...Y ya no habrá más diluvios que vengan para salvarnos<br>Uy qué miedo, mira cómo estoy temblando<br>Uy qué miedo, mira cómo estoy temblando...<br>

Chico Che

Se le va la vida a López Obrador en sus mañaneras. Los otros, nosotros, la vemos pasar.

Dice no tenerle temor a los empresarios, pero en el proceso denota un miedo atroz a enfrentar sin exceso de ideología, es decir, con simple lógica, neoliberal o nacionalista, los grandes problemas del país.

Y no son las empresas del sector energético lo que le preocupa, sino lo que estas dicen de él. Todo lo que mancille la impoluta idea que tiene de sí mismo y de una transformación que tendría sentido si convocara a toda la sociedad, pero que se ve inviable porque no se fundamenta en un proyecto de gobierno amplio, plural, incluyente.

No entiende que los desperfectos son únicamente reflejo de sus acciones. Si tan solo ese empeño lo dedicara a construir acuerdos, a lograr beneficios para todos.

Ciertamente no necesita del diluvio para decir que es el presidente más criticado de la historia nacional, que los “pasquines” neoliberales lo atacan y que los ideólogos de izquierda de toda la vida se han vuelto contra él. Un intelectual como Roger Bartra podrá estar en el error, no me voy a meter a discutir eso, pero habría merecido al menos un trato respetuoso, una refutación mínimamente racional, pero AMLO se fue por la descalificación fácil. Fue un debate en el que ni siquiera hubo diálogo, y que por lo mismo, no perdió el analista, sino el presidente de México, y esto no es bueno para la nación.

Hay pánico en aceptar que ha fallado en su estrategia frente al covid; todavía puede modificarla, como lo está haciendo toda Europa: ¿por qué no lo hace? Pavor al saber que las muertes por cáncer aumentan porque nadie en su gabinete ha logrado terminar con el desabasto; está bien, aceptemos la tesis oficial para no perdernos en disputas innecesarias: se trata de un desabasto que ya existía y que complica la pandemia, pero que no se ve haya sido atacado con la urgencia y la eficiencia que un problema tan grave exige. Lo cierto es que independientemente de quién tenga la culpa, las medicinas siguen sin llegar a los pacientes.

Horror ante el número de muertos por la violencia que se incrementan y no hay pacto, chanclazo o llamado de madre que calme a los delincuentes. Viene de lejos la inseguridad y se han creado nuevas instituciones; lo que sigue es operarlas con seriedad; ¿ocurrirá?

Desconfianza irracional a las energías limpias; sí, prefiere quemar al país en leña verde o negra (combustóleo y carbón), antes de aceptar que por ahí no se camina al futuro. La nueva Inquisición como muestra de una falta de comprensión.

¿Qué justifica que AMLO sea de los pocos líderes mundiales que niegan el apoyo fiscal a sus empresarios y ciudadanos? Si no se rectifica, el abandono al sector productivo terminará lastimando a toda la sociedad mexicana.

Solo el espanto a un fantasma superado en el México de las instituciones y la legalidad puede explicar que se deleguen tantas obras, acciones y cuidados en el ejército. Con el golpe para las fuerzas armadas que ha significado el arresto en Estados Unidos del general Cienfuegos, ningún líder militar se opondría a un cambio radical de rumbo: el que signifique dar marcha atrás a la militarización para volver a darle estatus civil a lo que nunca se debió entregar a los mandos castrenses.

A López Obrador todo le duele porque en el fondo sabe que ya no es funcional el recurso de a culpar a todos menos a él mismo por no poder defender al país que juró servir. Todavía puede hacerlo, llegó el momento de ajustar el proyecto porque así como estamos no avanza México a ninguna parte.

Optó por agradar a Donald Trump antes que demostrar la casta que presumió en su libro sobre el presidente anaranjado, quien además probablemente va a perder. Y prefirió AMLO someter al legislativo antes que construir una interlocución libre con senadores y diputados. Ha alentado el sindicalismo más pútrido en lugar de la asociación entre iguales. Manchan a la 4T los Pedro Haces, los Gómez Urrutia.

Decidió no honrar sus promesas, sus juramentos de un mejor México, y salió del laberinto por la puerta más conocida, el regreso a lo vetusto. No caeré en la falta de objetividad de negar que ha habido aciertos, pero lo mejor que pudo construir en estos dos años, lo fulmina con su volver al pasado.

Por supuesto que López Obrador tiene miedo a sí mismo, a verse en el espejo y saberse solo, aunque se piense acompañado. Solo, en efecto, ante el juicio de la historia que algún día enfrentará y que todavía tiene tiempo y poder para modificar. Si entendiera que ese juicio no coincidirá con el de sus incondicionales, quizá cambiaría mucho de lo que hace. 

Eso es lo que le duele y mientras más tiempo pase, le dolerá más.