Apenas minutos antes de comenzar a escribir esta columna, la secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, anunció la disolución de la alianza antinatural de Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador con el PES, la franquicia partidista de Jorge Hank Rhon y su familia en Baja California.

Aunque la secretaria hizo el anuncio con mucho tacto, la realidad es que las declaraciones de Hank respecto al gobierno de López Obrador simplemente detonaron el repudio y el sangriento y violento recuerdo del trienio del dueño de “Grupo Caliente” y del bodrio de equipo de Xolos de Tijuana entre los bajacalifornianos. Difícilmente los habitantes de este estado queremos el regreso del PRIAN, pero tampoco la llegada de lo peor de la política y en el caso de Hank, lo peor de la humanidad con comentarios cómo “mi animal favorito es la mujer” y otras linduras que pueden ser fácilmente buscadas en Google.

La ecuación política era clara: de la posibilidad alta, altísima, de repetir por tercera vez consecutiva el “carro completo” en todo el estado, y el mal nombre de Hank y su partido ponía en bandeja de plata dos municipios bajacalifornianos para la oposición.

Ahora, unas preguntas: ¿de quién es la responsabilidad de este fiasco que apenas pudo prevenirse? ¿De la gobernadora Marina del Pilar, que viaja a Davos a fotografiarse con el ultraderechista Sergio Sarmiento? ¿De su esposo, empanizado y pésimo operador político Carlos Torres? ¿De las autoridades partidistas nacionales? ¿Por qué decidió romperse esta alianza perdedora? ¿Por la presión mediática, ciudadana o por indicaciones superiores?