Desde Palacio Nacional tratan de inducir la idea de que Morena es invencible, de que gana todo.

De la tarea se encargan publicistas y consultores como Epigmenio Ibarra, su esposa, Verónica Velazco, el vocero Jesús Ramírez y su prensa y el equipo de seguidores y multiplicadores en redes sociales.

Pero esa imagen de invencibilidad dista mucho de la realidad y de la percepción de la sociedad, lo cierto es que nada está escrito.

AMLO lo tenía todo

En 2018 el entonces candidato de la Alianza Morena, del corrupto PVEM, del prostituto PT y del evangélico PES, Andrés Manuel López Obrador, se presentaba como el líder de la esperanza.

Después de 18 años en campaña y grandes promesas, logró capitalizar los yerros y la corrupción del sexenio de Peña Nieto, y la población votó por la esperanza de una mayor democracia, menor corrupción y verdadero combate a la pobreza.

AMLO y su partido arrasaron al punto de casi borrar de la escena política al PRI y el PRD, de hecho, Morena se nutrió de la disidencia de esos partidos y de algunos cuadros del PAN.

Sin embargo, el ejercicio de gobierno es muy desgastante y se complica aún más cuando no hay resultados. No es lo mismo estar en campaña permanente que gobernar.

Golpe al ego de AMLO

En las elecciones intermedias de 2021 el partido del presidente fue incapaz de conservar el control de la Cámara de Diputados y, por primera ocasión en 24 años perdieron la mitad de la ciudad de México, su principal bastión desde 1997 con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

Otro contundente golpe que muestra que la población ya perdió la fe ciega en AMLO, fue la famosa consulta para ver si se juzgaba a los expresidentes, una vacilada que apenas logró poco más del uno por ciento de participación, lo mismo en la revocación de mandato, solo acudió un 17%, poco más de 15 millones de personas.

Para colmo, se aproxima la sucesión presidencial y ninguna de sus famosas “corcholatas”, ni Claudia Sheinbaum, ni Marcelo Ebrard, ni Adán Augusto López Hernández, motivan a la población, ninguno posee el poder de convocatoria del líder.

Para acabarla de amolar, no solo hay una guerra soterrada entre las corcholatas y los miembros del Gabinete, sino que al interior de Morena hay división y una fuerte disidencia.

La confrontación entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, tanto por responsabilizarse de la tragedia de la Línea 12, como por otros temas de la agenda nacional, ya pasa factura, la situación difiere mucho de 2018, cuando solo existía AMLO y todos le rendían pleitesía.

Adán Augusto, por su parte, llegó a la secretaría de Gobernación a fungir como conciliador, no sólo con la oposición o grupos empresariales, sino con los integrantes del Gabinete, pero poco le duró esa imagen, porque rápidamente empezó a conformarse la idea de ser el Plan B de AMLO. Morena, no la ha tenido fácil.

Como dice el dicho, árbol que crece torcido, jamás su rama endereza.

Desde el inicio del movimiento los integrantes de Morena se han enfrentado hasta llegar a las manos y las denuncias penales. Desde los pleitos de corrupción y denuncias entre Yeidckol Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuéllar, hasta la elección de consejeros de hace unas semanas, plagadas de violencia y choques entre grupos del partido.

La división se hizo aún más evidente el pasado fin de semana durante la Segunda Convención Nacional Morenista impulsada, entre otros, por John Ackerman y su esposa, la exsecretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval y el sacerdote Alejandro Solalinde quienes acordaron desconocer a la cúpula del partido y pidieron la renuncia inmediata del presidente nacional Mario Delgado, la secretaria general, Citlalli Hernández y la presidenta del Consejo Nacional, Bertha Luján.

Esta disidencia no reconoce a ninguna de las corcholatas y aunque mantienen apoyo irrestricto al presidente, reconocieron que en Morena se practica la compra y coacción del voto, acarreo, condicionamiento de programas sociales, amiguismo, nepotismo y fraude electoral como el que tuvo lugar durante las asambleas del pasado 30 y 31 de julio, anunciaron que presentarían un recurso ante el TEPJF e hicieron un llamado a la refundación de Morena por incumplir sus principios básicos de “no mentir, no robar y no traicionar” .

Lo peor de todo, convocaron a la celebración de foros para elaborar una propuesta popular a favor de la “radicalización de la Cuarta Transformación durante el próximo sexenio, 2024-2030″.

AMLO no suelta el control

En la medida en que AMLO se mantenga como líder político de Morena, ninguno de sus posibles sucesores logrará tener un control del movimiento como lo tuvo él en 2018.También hay que decirlo, aunque AMLO mantiene una aprobación del 57%, está muy lejos del 70% que tenía al inicio de su administración.

Hoy el 53% de la población desaprueba su gobierno y considera que las cosas se están saliendo de control. De acuerdo con la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica, para 2024 el 46% de las personas prefiere la alternancia y solamente un 41% respalda a Morena.

Por ello, aunque pretendan implantar una idea muy diferente y triunfalista, para la elección del 2024 aún no hay nada escrito. Cualquiera puede ganar… a pesar de los dirigentes de la oposición.