La lechera caminaba muy contenta con su cántaro de leche sobre la cabeza. Imaginaba ya en qué forma gastaría todo el dinero que la venta del líquido le iba a proporcionar: «Podré adquirir un cerdo, no me costará mucho cebarlo; con su venta ganaré dinero. Entonces me compraré una vaca, que tendrá un ternerillo; y más tarde seré dueña de un rebaño…».<br>Comenzó a dar saltos de alegría ante su idea, cuando de pronto tropezó, y el cántaro de leche cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. ¡Adiós a la leche y con ello al ternero, a la vaca, al cerdo y al rebaño! Desolada la lechera observaba el cántaro roto, consciente de haber sufrido la pérdida de su fortuna antes de lograrla.
Fábula
En medio de una pandemia que en México ha cobrado ya más de 117,000 vidas, el tema que el presidente priorizó ayer es el de que el Tren Maya no pase a manos de particulares. Firmar un convenio de antemano para que, en un futuro, este no se privatice.
Sí, un tren que no lleva ni el 1% construido y que, más allá del ecocidio que significará, prende todas las alarmas en los pueblos originarios por donde está trazado su paso, ya que acabará (por las vibraciones) con cenotes y construcciones prehispánicas, entre otras muchas cosas.
Alguien debería contarle a AMLO la fábula de esa lechera que hizo planes antes de hacerse de los frutos de “su trabajo”.
Previo a ilusionarse con que se mantendrá como un bien público, debería mejor cuidar que la construcción del tren (una que en mi opinión no debía ocurrir) llegue a buen término. Desde el punto de vista ecológico y cultural —económico es otra la historia—, ojalá siga ese paso de caracol cansado, será menor el daño que le haga a la selva lacandona...
Aunque mismo con ese nimio avance comentado antes, los daños ya resultan terribles: 8,650 árboles talados (datos oficiales), solo en el primer tramo. ¡Imaginemos ahora lo que destruirá a su paso una construcción de 1,500 kms!
Así que ojalá en el sexenio no se llegue ni al 3% de avance.
Pero, volviendo al tema: antes de firmar nada, la 4T primero debería construirlo y, sí también, terminarlo. Y no hay indicios de que se concluya su edificación en el tiempo establecido; solo es un sueño que consume recursos que bien podrían ser mejor usados para las crisis que atraviesa nuestro país.
Adicionalmente, para que la iniciativa privada quisiera hacerse del Tren Maya, este tendría que ser rentable. Hasta ahora los pocos estudios al respecto muestran que en ningún momento ello ocurrirá.
Como el realizado por Efraín Gala, director del Centro de Evaluación de Proyectos del ITAM, a partir de información oficial. Para que el Tren Maya fuera financieramente viable, debería transportar al menos en el primer año a 60 millones de pasajeros y 14 millones de toneladas de carga. La estadía de los turistas extranjeros tendría que ser en promedio de un mes.
Para darnos una idea, 60 millones de turistas son 1.5 millones de autobuses al año. De acuerdo a la SCT, el número máximo circulando en un año son poco más de 50 mil.
Así, el tren no será de interés para la iniciativa privada a menos que el gobierno sea quien subvencione en su totalidad el mantenimiento.
El Tren Maya es una terrible ocurrencia sin sentido que no solo consume millones de pesos que podrían ser usados para impulsar la economía o aumentar el presupuesto en salud y educación, sino que seguirá siendo una sangría constante a las arcas nacionales.
Mientras el covid azota todo a su paso, y se debiera proponer un esquema conjunto para incentivar las empresas nacionales (con ello los empleos) y tener los recursos necesarios para atender la salud de todos los mexicanos, López Obrador prefiere firmar el destino de algo que no existe. Estamos viviendo, literalmente, el mundo al revés.
Pero mismo así hay gente que continúa aplaudiendo. Sigue el ejemplo de celebrar algo que todavía no existe y que, todo indica, nunca existirá.