El “umbral del dolor” se define como la intensidad mínima de un estímulo que despierta la sensación de dolor. O bien, en psicofísica, como el nivel en el que el 50% del estímulo es reconocido como doloroso. Para efectos de este tipo de medición, se pueden utilizar como estímulo doloroso la presión mecánica, la estimulación térmica, la electricidad o el láser.<br>El término umbral del dolor se utiliza para describir la sensibilidad dolorosa en términos generales: «él tiene un alto umbral de dolor». El significado exacto del término se refiere al momento en que el sujeto diferencia entre las sensaciones no dolorosas de la dolorosa propiamente tal a medida que un estímulo potencialmente doloroso va acrecentando su intensidad. Para medir esta transición el estímulo se va acrecentando en forma escalonada o continua. El resultado puede variar significativamente dependiendo de cada individuo.<br>

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Distintos umbrales

En lo político, en lo económico, en lo social cada uno de los mexicanos tenemos un ‘umbral del dolor’. Ese está definido por lo que hemos padecido, es producto de lo que hemos vivido. El crisol a través del que miramos es resultado de lo que hemos sido capaces de soportar.

En México, la parte mayoritaria de la población ha sufrido mucho, ciertamente desde el punto de vista económico. La pobreza, la injusticia, la desigualdad es profunda. Andrés Manuel López Obrador supo ver esto, pero sobre todo ha sabido hablarle a la población más empobrecida, capitalizándolo políticamente.

Y es que no es necesario haber sufrido ese nivel de “dolor” para entender este; tan es así que el hoy presidente nunca experimentó tal exclusión a la que nos referimos cuando hablamos de ‘la población más fregada del país’ y sin embargo habla por esta.

Pero volvamos al punto central de esta argumentación: esa parte mayoritaria de la sociedad, después de décadas, centurias de sufrimiento extremo, ha desarrollado una capacidad de aguante, un umbral del dolor enormemente alto. Lo que es más, en prácticamente ningún ámbito de la vida podría estar en una situación peor y, por lo mismo, no tiene mucho que perder. Para ellos no aplica la frase “sí se puede estar peor”, pues de hecho sienten no pueden estar más mal.

Hoy en día, ese sector ha estado y seguirá apoyando al ejecutivo federal, a Morena, a la 4T; no verlo es un error de apreciación mucho muy grave de cualquier crítico o estudioso de la realidad nacional. Y es que estos últimos actores significan esperanza, expectativa de cristalización de un cambio radical para el pueblo de México.

Así, más le valdría a la oposición de esta nación asumir sin embragues que Morena se constituirá a nivel local, y ya no solo federal, como la primera fuerza política del país, este 6 de junio. El gran ganador neto de los comicios será Regeneración Nacional, en algunas localidades arrasando en las contiendas.

Ahora bien, dar por descontado lo anterior no significa considerar que, desde los elementos de análisis que yo y otros estudiosos de la política pública hacemos, ese futuro ofrecido por el gobierno en turno para los pobres de México sea verdadero y llegue a materializarse. No solo eso, yo en lo particular afirmo que los mexicanos más amolados han caído en la paradoja de contribuir, encauzados por la Cuarta Transformación, a perpetuar su precaria situación. Pero ese es otro tema que merece un análisis aparte y que aquí no haré ahora.

Vuelvo entonces a la discusión que me ocupa en esta ocasión. Existe otro grupo poblacional, menor numéricamente hablando al más desfavorecido, que en términos económicos generalmente se le denomina “clase media” (media alta, media media, media baja) cuyo umbral del dolor es mucho menos elevado al del sector popular.

Un número importante de dicho sector votó en el 2018 por López Obrador. En términos coloquiales: le dio el beneficio de la duda al candidato de "Juntos Haremos Historia".

Una de las más importantes motivaciones para hacerlo era rechazar la indecente corrupción de la clase política mexicana que, aunque venia existiendo desde tiempo atrás, llegó a alcanzar niveles de escándalo en el sexenio peñista.

