero la lógica apunta que, detrás de ellos, viene una estructura de logística y trabajo político para generar condiciones.

Justamente eso es, ahora, lo que nunca pensamos que pasaría en un partido que se supone antepone todo por salvaguardar la democracia. Eso no es sólo una traición a los principios, sino una simulación. Por ello, ahora más que nunca crece la sospecha de que puede haber imposición desde Palacio Nacional, ojalá que no, porque la lucha de tantos años iría -como dijo el mandatario- al basurero de la historia.