inmundo, da <br>Para los griegos significaba “no limpio”.<br>Para la RAE, el significado es más peyorativo: <br>1. adj. Sucio y asqueroso.<br>2. adj. Impuro.<br>3. adj. Dicho de un animal: Que los judíos tenían prohibido comer por su ley.<br>

La rifa que no es rifa

Se sortean 100 premios de 20 millones de pesos cada uno. Se acompañan de un presidente, su gabinete y demás colaboradores que hacen promoción de los mismos. No es su función, pero igual la desempeñan en tiempos oficiales. ¿Dónde está Irma Eréndira? A los servidores públicos se les paga con nuestros impuestos y no precisamente para hacerla de billeteros o de propagandistas.

Más aún, se debería supervisar minuciosamente que los funcionarios que han presumido comprar cachitos, ya sea para ellos o para regalar, no lo hayan hecho con cargo al erario...

Y lo digo porque Álvaro Cueva escribió ayer en Milenio sobre lo que ha escuchado de la rifa no rifa del avión presidencial, así como todo lo que implica lo que ha hecho o dejado de hacer el líder de la 4T con los cachitos por vender. Y, de ahí, afirma que la rifa es uno de los grandes momentos de México; lo esboza como una gran historia que nos une a todos.

Gesto patriótico

Se puede estar de acuerdo con la rifa y con dicho columnista; igual con otros muchos mexicanos que no aceptan la acción. También, por cierto, con equipararla con la gesta de los Niños Héroes (celebrada ayer), que no existieron: ni fueron niños ni fueron héroes. Pero, en fin...

El hecho es que algunos podrán coincidir en la necesidad de ese gesto (¡qué digo necesidad, oportunidad más bien!), como también podemos estar de acuerdo en la inutilidad del mismo, pues para una rifa de “unión” o con el propósito hacernos soñar no es necesario acudir a la mentira.

Aun con lo anterior, admitamos que el sorteo constituye un gesto patriótico; démosle la razón al columnista del diario antes citado. El asunto es que el señor Cueva no mencionó las críticas fundamentales al sorteo. Y vaya que con las mismas pierde por completo su sentido patriótico.

¿Quién pompó?

Lo que debe contestarse, y le pregunto al respetable señor Cueva, es ¿cómo llamamos a una parte del financiamiento de la rifa en cuestión?, ¿robo, peculado, descuido, desfalco o corrupción?

Porque destinar el dinero de órganos, de partidas, de dependencias, de sindicatos, de nuestros impuestos, del mismo INSABI (¡en plena pandemia!) para comprar cachitos con dinero público para regalarlos por doquier, está lejos de ser un acto patriótico.

Porque para sueños e ilusiones supuestamente ya teníamos a la Lotería Nacional que se financia a través de quienes compran los cachitos. No es necesario invertir dinero del erario para comprar boletos. En cambio, hoy, tenemos una pérdida para el Estado al menos por partida doble.

Y es que se prefirió comprar cachitos con dinero destinado al sector salud (a los derechohabientes) y se dio boletos a un puñado de funcionarios y personal médico, si bien nos fue. Ahora el azar será el que determinará si a algún personaje de algún hospital le toca algo de dinero o si todos pierden.

Digámoslo como es: el dinero para la salud de los mexicanos se está usando para otros fines, y ese acto se promueve desde Palacio Nacional. Eso se llama en buen castellano malversación de fondos.

Al "pueblo” no le interesó cuestionar el neoliberalismo

Un sorteo que, a menos de un mes de celebrarse, no llevaba ni siquiera la mitad de los cachitos vendidos. Pero, bueno, ya sabemos cómo somos los mexicanos: dejamos todo para el último momento, ¿o no?

Sin embargo, en mi opinión, la baja venta de los cachitos y las “compras de pánico” de último momento a costa del presupuesto público para regalar y donar boletos “aquí y allá” son pruebas de que la rifa no llenó de sueños o expectativas al pueblo.

Tampoco le interesó como una forma de cuestionar al neoliberalismo. Vaya, resultó que no era para tanto.

Tal vez la austeridad impuesta por la 4T —ya no se diga por la terrible realidad— al gabinete y de paso a todos nosotros, cortó de tajo las intenciones de comprar aunque fuese un pedazo de ensueño o de apoyo al presidente de la nación.

La gesta no resulta tan necesariamente patriótica desde este punto de vista. Quien diseñó esta farsa, no reposicionó a la Lotería, ni sirvió de paso para cuestionar al neoliberalismo. Tampoco consideró que la gente no desea ni puede gastar 500 pesos (el equivalente al salario de una semana para muchos), un precio más elevado que los que da la Lotería para sus premios —eso sí mayores— de otros sorteos.

El sorteo inmundo

Del desvío de recursos para comprar boletos, en lugar de dar el dinero de forma directa a los nosocomios y centros de salud, como está mandatado, valga reprobar que 956 hospitales recibirán casi 1,000 boletos cada uno, y si les toca “podrán invertir en materiales”. La hipocresía es que con el dinero de la rifa “se compraría equipamiento médico”. Ahora solo se recibirán pedacitos de papel; cachitos que no se sabe en manos de quién quedaron. ¿O ustedes sí?

Esto es, una vez entregados los cachitos, ¿quién se quedó con los vendidos, con los NO vendidos, con los premiados y los NO premiados? Ofrece muchos escenarios desdoblados en abusos, apropiaciones y dudas. ¿Hay un registro y monitoreo de qué cachitos y con qué números de serie se quedaron los particulares? ¿Determinados funcionarios? ¿Los administradores de dependencias? Por supuesto que no.

La rebatinga por el efectivo de los boletos premiados será más cruenta y más cuestionada que la elección de la dirigencia de Morena, y eso ya es decir mucho...

En el video promocional protagonizado por el primer mandatario para la venta de los cachitos, dice del avión: “esto es un insulto”. No obstante, el mayor insulto, la rifa inmunda, es usar dinero destinado a —la ya de por sí precaria— salud de los mexicanos para comprar boletos de una rifa que no rifará un avión.

Y las no entregas de dinero que sí valen, las de dolor y rabia porque siguen sin llegar las medicinas, esas seguirán sucediendo porque el gobierno continua sin asumir su responsabilidad. Los muertos, patriotas y patrioteros, continúan desfilando.