¿Cómo interpretar, leer o desagregar los procesos implicados en las transformaciones sociales? ¿Cómo diseminar, analizar, sintetizar o agrupar los hechos relacionados con fenómenos en los cuales se producen rupturas sociales? ¿Cuáles son las transformaciones ideológicas, culturales y políticas que transcurren, o no, en el seno mismo de las llamadas “transformaciones sociales”? Me refiero a las transformaciones sociales que irrumpen los espacios de dominación; las relaciones hegemónicas; aquellas transformaciones que hacen estallar las bases de la legitimidad y la estabilidad del poder público de un contexto histórico singular. Son algunas de las preguntas que me genera el más reciente texto publicado por Óscar Wingartz Plata (1) y que nos reúne en esta ocasión.
Justo hace un año, en febrero de 2018, nos reunimos en ocasión de su anterior libro (2). Ahí me permití expresar lo siguiente en relación con el tema de la utopía: Interpretar los hechos sociales, históricos, no sólo a partir de sus causas, sino por sus procesos de mutación, por sus desenlaces contradictorios, por sus tensiones internas y externas es una tarea que va más allá del análisis simplista, más allá del modelo lineal, consistente en la sucesión de hechos o en la narrativa de anécdotas sueltas, desconectadas. La tarea de mirar de manera completa, razonada y exhaustiva, es decir, fenomenológica, los acontecimientos sobre la historia de una sociedad, con sus fracturas, crisis y complejidades, no deja de ser una labor ardua para los historiadores, sociólogos, filósofos y escritores de novela de este género.
Hoy, pienso que el libro de Wingartz que hoy comentamos, lo percibo como una pieza para armar el rompecabezas que está implicado en el conjunto de su obra filosófica, histórica y epistemológica. ¿Cuáles son las líneas de continuidad en esos planos del pensamiento del autor? ¿En dónde están los cortes o las rupturas en su propio discurso acerca de las “transformaciones sociales”? ¿Se refiere a transformaciones graduales o a transformaciones radicales?
A través de ese modo de “observar” la realidad social, la “cosa” social, la vieja idea de que la “historia juzga a los hombres y a las mujeres”, se vuelve insostenible. Esa versión caricaturizada de las ciencias históricas se pierde en el olvido porque tales disciplinas académicas, no son un conjunto de ideas ajenas a los seres humanos, y porque es imposible “hacer historia” como si se tratara de una narración neutral, aséptica, única, sino que es un ejercicio de comprensión, de construcción y reconstrucción, de interpretación de hechos con una posición ideológica; ejercicio dotado de rigor indagatorio.
Wingartz es uno de esos seres inquietos y creativos que ha dedicado parte de su vida, como filósofo de las ideas en América Latina; al estudio de los movimientos de liberación en Nicaragua, y particularmente, al análisis exhaustivo de los procesos revolucionarios en esta parte del continente. Con su libro “Dialéctica de la Transformación Social...”, Wingartz me recuerda, una vez más, que la actividad histórica y filosófica, basada en el acopio de documentos y evidencias, así como en la reflexión crítica, precisa de trabajar la contrastación, el análisis de lo macro, lo meso y lo micro social; ir y venir del contexto internacional al escenario local; requiere de identificar las tensiones sociales, implícitas y manifiestas en torno al poder político; de sacar a la luz o hallar lo tangible y lo intangible. O como diría Giovanni Sartori, para el caso de los problemas de la política, que se traducen en campos específicos de conflicto y, en consecuencia, de tensión-distensión, en los cuales las adhesiones de las distintas fuerzas se relacionan de manera dinámica "merced a un variado y cambiable juego de "pesos" y "contrapesos", de presiones y contrapresiones..." (3).
A través de la tarea “de historiar” se estudian los cambios, las transformaciones sociales; los auges y quebrantos económicos; las luchas de poder y por el poder… Los procesos que permanecen y los que se resisten; los que se transforman y sufren mutaciones; también, se revisan las huellas que dejan tales hechos en los lenguajes, en las ideas, en las acciones y en las costumbres, en la cultura de una sociedad, es decir, en los significados sustantivos y adjetivos de una complejidad humana y colectiva; las marcas que quedan en las rutinas y en los códigos humanos. “Historiar”, en otras palabras, es una actividad, que demanda flexibilidad de paradigmas y cambios de esquemas interpretativos, sin negar la carga ideológica; se trata de “mover el tapete” como decimos de manera informal e irreverente en la jerga universitaria; en fin, es un ejercicio racional que requiere de rigor y de máxima plasticidad de ideas; pero de concertaciones mínimas con el tiempo y el espacio; y de verdaderos ejercicios de negociación intelectual no con las posiciones políticas, sino entre lo real o factible y lo posible. Entre lo que fue y lo que es. Entre lo que decimos que sucedió y lo que realmente ocurrió. Entre los hechos y las utopías. Es el espacio de lucha por la “verdad” histórica.
A veces los historiadores y filósofos, se sumergen en la laguna de las especulaciones, -tanto en la superficie como en las profundidades-, y lo hacen no porque exista una grieta metodológica o de procedimiento, sino porque simplemente no existen evidencias o elementos documentales sobre determinados procesos o rutas socio históricas; o porque no hay registros que den cuenta de los hechos asociados, y por el simple detalle de que hacen falta puentes que conecten a unos procesos sociales con otros.
