José Emilio Pacheco, el enorme lector y el menor poeta, cantó a la bella “traición” a la patria. Retomo su ritmo y su pertinente irreverencia.

No amo mi Tri.

Su fulgor verde

es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría el aplauso

por diez gambetas suyas,

cierto portero,

trazos, bosque en equipo,

fortalezas,

un estadio deshecho,

ruso, memorable,

varios Hugos y Rafas

de su historia,

gol como hazaña

–y tres o treinta escorts.

En la página 200 de la reimpresión de 2012 de El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano (grupo editorial siglo XXI), releo:

“En 1987, el arquero de la selección alemana, Harald ToniSchumacher, publicó un libro donde decía:

“–Aquí sobran drogas y faltan mujeres –refiriéndose al fútbol alemán y, por extensión, a todo el fútbol profesional.”

No es el caso. A nuestros seleccionados les sobran mujeres y no sé si requieran drogas. Tarde o temprano, convocando de nuevo a Pacheco, el futbol y la política merecen analogías pero no realidades. La Selección no cambia la elección. Quien crea que sumarse a las ventajas o dejar las desventajas del Tri cae en error. La Selección representa, pero no presenta. Producto de la política, el futbol desprecia la política, al menos desde el punto de vista del fanático en un estadio o desde las palmas del zombie en televisión.

Es simple: la expectativa positiva (errónea) sobre el Tri no sacude la intención del voto en julio. La élite derechista que asiste a Rusia no equivale a la mayoritaria ciudadanía de televisores, tabletas, compus y cels en México. Rusia no salvará al PRI y el Tri no se salvará a sí mismo. Enrique Peña Nieto y su sexenio no se reivindican con un gol de Hirving Lozano. ¿Influye el Mundial en la intención de voto? Aún no.