Duérmete niño<br>duérmete ya<br>que viene el coco <br>y te comerá.<br>
Canción de cuna
Parecer quiere el denuedo<br>de vuestro parecer loco<br>al niño que pone el coco<br>y luego le tiene miedo.
Sor Juana Inés de la Cruz
La costumbre otoñal e infantil de vaciar calabazas y tajar en su cáscara ojos, nariz y boca buscando una expresión severa, está lejos de ser una costumbre estadounidense importada. En Galicia y el norte de Portugal esta es una tradición ancestral que tiene raíces en el culto celta de las cabezas cortadas.<br>Para el nombre de este personaje y su caracterización se han sugerido muchas posibilidades, desde el latín coquus, 'cocinero', hasta el náhuatl kojko, 'daño'. El coco se representa como un fantasma con una calabaza vacía, a modo de cabeza con tres agujeros, imitando los ojos y la boca. El etimólogo Joan Corominas afirma en su obra Breve diccionario etimológico de la lengua castellana que los hombres del almirante portugués Vasco de Gama llamaron así al fruto homónimo por comparación de la cáscara y sus tres agujeros con una cabeza con ojos y boca (véase imagen más abajo), como la del coco. Todavía hoy se llama coloquialmente coco a la cabeza, en expresiones como «comer el coco», «tener mucho coco», «estar mal del coco» o «patinarle a uno el coco».<br>Wikipedia<br>
Andrés Manuel tiene al Instituto Nacional Electoral en la mira. Es su coco, su pavor más grande. Aprovecha que la gran mayoría de la población —generaciones jóvenes y viejas por igual— desconocen el largo, arduo y costoso proceso que significó tener este tipo de instituciones. Se explica así su golpeteo al INE, no importando que fue este órgano el que permitió que las elecciones para su triunfo fueran las más limpias y vigiladas de todos los tiempos (ya lo decía en este espacio hace una semana).
El presidente AMLO hace de todo para erosionar al Instituto: disminuye su presupuesto, acusa falsos complots y se extralimita diciendo que será el guardián electoral. Como titular del ejecutivo federal, sus funciones son otras.
López Obrador le tiene miedo al INE porque sabe que puede realizar las elecciones de forma limpia y ordenada. Y las elecciones intermedias son el próximo año, si bien el proceso electoral iniciará en octubre de este año. En juego 15 gubernaturas, el total de la Cámara de Diputados y un fuerte porcentaje de ayuntamientos y de congresos locales.
Él ha dicho que la democracia permite la competencia y castiga a los malos gobernantes. Será por eso que prefiere dinamitar al INE en estos momentos antes que arriesgar que el voto popular demuela las propuestas de la 4T.
En las últimas semanas su golpeteo se ha incrementado. Y es que si bien su popularidad sigue alta, se registra una tendencia a la baja y él lo sabe.
Pero hay otra tendencia: a medida que López Obrador y Morena decaen en aprobación, su ataque a las instituciones que sirven de contrapeso se incrementa.
Los golpes lindan en lo absurdo cuando se recuerda que el INE nació para evitar lo que sucedió en el 88, cuando se inmiscuyó aquel secretario de gobernación, ahora director de la CFE, para hacer perder a su (¿antes?) amigo Cuauhtémoc Cárdenas.
Las elecciones dependían del gobierno federal y fue en un intento por respetar el voto de la ciudadanía y asegurar el nulo involucramiento del gobierno en turno, que surge este órgano constitucionalmente autónomo. Hoy ya en el poder, quiere arrasar con la institución que ofrece la posibilidad de dirigir y realizar unas elecciones justas.
La sospecha y el resentimiento le ganan al señor presidente. Se pierde el estadista, el líder y la investidura y se dibuja el hombre que le teme a la democracia.