Si se toma al objeto de estudio de la historiografía como “la comprensión de las transformaciones sociales”, entonces hay que ir a los movimientos, a los focos de resistencia, a los actos sociales que marcan la transición… Ir ahí donde se localizan las causas y sus efectos en un ir y venir entre la cosa estudiada y la interpretación de los “hechos”, de los “datos”; acudir al encuentro de las manifestaciones humanas, más allá de la toma de las calles, los grafiteos o los vidrios rotos; a los procesos que marcan rupturas o quiebres; asistir y participar en el análisis del perfil de los actores que provocaron en la sociedad una nueva vertiente o un nuevo camino histórico, con otros lenguajes y otras formas de ejercer la palabra y la participación social.
También la profesión del historiador, como la del filósofo, colocado en el terreno del libre pensamiento, consiste en ejercitar el músculo de la crítica, la reflexión y la controversia, como es el caso de Óscar Wingartz, cosa que realiza con suficiente soberanía en las obras sobre las que hoy conversamos, y que ha sostenido a lo largo de su historia como profesor, escritor y ensayista. No podría imaginar una sola versión o interpretación de los hechos o los procesos sociales por parte de Óscar, elevados a la jerarquía de “históricos”, a partir de una mera descripción acrítica y anacrónica de los acontecimientos del pasado, del presente o del futuro.
En su obra, como conjunto unificado, el autor oscila entre el compromiso social por entender las contradicciones que se han dado durante los procesos de liberación nacionales centroamericanos, e incluso en México, y el desencanto de la utopía revolucionaria (de ahí la idea de una “historia paradójica”). Recorre, sin embargo y con rigor, las crisis y los vaivenes de los momentos de transformación social en que devino, por ejemplo, la revolución popular sandinista o la revolución mexicana, y los conflictos que propiciaron determinados hechos y procesos en el pasado, y en el presente. Sobre todo, sin perder de vista las formaciones sociales emergentes ni la reconstrucción de las identidades nacional, latinoamericana y global.
Parafraseando a John F. Macías, quien se pregunta: “¿Cuál es el papel que asumen en las revoluciones los actores políticos y los sujetos sociales?”, encontramos la siguiente aproximación: Si bien algunos proponen que “las condicionantes son de carácter estructural, otros proponen que dichas condicionantes devienen del actor, el caso de la revolución nicaragüense exhibe la necesidad de realizar una combinación de esas dos perspectivas…” (4)
Por ello cabe preguntar: ¿Cuál es el papel que juega, en esta mirada, la presentación de perfiles o rasgos psicológicos de los personajes más sobresalientes de la historia? ¿Cómo concebir los liderazgos, las afiliaciones, la personalidad, la generación y actuación de grupos de interés o de presión, etc., en el desarrollo de los procesos históricos locales? ¿Cómo se podrían interpretar los procesos revolucionarios de un país tan cercano con México, como lo son Nicaragua, Honduras o El Salvador con nuestros procesos sociales de ruptura y cambio? ¿Hasta qué punto la revolución mexicana de 1910-1917 se interrumpió, o perdió su esencia popular, de reivindicaciones campesinas, que luchaba por darle un lugar digno a los olvidados, como señalara Adolfo Gilly? ¿De qué manera la revolución mexicana de Madero, Villa y Zapata se “institucionalizó” y extravió en algún punto su sentido movilizador, “desde abajo”? Son algunas de las interrogantes que me sugiere, al acercarla a nuestra realidad, la lectura del libro de Wingartz Plata.
Dos preguntas
Para finalizar esta participación, hago las siguientes preguntas a propósito de este nuevo libro: ¿Qué puntos de encuentro y de discrepancia o abierta contradicción encuentra el autor entre la fenomenología interpretativa y la dialéctica materialista e histórica de Marx? ¿Qué opinión merece la visión de AMLO en el sentido de que los análisis históricos y económicos del siglo XIX de Marx y otros, no consideraron el fenómeno de la corrupción del Estado-nación y de los gobiernos en los procesos de transformación sociales?
Cabe resaltar que las reflexiones de Wingartz en esta entrega abarcan, en forma de ensayos, todos ellos de lectura indispensable, títulos como los siguientes: A.L. en el bicentenario de su revolución continental; entre la incertidumbre y la esperanza; ¿cómo hablar de Marx en el neoliberalismo?; el centenario de la Revolución Mexicana y sus ideas; El Salvador: el largo camino de la reconciliación; Honduras: ir a contracorriente; sobre la Globalización; pensar críticamente nuestra América; reflexionando la revolución en perspectiva histórica; Socialismo y Latinoamérica en el siglo XXI; y Utopía y revolución ¿una necesidad de nuestro tiempo?
Fuentes consultadas:
(1) Óscar Wingartz P. (2019) “Dialéctica de la Transformación Social en América Latina”. Universidad Autónoma de Querétaro. México.
(2) Óscar Wingartz P. “Nicaragua, sociedad y revolución” (Una historia paradójica), edición preparada por la Universidad Autónoma de Querétaro (2016)
(3) Sartori, G. (2002) La Política. Lógica y método en las ciencias sociales. F.C.E. (p. 162-163)
(4) Macías Prada, John F. (2012) Notas sobre la revolución sandinista de Nicaragua. A propósito de las revoluciones sociales en América Latina.
Oscar Wingartz Plata es doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM con la tesis doctoral “Nicaragua, una historia tormentosa” (relaciones Iglesia-Estado 1985-2000), asesorada por Rodrigo Paéz Montalbán. Es Profesor de la Facultad de Filosofía de la UAQ, e Investigador visitante del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM; centra sus estudios en los proyectos sobre “Filosofía Latinoamericana e Historia de las Ideas”, “Historia de América Latina” e “Ideología y Revolución en América Latina”.
*Texto leído (o por leer) la tarde del 4 de septiembre de 2019, durante la presentación del libro mencionado en la primera fuente consultada, que tendrá lugar en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro.
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