La decepción de la clase media

La desilusión que se aprecia ahora muy recientemente con lo que se presentó como ‘la esperanza de México’ no comenzó entre la cúpula social, ciertamente no cuando se habla desde el punto de vista económico. Los empresarios y capitalistas más importantes y acaudalados del país, no importa el giro o la actividad, nunca estuvieron de forma comprometida con López Obrador o, dicho de otra manera, siempre tienen la manera de acomodarse con el poder en turno. Eso además de que, por lo que a número de votos se refieren, son insignificantes.

No, apreciados lectores. La decepción hacia la 4T empezó y está arreciando entre un sector de la clase media de este país, sea esta de corte empresarial, académico, mediático, intelectual, comercial, profesional. Y este sector, si bien no tiene los números de la clase baja, sí hace una diferencia electoralmente hablando y, desde este punto de vista, lo que ella haga, diga, piense no puede pasar desapercibido para el régimen. Ciertamente AMLO ha notado cómo ha menguado el apoyo que recibe la 4T de entre este sector de la población, y a eso llegaré en un momento más adelante en este texto.

Es a esta clase media a la que sí le afecta el insuficiente o nulo combate a la corrupción gubernamental en todos sus niveles; a la que le alarma la falta de medicamentos, material médico y cobertura del sistema de salud; la que se sorprende del desmantelamiento institucional, pues el INEE, la CRE, la CNH, el INE, la SCJN, la PGR les decían o aún significan algo; la que le puede la devastación del sistema educativo; la que le afecta cotidianamente la inseguridad y la falta de empleos; la que se sorprende ante la ineficiente y lenta campaña de vacunación anticovid; la que es perseguida por el fisco; la que se ve afectada por la falta de transparencia y rendición de cuentas por parte de las autoridades; y un largo etcétera. La que, en suma tiene mucho que perder —ganado honestamente dentro de los causes normativos después de muchos sexenios de lucha y trabajo—. Para la que sí se puede estar peor con López Obrador...

La putrefacción de Morena y el bumerán del discurso presidencial

Mención aparte merece un factor que suma a la decepción general de este sector ciudadano a poco menos de tres años de la victoria presidencial de Andrés Manuel: la corrupción, la deshonestidad y la franca putrefacción que se ha evidenciado al interior de Morena y por parte de diversos miembros de la 4T. La esperanza se ha esfumado en la misma medida que la podredumbre ha subido como espuma a la superficie.

De esta manera, alcanzar el umbral del dolor de la clase media (intelectuales, comentaristas, analistas, periodistas los más vociferantes de entre ellos) mucho tiene que ver con el nivel de descomposición al interior del partido y estructura en el poder, si bien, como ya dije, este agotamiento no será de un tamaño suficientemente significativo para lograr el cambio que la oposición partidista desearía este 6 de junio.

El desencanto ocurre mismo para ciertos grupos dentro de Morena; se escinden, hay quienes se permiten cuestionar al presidente, sus acciones, su discurso, su narrativa, lo que no había ocurrido hace unos meses. Y es que mismo en ese instituto político hay grupos con distinto umbral del dolor.

AMLO se ha entrometido enormemente en las elecciones, no es secreto, no intenta ocultarlo. Ha tenido un discurso en el que habla de honestidad y cero tolerancia al abuso, mas este choca con la realidad de Morena.

El búmeran que ha causado López Obrador contra sí mismo es fácil de entender. Mientras habla de honestidad y moral, sus correligionarios operan bajo las premisas contrarias.

El discurso de AMLO ha cobrado vida propia en medios y redes, funcionando en sentido inverso a los objetivos de Morena y de la administración federal. Sin planearlo, el presidente ha llevado la putrefacción a las ocho columnas.

Un bumerán que incrementa el efecto de su fuerza autodestructiva cuando agregamos que Morena está absorbiendo mucho impresentable; no solo emulando el estilo del viejo PRI, sino literalmente incorporando ex miembros de ese instituto y colocándolos en importantes posiciones y candidaturas de Regeneración Nacional.

Es la narrativa presidencial la que hoy opera para reducir la intención del voto en favor de Morena, una que de otra forma sería arrolladora.

Explicando el ataque a periodistas y medios

Hay que decirlo, nadie de la oposición planeó ni ha usado estratégicamente esta gradual erosión que experimenta la Cuarta Transformación. En parte porque la oposición política formal tampoco ha sabido coordinarse ni proponer un nuevo rumbo más constructivo para el país.

