En el marco de las acciones que se están llevando a cabo en el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) en torno al Día Internacional de la Mujer, el cual conmemoramos el pasado 8 de marzo, decidí redactar esta columna con la intención de evidenciar lo lejos que estamos de lograr una sociedad libre de violencia de género. Para ello me basaré en cifras presentadas a finales del año pasado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre dicha materia, las cuales nos obligan a tomar cartas en el asunto, no solo una vez al año sino los 365 días del mismo, empezando hoy.

Según el INEGI 63 de cada 100 mujeres de 15 años y más han padecido algún incidente de violencia; 47 de cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido al menos una relación de pareja han sido agredidas por ésta; la prevalencia de violencia de pareja más alta es entre las mujeres que trabajan, donde alcanza al 52.1% de todas las mujeres en esta condición; 1.2 millones de mujeres casadas o unidas enfrentaron violencia física muy grave o extrema y cuya vida estuvo en riesgo; 85 por ciento de las mujeres que enfrentaron violencia física y/o sexual infligida por su pareja, fue violencia grave o muy grave, alcanzando a 5.1 millones de mujeres; y 21 por ciento de las mujeres que sufrieron violencia física y/o sexual ha pensado en suicidarse o lo han intentado.

 Con esas cifras no cabe más que concluir que la situación en México es verdaderamente alarmante.

 Las Naciones Unidas definen la violencia hacia la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”[1], lo cual resulta inaceptable en pleno siglo XXI y más aún en un país que se jacte de tener un Estado de Derecho justo para todos y todas como México.

 Es indudable que el género femenino ha tenido grandes avances de empoderamiento en todas las ramas posibles. En deportes, ciencias, política y artes las mujeres mexicanas se han destacado en los últimos años, sin embargo, la realidad es que México sigue viviendo una sociedad eminentemente patriarcal debido a la formación que hemos recibido en la escuela, en casa y en la televisión. En ese sentido, hay quienes todavía piensan que quien debe proveer económicamente al hogar es el varón lo que consecuentemente genera en el hombre la falsa impresión de subordinación de la mujer y que ello le da la idea de que tiene derecho a violentarla por considerarla de su propiedad.

 Es importante destacar que la violencia hacia las mujeres no es la única clase de violencia que existe en México, pues aún existen varios sectores vulnerables que sufren por el grupo social al que pertenecen. En ese sentido, lo ideal sería que lográramos erradicar cualquier clase de violencia del país, sin embargo, las cifras que presenta el INEGI son indicativas de la particular condición de vulnerabilidad en la que se encuentran muchas mujeres de nuestro país, por lo cual debe prestarse particular atención al tema.

 Es momento de que como sociedad nos unamos y hagamos conciencia para erradicar este enquistado y añejo problema de nuestro país. Por ello, les propongo que rompamos el silencio. Si somos testigos de cualquier daño psicológico, físico, patrimonial, económico o sexual sobre mujeres, no nos quedemos de brazos cruzados y denunciemos. La violencia en contra de las mujeres es un problema que no reconoce razas, credos ni clases sociales. Unámonos y digamos NI UNA MÁS.

[1] Organización Mundial de la Salud http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs239/es/