Regresa el grupo de magos “the four horsemen” con una nueva misión: realizar un golpe maestro con magia, hipnotismo y engaños. La fórmula se repite.
Tras los eventos de la primera entrega, este equipo se encuentra en aprietos con un nuevo enemigo, ahora deben usar todos los trucos posibles para salir adelante.
Con un elenco sólido, esta secuela logra algo casi imposible: rayar en lo ridículo. Exige al público que crea en magia como si fuera hechicería, sin explicación verdadera de eventos tan extraños como ver a Jesse Eisenberg convertirse en agua y un truco de cartas que solo se sustenta con efectos de computadora.
La historia es demasiado blanda a comparación de la entrega anterior. Ahora todos los esfuerzos narrativos se direccionan hacia efectos especiales más elaborados y sin justificación. No obstante, existe un tinte de humanismo por una subtrama en la que participa Mark Ruffalo.
Quizá no estés enterado pero existe algo que el estudio -como el marketing-han intentado ocultar a como dé lugar, Woody Harrelson, en esta cinta, además de tener el poder de hipnotizar y un extraño poder de predicción, tiene un gemelo, pero la sorpresa es... ¿están preparados?
Lo interpreta el mismo. Harrelson interpreta a dos personajes diferentes y déjenme decirles que es el peor error. Su gemelo resulta molesto y estúpido, sacando totalmente de la pobre construcción dramática al espectador.
Por otro lado, la adición de Daniel Radcliffe es bien manejada hasta cierto punto. Su participación es conducida pero no justificada, pero si uno como espectador está dispuesto a ver un filme de robos con magia inexplicable, puede entender la aparición sin verdadera razón de este personaje.
En conclusión podemos decir que esta película es una montaña rusa de engaños y subestimación de tolerancia del público cautivo. Lo que no se perdona es que intenten hacer una franquicia de esta franquicia sin una pizca de alma.