“No se puede tener perpetuamente al mismo rival; con el paso del tiempo lo acaba educando.”<br>

Jorge González Moore

“La rivalidad es una cosa buena para los mortales.”<br>

Hesíodo

“La única forma de ser más listo es enfrentarte a un oponente más listo.<br>

Película Revolver

Ayer, en su ya tradicional video dominical, el presidente AMLO dijo que el regreso a México del ex director de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya, permitirá conocer lo que realmente pasó con aquellos presuntos actos de corrupción relacionados con la empresa Odebrecht. Sí, el ex funcionario ha aceptado “hablar” y compartir culpas con algunos personajes del régimen peñista. Mayoritariamente se habla del ex secretario de Hacienda (y de Relaciones Exteriores), Luis Videgaray.

Me pregunto si el excandidato presidencial y antiguo líder del PAN, Ricardo Anaya, también aproveche ese proceso de “purificación” de la vida pública para hacer su reaparición política. No sé si busque reapoderarse de Acción Nacional (si acaso ha perdido el control) y le apueste a un incremento en la popularidad de este Instituto y de su persona pensando en el 2024.

Y es que muchas veces la política se asemeja a la disciplina deportiva del atletismo. Conocemos a un verdadero maratonista. Se trata de López Obrador, quien no cejó en su lucha desde 2006. Pero hay atletas de otro tipo, y aunque hay quien lo daba por muerto, lo cierto es que Anaya se destaca en el “medio fondo” y es posible que quiera dar una batalla más acotada: la del 21-24.

Ya hablé del cómo la “alianza” del PRIAN sí existió en el 2016, y de que esta terminó solo por debilitar al Revolucionario Institucional de cara a las elecciones del 2018. Ello sin darle suficiente impulso al PAN para realmente constituirse en un rival de Morena y AMLO.

Supongo que el plan original del ex presidente EPN para las elecciones presidenciales de ese año sí contemplaba, en determinadas circunstancias, nuevamente el apoyo a Acción Nacional. Sin embargo dos cosas ocurrieron:

La primera es que José Antonio Meade, candidato por el PRI, nunca rompió o desconoció a Peña Nieto. Vaya, no renegó del régimen que lo lanzó a la grande. Eso llevó a que el abierto apoyo del entonces titular del ejecutivo a Ricardo Anaya no se consumara. Lo segundo es que, como consecuencia, este abanderado de la derecha panista enfureció con el gobierno, al grado de amenazar al presidente Peña con meterlo a la cárcel de llegar a resultar victorioso en los comicios.

Naturalmente, Enrique Peña Nieto contestó, persiguió judicialmente a Anaya en plena campaña, y el resultado ya lo conocemos: una arrolladora victoria de López Obrador.

No se requirió que hubiese “PRIMOR”; simplemente la ruptura de Peña con Anaya le costó a este no poder competirle realmente a AMLO. ¿Coquetea ahora el PRI con Morena —vía su dirigente actual o uno de sus antecesores,  Alejandro Moreno y Manlio Fabio Beltrones, respectivamente— para las elecciones federales intermedias del 2021? Esa ya es otra historia.

El hecho es que el PAN de Ricardo Anaya no ha sabido manejar la bandera del combate a la corrupción como lo ha hecho magistralmente Andrés Manuel López Obrador. Y hoy, con el caso Lozoya Austin, eso vuelve a quedar plasmado.

No obstante, de Ricardo Anaya dependerá a partir de ahora montarse en los “logros” que haga la FGR, a cargo de Alejandro Gertz Manero, y de la 4T en perseguir la corrupción que podría llegar a enlodar incluso a Enrique Peña Nieto.

Anaya cuenta, además, con dos elementos más a su favor en estos momentos:

El caso más sonado de corrupción del panismo, el de Genaro García Luna, que se maneja en las cortes estadounidenses, involucra a alguien que ha sido rival interno. Esto es, concierne a Felipe Calderón y le pega al naciente partido México Libre, el cual sería competencia directa, electoral e ideológicamente hablando, a Acción Nacional.

Ricardo Anaya ha conformado un nuevo “equipo” que ya lo apoya desde diversas trincheras, unas que pasan por la intelectualidad (nacional y extranjera) —¿no me digan que no han notado la abierta campaña que hace Enrique Krauze igual en México que vía el prestigioso diario estadounidense The New York Times?— hasta otras que radican al interior de Acción Nacional, partido político que no sorprendería siguiera controlando Anaya.

Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas para el joven político de derecha. Ciertamente está completamente olvidado aquello del presunto lavado de dinero del que se le acusó en plena campaña del 2018. Recordemos que absolución no es sinónimo de inocencia, y las sospechas ahí han quedado. Además, no puede descartarse de entrada que, así como Lozoya termine por condenar a figuras del peñismo, no involucre al PAN y a sus entonces dirigentes, Ricardo Anaya entre ellos (2014-2015), en los desvíos de recursos para financiar o favorecer diversas campañas e intereses políticos.

Por lo pronto no habría que descartar que sea Ricardo Anaya quien encabece la ya conocida BOA (u otro frente opositor), buscando acotar —por las vías democráticas, esperemos— a Morena y a la 4T. Y, en una de esas, quizá se lance por una diputación para, desde el poder legislativo, crear una fuerza de oposición a Morena pensando en el 2024.

Creo que el presidente AMLO esto lo tiene muy claro. Sabe que aunque la especialidad de Ricardo Anaya no son los trayectos mucho muy largos como los de él, sí podría dar este “lata” en recorridos de medio trayecto. Por algo López Obrador no ha dicho ni media palabra sobre el político que quedó en segundo sitio en las elecciones presidenciales del 2018. Sabe que si golpea a posibles rivales, eso solo los haría crecer...