Quizá los tiempos en el que se monopolizaba la libertad de expresión y el manejo de la información, así como el control de aquello que tenía que circular y lo que no, estén llegando a una etapa donde hemos anticipado el fin de la credibilidad de muchos periodistas que se atreven a lanzar sin escrúpulos una noticia falsa, sin sustento, ni mucho menos pudor y decoro por la indignación que puedan sentir las personas agraviada. (Lo han hecho con AMLO, pero siempre fracasan)

El día domingo por la noche circuló una traducción de varios periodistas que confirmaban que el empresario José Kuri Harfush había fallecido a consecuencia del coronavirus. Rápidamente se multiplicó la información; posteriormente, un comunicador lanzó un nuevo mensaje para ofrecer disculpas. A pesar de ello, muchos sabían o supieron la verdad, que la versión fue tergiversada por una supuesta fuente que confirmó el hecho.

La versión corrió a mansalva, sin embargo, se constató que gracias a dios el empresario sigue recibiendo atención médica. No es para menos, la situación que vive nuestro país llegó a un punto donde debemos tomar las precauciones adecuadas, sin caer en las provocaciones que quieren sembrar y descalificar la supuesta negligencia del gobierno federal. Pero, la desesperación y la ansiedad por manipular de forma irracional, me hizo recordar al controvertido periodista favorito de aquel sistema conservador del PRI Carlos Denegri: un líder influyente de la comunicación de los años 50s, capaz de dar un giro controversial a través de una narrativa que muchas veces era, maniobrada con el propósito de desvirtuar los acontecimientos que causaban resonancia en la sociedad. (Y vaya que lo hizo)

Pero el vilipendio más grave fue haber querido inducir la inaceptable concepción que a gritos pide el contrapeso, al calificar acciones que lastiman a través del producto mediático. Lo usan a diestra y siniestra para influir en los grandes acontecimientos a fin de provocar encono y polarizar.

Para aquellos que promovieron y quisieron acaparar la noticia, rápidamente sufrieron el desprecio por la calumnia, cuando miles de mensajes a través de las redes sociales, hicieron eco a desmentir esa narrativa envenenada con una inclinación política. Esta vez, su sagacidad fue desnudada por el poderío que ha adquirido las plataformas digitales; pero, sobre todo, por los periodistas responsables cuya ética ha sido intachable.

La aseveración fue muy grave, hay que ser más responsables para no invadir el mal uso de la información, sobre todo cuando dañamos la sensibilidad de otras personas que están atravesando un momento complejo.