Mal termina lo que mal empieza.<br>

Dicho popular

Hacía muchos años que los países productores de petróleo no alcanzaban un acuerdo como el celebrado ayer. Mismo Rusia decidió aceptar —lo que nunca— disminuir su producción para con ello elevar un poco el precio del crudo e incentivar esa industria energética y mejorar la economía mundial. Pintaba para ser de esas ocasiones en que, más allá de ideologías, los países tomaban una decisión al unísono.

Todos se pusieron de acuerdo. Bueno, no todos. Un país dio la nota, iniciando con la descortesía de pararse por unas horas de la mesa de negociaciones —sin avisar, claro está—, para luego regresar y decir que dicho país no estaba dispuesto a reducir su producción de crudo a los niveles solicitados por la comunidad internacional. La OPEP le había pedido disminuir la producción en 400 mil barriles de petróleo al día, pero decidió que solo serían 100,000. Con ello reventó un acuerdo que beneficiaba a todos los ahí reunidos, incluyendo a dicho país.

Su indecisión se ventiló de inmediato en el foro e Irán pidió que se sacara del mismo a dicho país. Las demás naciones decidieron no hacerle caso a Irán, pero se quedó en los antecedentes de la historia y de las relaciones diplomáticas que será mejor ya no contar con esa nación de ahora en adelante.

Seguramente, en breve, en el seno de la OPEP se llegará finalmente a un acuerdo, pero México ya no fue parte de la solución; de hecho habrá sido EL PROBLEMA.

A decir verdad, la mayoría de las veces México no secunda las decisiones de la OPEP; va más con las resoluciones de Estados Unidos, quien al igual que Rusia NO es parte de la OPEP. Pero en este caso en particular, Rusia ya había dado su venia a la decisión de la OPEP y su líder, Vladimir Putin, se encontraba en pláticas con Donald Trump para que los Estados Unidos también se sumara a la decisión del conjunto. Al no ser parte de la OPEP, México no tiene que ceñir su producción a lo acordado por dicha asociación, pero dado que estamos viviendo tiempos inauditos, se esperaba una posición más solidaria de nuestra parte. En todo caso, lo que sí fue inexcusable es la actitud de dejarles esperando por horas.

¿Por qué la descortesía de nuestra secretaria de Energía, Rocío Nahlé?, ¿por qué mantener la negativa ante el acuerdo internacional? Sinrazones existen varias. La primera es que López Obrador basa su política económica en aumentar la producción petrolera. Sin embargo, han resultado malos sus cálculos con Pemex.

En segunda instancia, porque la 4T no sabe jugar en equipo. Ante la baja en la calificación de los bonos de Pemex era el momento de dar una señal a los países de que México sabe sumar. Eso además de que, dados los altos costos de extracción en nuestro país, esa decisión nos convenía.

Tercero, debido a que nuestra funcionaria carece del mínimo sentido de la educación. El problema es que, junto con ella, México queda mal parada con todo mundo.

Finalmente, porque AMLO se equivoca y cree que puede hacer su voluntad caprichosa también a nivel mundial.

En fin. Gracias a la posición asumida por nuestro gobierno, los grandes productores como Rusia y Arabia Saudita tendrán una excusa para ganar mayores cuotas de mercado, ofreciendo descuentos a los países a los que actualmente vende México.

Tiempos difíciles los que vive el mundo en general, momento ideal para buscar soluciones entre las diferentes naciones del orbe. ¡Qué lástima que el gobierno de México decidiese ir en contra de una posible mejora para la economía mundial!

¡Ya solo falta decir que si la OPEP sabe cómo es la 4T, para qué la invita! La vergüenza es que, cuando nos invitan y nos tienen esa deferencia, nuestro gobierno se comporta como pelafustán (más allá de que quedamos como estúpidos al negar una acción que también beneficiaría a México).

La crónica por esta vergüenza petrolera apenas empieza.