Avanzo y escribo<br>Decido el camino...<br>Sé que se me viene el mareo<br>Y es entonces<br>Cuando quiero salir a caminar...<br>El agua me ciega<br>Hay vidrio en la arena<br>Ya no me da pena<br>Dejarte un adiós<br>Así son las cosas<br>Amargas borrosas<br>Son fotos veladas de un tiempo mejor.<br>

Gustavo Cerati

Los medios de comunicación, de todas las orientaciones ideológicas y editoriales, a través de sus columnistas y analistas, tratan de darle orden al debate público; de iluminar un poco los asuntos para el resto de la población.

Pero ello no es tarea exenta de ataques, la mayoría injustificados. Tampoco resulta ser una responsabilidad sencilla. Y es que los frentes abiertos se multiplican; AMLO pone temas en la palestra de la opinión pública constantemente, de una manera casi vertiginosa. A veces se trata de cortinas de humo muy acotadas; otras ni eso.

Cada asunto que el presidente aborda, hecho que para muchos se vuelve confusión, debate y desorden. Y no por comentarlo en la mañanera estos se desenredan o aclaran. Todo lo contrario.

La infinidad de temas que merecen un análisis serio se convierte en un reto. Se hace el intento, aunque nunca se alcanza la profundidad que cada asunto merece. La avalancha de acontecimientos hace que no haya tiempo ni espacio suficiente para ello.

Todo lo descrito antes hace que en no pocas ocasiones la labor de quienes escribimos sea de una inmediatez absoluta.

El problema de las otras cifras, razones varias y pretextos variopintos abonan a la dificultad de llevar los cuestionamientos al régimen de una manera sistemática y por lo tanto útil y eficaz para insistir en una adecuada rendición de cuentas.

Pero es justamente por ello que la labor de los periodistas y articulistas debiera volverse más metódica a la hora de analizar el quehacer gubernamental. Desafortunadamente no contamos con herramientas que concentren, sinteticen, verifiquen y validen los datos de la gestión gubernamental (como ocurre en otras latitudes). Eso sería ideal, tanto para defender al gobierno como para cuestionarlo.

A falta de ello, básicamente se siguen tres tipos de “estrategias” en los artículos de opinión; ninguna mejor o peor. Todas válidas.

Algunos en general solo tratan un tema en específico. Otros únicamente se dirigen a una audiencia en particular. Los más, tratan de ir sobre los asuntos del día, trayendo a colación —desafortunadamente solo en ocasiones— escritos pasados sobre el mismo tema; esto es, los datos, análisis y conclusiones a las que se había arribado antes.

Sin embargo, mismo con eso, es difícil no perderse en el vaivén de la perorata del presidente. Los temas dispersos y sus múltiples frentes abiertos son dos de las razones por la cual no alcanzamos a cubrir ninguno en su integralidad. Se van quedando sueltos los asuntos y mucho se convierte en una crónica inacabada.

Pareciera, entonces, que los articulistas somos como esos perros que persiguen su propia cola; haciendo círculos interminables. Los mismos círculos descritos en la palestra mañanera.

Y queda la impresión de que no hay un solo asunto que tenga punto final.

Que si el avión presidencial que se vende, pero no se vende; el que se rifó, pero no se rifó. Los viajes que realiza el presidente en vuelos comerciales (insultos incluidos), olvidando todos los costos que ha generado para el país lo referente a tener estacionado el TP-01.

El tema de los niños con cáncer y la falta de sus medicamentos oncológicos que surge a ratos; solamente cuando los padres de los mismos vuelven a clamar por la salud de ellos...

El no-seguimiento al caso de Pío López Obrador y sus actividades de financiamiento electoral con dinero ilícito. Tampoco por lo que respecta a Emilio Lozoya Austin o Alonso Ancira. ¿Qué sucede con el caso Rosario Robles? ¿Con las diversas observaciones de la Auditoría Superior de la Federación (más allá de lo que tiene que ver con el AICM)? ¿Con el destino de los ahorros por austeridad y combate a la corrupción? Estos son solo algunos ejemplos de los muchísimos casos que han quedado inconclusos.

A todo lo anterior, las críticas de AMLO y toda la parafernalia de la mañanera contra los medios de comunicación es constante. Las diatribas ácidas, las alusiones a la prensa como si fuese un enemigo a vencer desencaja la labor que muchos columnistas realizamos. Nuestra labor es señalar, no festinar.

Andrés Manuel ha resultado bastante impermeable a los cuestionamientos, y esto solo se incrementará si las justas interrogantes carecen de precisión y distan de ser metódicas. Por ende, dar seguimiento más puntual, se convierte en una necesidad como columnistas y una demanda a cumplir a los lectores /ciudadanos para que tengan más elementos concretos que les permitan dilucidar sus opiniones y opciones políticas. La pregunta en estos momentos es: ¿queremos?

Y si sí, ¿cómo le hacemos?