Enseñar es aprender dos veces.<br>
Joseph Joubert
El terror
El terrorismo académico existe. Es un hecho. Tristemente llega a convertirse en la mercadotecnia más barata a la que recurren algunas universidades, públicas y privadas, de todo el mundo. Venden la idea —equivocada— de que mientras más duros sean los profesores (o la notas), mayor es el nivel. Lo que es más, que las exigencias de ingreso, permanencia y egreso de una institución deben ser los principales determinantes de la reputación y excelencia académicas. Y que eso a su vez sea fundamental —y muchas veces así sucede— en los financiamientos que perciben.
Algo similar ocurre con las certificaciones y reconocimientos por los que estas instancias compiten; hay certificaciones reales, válidas y comparables, otras no tanto.
En tal sentido, y más allá de su oportunismo, tiene algo de razón Carlos Alejandro Noyola, economista egresado del ITAM, que hoy escribe en El Universal: hay maestros en esa institución que basan su prestigio en la siembra de terror entre los estudiantes. De acuerdo a ese egresado de la carrera de economía, Isaac Katz es uno de ellos.
Estudié y me recibí del ITAM —en ciencias políticas, pero cursé bastantes materias de teorías y políticas económicas y estadística—, por lo que creo estar en condiciones de afirmar que sí hay algunos malos profesores en esta universidad, sobre todo por el sadismo con el que tratan a sus estudiantes. Pero si una golondrina no hace verano, un solo Katz no descalifica a la totalidad de los maestros del ITAM.
La mayoría son o han sido excelentes; puedo mencionar por mi experiencia a Leopoldo Gómez, hoy alto ejecutivo de Televisa; a Alonso Lujambio, Javier GarcíaDiego o a Carlos de la Isla e inclusive a la analista Denise Dresser o al hoy emproblemado Francisco Gil Díaz, entre muchos, muchísimos otros.
El suicidio
Es lamentable lo que ha pasado recientemente en el ITAM con una estudiante de la carrera de derecho (sí, no de economía). Ha habido un suicidio (y no es la primera vez) y eso siempre es terrible. Pero la institución, hay que destacarlo, le ha entrado de frente al problema y ha tomado medidas correctivas (positivas en mi opinión). Merece un aplauso.
Aunque nadie experimenta en cabeza ajena, otras universidades deberían hacer lo mismo; el problema del suicidio de estudiantes se presenta en todas las instituciones de educación superior, y debe atenderse. De hecho, hay estadísticas serías al respecto y el ITAM no se destaca en ellas, ni a nivel nacional ni internacional. No voy a señalar aquí a las escuelas que tristemente despuntan en la materia; ya es cuestión de cada institución y de sus comunidades adoptar las medidas adecuadas para revertir este mal.
Por cuanto al ITAM, creo que desde hace tiempo debió haber abandonado por completo su estrategia de presumir excelencia solo porque algunos de sus maestros son bien duros con los estudiantes o porque sus egresados resulten destacados (nuevamente, está la cuestión de quién define y qué se entiende por sobresaliente) en distintos ámbitos de la vida económica, política y social del país. Es mercadotecnia a las que muy pocas universidades no han recurrido en algún momento de su existencia; pero no siempre funciona, y ciertamente tiene sus limitantes y asegunes.
El ITAM, las evaluaciones y el neoliberalismo en la 4T
Informo a alumnos, maestros y directivos del ITAM que en las evaluaciones internacionales nuestra universidad está por debajo de las universidades mexicanas, públicas y privadas, más destacadas del país: el Tec, la UNAM y la UAM. La mejor evaluada, el Tecnológico de Monterrey, ha basado su prestigio no en aterrorizar estudiantes en los exámenes, sino en prepararlos para la vida práctica. Al menos de eso presumen...
Por cierto, si el profesor paradigmático de economía del ITAM es el despiadado Katz, el maestro de económicas mejor recordado del Tecnológico —conozco algunos testimonios al respecto— es Carlos Salazar, ex presidente de FEMSA y actual líder del Consejo Coordinador Empresarial. Sus alumnos no recuerdan que haya reprobado a nadie: “Siempre andaba de buenas, siempre ayudaba; lo poco o mucho que sé de economía se lo debo a Carlos”, esto es algo que he escuchado de personas a las que no les va nada mal en sus actividades.
Salazar, por cierto, siempre armado de buen humor —pero también de estudios serios— ha hecho más por la economía de libre empresa en estos tiempos de la 4T, que los exabruptos que nadie atiende de apasionados detractores del gobierno en turno.
Llama la atención, desde la perspectiva política, que López Obrador escuche e inclusive se deje guiar por el neoliberal Carlos Salazar; lo hace porque Carlos tiene eso llamado don de gentes. ¿Por qué a ciertos profesores, algunos de ellos del ITAM, como el que se mencionaba antes, no les hacen caso los economistas de la 4T, ni tampoco los escuchaban los de “la época neoliberal” (AMLO dixit)? Porque viven trepados en los ladrillos que tanto marean y aturden de la falsa superioridad académica. Una falsedad que no solo se da en el ITAM, sino que retoña en muchas otras instituciones de México.
Como en la feria
Así como se habla con seriedad de un problema social y emocional que se pudiera estar generalizando en distintos ámbitos de nuestro quehacer diario, no se debe convertir este triste hecho aislado en una campaña de desprestigio a una institución simplemente por seguir, en una de las carreras que imparte —la de economía— la corriente de pensamiento llamada “neoliberal”. Eso dejémoslo al ámbito de la política, que es el que yo en lo personal estudio y he analizado.
El colaborador de El Universal aquí citado, señor Noyola, es oportunista ya que aprovecha el suicidio de una alumna para hacer llamativo su mensaje. Tuvo malas experiencias con los profesores del ITAM y aprovecha el escándalo para desahogarse.
Cada quien habla de la feria según le va en ella. Pero se supone que Noyola es economista graduado con altas calificaciones —él mismo lo dice y presume también de ser "escritor", pero en esta materia me temo que no da el nivel—, así que seguramente aprendió estadística y, por lo mismo, debería entender la importancia de los promedios. Si a él sus malas experiencias le dejaron malos recuerdos, yo tuve otras, mejores desde luego. Los casos que el economista/escritor menciona no hablan por todo el ITAM.
Por lo demás, él estaría obligado a demostrar lo que dice; no lo hace y, mientras no aporte pruebas, cae en la difamación por venganzas personales; para fortuna del señor Noyola, el difamar ya no es delito castigado por la ley. Mínimo, él debió haber dicho que no es objetivo: descalifica al ITAM a partir de lo que él sufrió. Yo tampoco soy objetiva: creo que el ITAM es muy buena universidad porque recibí en sus aulas una formación de primera y nunca tuve problemas serios con ningún docente.
Más, no menos
Contribuyamos, eso sí, en este u otros debates, con propósito no de señalar y estigmatizar culpables (físicos o morales), sino de continuar contando en el país con buenas instituciones de educación superior, como lo es el ITAM. Necesitamos que haya más universidades —neoliberales o no— que merezcan ser llamadas así, no menos.