Querido presidente López Obrador:

Ni duda cabe, Andrés Manuel, eres mucho muy inteligente para el debate. Conoces mejor que nadie el arte de desarmar al rival. Esta mañana lo demostraste en tu conferencia de prensa diaria.

Anticipaste, con excelente visión, que en su visita de ayer a México el expresidente priista Ernesto Zedillo —residente en Estados Unidos, hay que subrayarlo— iba a ser arropado por sus seguidores con el recuerdo de algo verdaderamente importante que ocurrió durante su gobierno: la llegada de la oposición a la titularidad del poder ejecutivo.

Entonces, para quitarle a Zedillo la etiqueta de demócrata que le estaban colgando —y de pasada ponerle la de oligarca recurriste a lo más elemental en lógica: partir de definiciones.

Primera definición: Democracia. Como bien dijiste, Andrés Manuel, la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo. Por lo tanto, no pudo ser demócrata un gobernante como Zedillo que convirtió deudas privadas en deudas públicas. Irrefutable tu argumentación, presidente López Obrador.

Segunda definición: Oligarquía. Citaste a Aristóteles para establecer con precisión lo que es la oligarquía, el gobierno de unos pocos. Zedillo al rescatar a banqueros y empresarios mediante el Fobaproa, les ahorró muchísimo dinero, cantidades realmente fabulosas que desde 1998 ha pagado el pueblo mexicano.

Pues sí, ni duda cabe: Ernesto Zedillo fue un oligarca. Pero oligarca o no oligarca —inclusive oligarquísimo—, no podrás negarlo, Andrés Manuel, enlace señor Zedillo hizo realidad el ideal maderista del sufragio efectivo.

Conste, hablo exclusivamente de sufragio efectivo, no de democracia. Esto es, me refiero al proceso de permitir a la gente votar en libertad para después contar los votos y declarar ganador a quien tenga mayoría.

Veamos, Andrés Manuel, algunos hechos del sexenio de Zedillo:

  • Por primera vez el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y Diputadas.
  • La oposición —de izquierda, por cierto— logró la primera gran victoria en elecciones locales, la de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 1997 cuando Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, arrasó en las urnas de votación.
  • Además de la victoria de Cuauhtémoc la oposición obtuvo otras, como las de los panistas Fernando Canales, en Nuevo León; Alberto Cárdenas, en Jalisco, e Ignacio Loyola, en Queretaro.
  • Cuando Zedillo llegó a la presidencia, había tres gobernadores de oposición, los de Baja California, Chihuahua y Guanajuato —pero esta última gubernatura no fue consecuencia del sufragio efectivo, sino de un acuerdo entre el gobierno de Carlos Salinas y el panismo—.
  • Después de que Zedillo terminara su periodo, la oposición gobernaba 13 entidades federativas. Tú ganaste tu primera elección importante, Andrés, en aquel sexenio; la de la jefatura de gobierno capitalina.
  • Y, ni hablar —honor a quien honor merece— gracias a Ernesto Zedillo pudo Vicente Fox encabezar la hazaña de que un partido distinto al PRI llegara a la presidencia de nuestra nación, algo que durante muchas décadas se consideró imposible.

Sin duda hubo elecciones limpias durante todo el periodo zedillista, ¿estamos de acuerdo, presidente López Obrador? No solo limpias, fueron también equitativas, justas, con reglas que garantizaban que ningún partido tuviera ventajas indebidas.

Claro está, el sufragio efectivo solo pudo ser posible en el presidencialismo mexicano porque el presidente de la república así lo decidió.

Varias veces en tu mañanera, Andrés Manuel, has reconocido que Enrique Peña Nieto no utilizó el poder de la presidencia para favorecer al PRI en la contienda de 2018.

Si has subrayado la imparcialidad de Peña Nieto significa, Andrés, que estás absolutamente convencido de que si el político mexiquense lo hubiera querido, habría podido convocar a los factores reales de poder —grandes empresarios, los principales medios de comunicación, sindicatos, etcétera– para un gran fraude electoral. En efecto, exactamente lo que hizo Fox en el año 2006 para robarte a ti la presidencia y entregarla al fallido Felipe Calderón.

Así que, querido y admirado Andrés, oligarca o no oligarca –me voy al extremo de nuevo: oligarquísimo– Ernesto Zedillo debe ser calificado y elogiado como el presidente del sufragio efectivo.

La democracia que ahora tenemos –con un presidente como tú, Andrés Manuel, que gobierna para el pueblo– no habría sido posible si a Zedillo le hubiese temblado la mano para enfrentar a los viejos priistas que insistían en seguir recurriendo a toda clase de trampas para mantenerse en el poder.

Que el primer presidente no priista haya sido un verdadero papanatas, eso ya no fue culpa de Ernesto Zedillo. Pienso que a Zedillo le habría encantado el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el año 2000, pero ni hablar, Vicente Fox resultó más hábil para vender su imagen y así nos fue: conocimos la corrupción panista, peor que la priista; volvió el fraude electoral, corregido y aumentado, y hubo retrocesos en no pocos sectores.

Pero el pueblo ya había disfrutado el placer del sufragio efectivo y no rindió ante la traición de Fox. La gente, en vez de deprimirse o sentirse derrotada, te acompañó, Andrés Manuel, en una muy larga protesta de resistencia civil porque te habían robado la presidencia y durante muchos años nadie descansó porque, fuimos testigos, nadie iba a abandonar el objetivo de llevarte a Palacio Nacional.

Habrá un segundo gobierno de izquierda, que será democrático como el tuyo, presidente López Obrador, y no decepcionará. Los sabemos gracias a los instrumentos de la estadística que son muy útiles para anticipar resultados electorales. Con ventajas de Claudia Sheinbaum tan grandes en todas las encuestas, no hay duda de que otra vez el sufragio efectivo nos dará un gobierno para el pueblo. Porque ya somos demócratas y no dejaremos de serlo...

Pero, llamemos al pan, pan, y al vino, vino. Es justo admitir, y estoy seguro de que lo digas abiertamente o no, Andrés Manuel, coincides conmigo en que esta democracia que tenemos fue posible porque un oligarca que gobernó para los ricos hizo el milagro de que se diera lo más importante: el sufragio efectivo.

Así que, oligarca o no oligarca o inclusive oligarquísimo Ernesto Zedillo es el presidente del sufragio efectivo. Y este mérito nadie se lo va a quitar.