Los que hacen la revolución pacífica imposible, harán inevitable la revolución violenta. <br>
John F. Kennedy
La madurez social sí cuenta
A lo largo y ancho del orbe se dan reclamos sociales todo el tiempo. Algunos terminan en agua de borrajas y otros son el principio de cambios trascendentales en la vida político-social de los países. El mismo triunfo de Andrés Manuel está marcado por un largo proceso de protestas y manifestaciones.
Pero él no es el único forjado y forjador de marchas. Antes de que nos alcanzara el coronavirus, en México sacudió a buena parte de su sociedad la marcha de los estudiantes en Puebla, la cual reclamaba la muerte de tres jóvenes universitarios y el conductor de un Uber. La cifra osciló entre los 80 y los 100 mil jóvenes que marcharon de forma pacífica. Luego vino la gran manifestación de las mujeres del 8M que se replicó en muchas ciudades de nuestra nación. Fueron reclamos sociales pacíficos, especialmente el de los estudiantes, donde no se vandalizó ningún comercio, establecimiento y/o monumento artístico (en la marcha feminista tristemente hubo provocadores que generaron problemas, por fortuna menores, pero que no deberían presentarse).
Ahora, con la crisis del COVID-19, debemos acostumbrarnos a ver otro tipo de manifestaciones en nuestro país. No necesariamente de miles de personas reunidas de forma física, pues la misma pandemia dicta normas de aislamiento y alejamiento, pero sí de una sociedad civil más organizada, más participativa... y más desesperada. Las primeras de tales manifestaciones han sido adecuadas dadas los reclamos. Como aquella que antes que el gobierno decidiera cerrar colegios, llevó a la sociedad a tomar esa decisión: mandar a los niños a realizar “escuela en casa”. Otra manifestación de la propia ciudadanía, por miedo o por conocimiento, disminuyó fuertemente la asistencia a lugares altamente concurridos. No debemos olvidar a las empresas que retomaron la costumbre de poner gel antibacterial a la entrada de sus establecimientos para que sus clientes desinfectaran manos.
Desafortunadamente, las manifestaciones ciudadanas que se vislumbran próximamente quizá ya no sean ni tan pacíficas ni tan organizadas como estas otras.
Los reclamos populares y empresariales en ciernes
Falta aún vivir el momento más crítico, cuando la economía personal de millones de personas que viven al día se vea afectada por la cuarentena autoimpuesta por cuestiones de salud y por lo que se desarrolle después, mismo que no podemos imaginarnos ahora. ¿Cuál será la actitud de la gente para exigir apoyo al gobierno, de otras instancias, del resto de los ciudadanos? ¿Se tomarán las calles de forma pacífica para reclamar ayuda vital? ¿O se vandalizarán tiendas de autoservicio y conveniencia para obtener comida y bienes básicos?
Ya hay reclamos por parte del cuerpo médico dependiente del sector salud federal. Tan solo en Puebla, Veracruz, Oaxaca y CDMX hemos sido testigos de pequeñas manifestaciones de galenos y enfermeras quienes exigen contar con protocolos de atención y equipo apropiado para atender a los infectados del coronavirus. En todos los casos, después de manifestarse, regresan a los nosocomios para cumplir con su deber.
En lo que se refiere a los empresarios, más allá de no comprender la cancelación de un proyecto de millones de dólares y con muchos empleos en un contexto de parálisis económica, tendrán pronto que tomar una posición conjunta para solicitar al gobierno ayuda y asistencia ante el embate de esta crisis.
La administración pública, particularmente algunas figuras del gabinete económico (Alfonso Romo, Arturo Herrera, Raquel Buenrostro) deberá entender y atender las protestas empresariales que habrá y tener clara cuál será la respuesta/posición gubernamental ante ellas.
La hora del federalismo
Dada la pasiva actitud del gobierno federal —sin juzgar si esta ha sido adecuada o no— hay gobernadores que han decidido empezar a actuar de forma independiente al poder central. Vemos desde un Jalisco donde se tomó la decisión de comprar más de 25,000 pruebas de detección del COVID-19 (cuando que la Federación ha optado por realizar muy pocas); pasando inclusive por la Ciudad de México, donde Claudia Sheinbaum, normalmente alineada con AMLO, pidió a los habitantes de la capital guardarse en sus casas, mientras López Obrador invitaba a permanecer en la calle haciendo su vida normal; hasta llegar a Puebla donde se estipuló hasta una multa y pena de cárcel si se está enfermo y no se encierra uno en su domicilio. Hay algunos municipios, en Sonora y Oaxaca, que han impuesto el toque de queda, aunque sin mayores logros, pues al no contar con medidas punitivas, pocos habitantes hacen caso de la medida.
Lo cierto es que pronto conoceremos de las decisiones y actuaciones de los diversos gobernadores; veremos aflorar las diferencias por regiones, tanto en el trato del COVID, como en el incentivo de su economía. En pocas palabras se logrará vislumbrar a los gobernantes que más hacen por su terruño y por su población.
Sin falsos aspavientos, en estos momentos de necesidad, sus acciones y omisiones se reflejarán en sus pobladores. Ahora sí, se verán las diferencias por regiones. Nos sorprende esa toma de decisiones más allá del gobierno central, pero debería ser normal en el equilibro entre las autonomías y libertades que se tienen respecto de la Federación. ¿Florecerán en momentos de crisis?
¿Recapacitar o radicalizarse?
Para el gobierno central esta crisis probará su inclinación por recapacitar el rumbo económico o radicalizarse más en las decisiones tomadas y por tomar desde el punto de vista ideológico y político. Ojalá López Obrador privilegie la voz de los que buscan rectificar. Esto es que ponga a Romo, Herrera y a Ebrard a conducir al país.
La disyuntiva del gobierno será: fortalecer el centralismo/autoritarismo o forjar un país más integrado a través del federalismo.
Cierto, en el tema de salud, se supone que el gobierno central es el único quien debería dictar si hay toques de queda o las medidas urgentes y apremiantes para enfrentar una epidemia de estas características. Pero si continúa actuando de forma lenta, las entidades federativas, tomarán sus propias decisiones.
Hay decisiones recientes realizadas por el gobierno federal que vislumbran una visión más autoritaria y centralista. Como lo fue el poner 10 hospitales bajo la égida del ejército. Lo mismo al permitir la consulta popular para determinar la cancelación de la cervecera en Mexicali, Baja California (una muestra del abandono del Estado de Derecho, para instalar la decisión sin sustento legal de un puñado de personas).
Falta saber, en caso de darse la toma de expendios de alimentos, boicots en el pago de impuestos, desordenes sociales de todo tipo, cuál sería la actitud del gobierno.
Hasta ahora la consigna, no importando lo que pase, es la de no tocar a los manifestantes. Pero dado que se trataría de reclamos distintos y ocurridos en un momento crítico a nivel mundial, cabe preguntarse ¿qué hará el gobierno? ¿Mandará al ejército a reprimir? ¿Confiscará bienes por falta de pago de impuestos? ¿O mantendrá la política de abrazos?
El COVID-19 puede y debe ser afrontado en su justo valor. Lo cual incluye las terribles implicaciones económicas que apenas estamos empezando a sentir. Ojalá que López Obrador sepa enfrentar los levantamientos sociales que se vienen sin descalificaciones previas o posteriores y —mejor— tratando de encontrar soluciones a las preguntas y necesidades que estos presenten.
A grandes males, grandes soluciones. Que así lo entienda el gobierno federal: de otra forma quedará patente que no sabe qué hacer ante los mismos clamores sociales que le dieron origen.