Sin embargo, el cuestionamiento y la desilusión de la clase media ahí está y es retomada con efectividad y de manera convencida y convincente muy particularmente por intelectuales, académicos, comunicólogos, periodistas.

Y dado que López Obrador no puede controlar esta nueva forma de cuestionamiento al poder, ha optado por atacar de forma individual a quienes se manifiestan.

Vemos, entonces, al presidente —por citar uno de cientos de ejemplos parecidos— calumniar igual a un diario como Reforma que a una activista de larga e independiente trayectoria, Xiye Bastida, con motivo de la lamentable participación de México en la cumbre de jefes de Estado sobre el cambio climático.

Entre más se entromete AMLO en el proceso electoral, entre más cerca a la prensa crítica, entre más presenta argumentos insostenibles, más crece esa oposición mediática que surge de las disonancias entre el discurso oficial y la realidad.

Ataca a ciudadanos, a personas físicas, como una forma de atajar la oposición mediática naciente que le afecta, que cuestiona la normalidad con la que los mexicanos comenzamos a ver la clara progresión autoritaria que despliega López Obrador y su régimen; una compuesta de una sucesión de eventos a los que no es posible darles seguimiento, pero que, sin embargo prospera, avanza erosionando la institución del Estado democrático. Aquella con la que a una velocidad escalofriante, la Cuatroté ha desmantelado el andamiaje institucional de México.

Morena en la intención del voto

Lo expuesto antes explica el porqué hace unos meses Morena arrasaba en prácticamente cualquier puesto a disputarse en los comicios venideros y ahora son pocas las contiendas donde no enfrente problemas y una creciente competencia.

De las quince disputas por la gubernaturas ya solo Baja California, Guerrero (suponiendo finalmente quedara Feliz Salgado Macedonio), Nayarit, Sonora (Alfonso Durazo mantiene una cómoda ventaja de alrededor de 13 puntos porcentuales sobre su más cercano competidor, Ernesto Gándara), Tlaxcala y Zacatecas están fuera de peligro para Morena y sus aliados políticos.

Todas las encuestas de intención del voto reflejan que los candidatos del partido en el poder han perdido margen de ventaja.

Aunado al comportamiento que está tomando por lo general (obviamente no se habla de su totalidad) la clase media de este país descrita antes, estamos siendo testigos de un hecho trascendental: 

Andrés Manuel “no se entiende” con Morena y el partido “no se comunica” con el presidente.

Y ante la intromisión del ‘discurso de la honestidad’ todos los días desde las mañaneras, este comienza a tener un efecto contrario a lo que deseaba Andrés Manuel para su partido.

Este efecto se ha multiplicado entre lo que se conoce como la oposición mediática. Nótese no se trata de la oposición partidista, sino una que no se encuentra estratégicamente coordinada. Que opera y crece en redes sociales de forma muchas veces inconexa, impredecible y, por lo mismo incontrolable desde y a partir del poder.

La misma que con su presión logró que un diputado con licencia por Morena, me refiero a Saúl Benjamin Huerta, tuviera que renunciar a su campaña para la reelección y luego fuera expulsado de su partido por estar envuelto en un escándalo de abuso sexual de un menor.

Pero lo que nos encontramos en las redes, en los diarios, no es un caso aislado, un puñado de eventos. Vemos asunto tras asunto que se va sumando. Todos negativos, muy variados, que terminan en el escaparate de la atención pública.

Ante ese escenario y prácticamente ningún positivo (¿salud, seguridad, combate a la corrupción y a la violencia contra las mujeres, inflación, empleos?) con el que pueda compensarlos el gobierno federal, el partido en el poder vislumbra problemas que no esperaban al iniciar el proceso electoral.

Morena ‘va a la baja’ cuando ni siquiera se pueda decir que haya agotado su primera generación en el poder. ¿Paradójico no?

Y todo porque AMLO conoce muy bien el alto umbral del dolor de la parte más numerosa de la población mexicana, mas no conocía bien —ahora nos queda claro— esto mismo de un pequeño sector de la ciudadanía que ¡vaya que es ruidoso y hace mella en la administración central!