David vive sus días ayudando a enfermos terminales. El bañarlos, alimentarlos y ayudarlos a salir y entrar en la cama es un trabajo que drena a cualquier persona, pero él toma esto con paciencia y respeto.  

Michel Franco escribe y dirige esta cinta contemplativa donde el personaje principal poco a poco va borrando las barreras personales para absorber los problemas y dolores.

Es la primera cinta en inglés de este director y lo hace de la forma más cruda posible. Nuestra mirada es puesta como un testigo mudo de la degradación de los seres humanos ante la enfermedad y el dolor de quien los rodea.  

Una historia que se cuenta con menos de 100 planos a lo largo de los 94 minutos de película.  Tim Roth nos arrastra en espiral donde la vida personal no existe y el estar presente para los que parten es lo principal.

Roth crea a David casi como un fantasma,  una actuación sutil que hable más fuerte que cualquier trabajo de su carrera.  El actor, empeñado a trabajar con este director, regala a la cinta la esperanza de llegar a salas comerciales,  pero su contenido no está alejado de cualquier multicinema.  

Franco busca reflejar algo de luz en las personas que dedican su vida al cuidado de los moribundos,  pero lo hace de una forma tóxica contaminándonos del dolor que experimentan los personajes. Un trabajo impresionante que no podemos dejar pasar.