En fechas recientes salió la clasificación de las mejores universidades a nivel mundial. Las mexicanas, hay que lamentarlo, no aparecen en las posiciones líderes. Las mejores de nuestro país (la UNAM, el Tecnológico de Monterrey y la UAM) están entre los lugares 600-800 de la lista de Times Higher Education. Dicha clasificación ha puesto la lupa sobre nuestras instituciones de educación superior. Tanto las públicas como en las privadas.

Exámenes sí

Si bien el presidente López Obrador a pregunta expresa de Alberto Rodríguez, reportero de SDP Noticias, dijo que “él tenía otros datos” (y en este caso sí hay otros clasificaciones), el hecho de que en otras listas las universidades mexicanas se ubican mejor, también están en posiciones no muy altas.

Más aún, no debemos ser optimistas si AMLO propuso que ya no se realicen exámenes de admisión a los jóvenes que deseen ingresar a ellas. Ojalá NO se le haga caso: ello perjudicaría todavía más la calidad educativa. Se requiere que ingresen a las universidades solo los más aptos para la ciencia y la tecnología, tal como ocurre en cualquier lugar del mundo.

Eliminar los exámenes no es sinónimo de eliminar las barreras de entrada a una mejor educación. Eso solo se logra brindando un mejor nivel de educación en los niveles básicos, para que los alumnos puedan competir en igualdad de circunstancias con otros jóvenes para el ingreso a la educación de nivel superior.

Cambios

En las universidades privadas se han dado cambios recientemente en sus administraciones, y se vislumbran otros por venir. Ya han sido analizados en diversos medios desde hace un par de días, por lo que simplemente quisiera ampliar el comentario que ya se ha hecho: parte de los cambios cruzan por un relevo en la presidencia del Tec de Monterrey. Esta universidad no tiene rectores, es decir, sí tiene, pero en niveles inferiores al “presidente” (presidente ejecutivo: también hay presidente menos “ejecutivo”, el  del consejo), y tales rectores están apenas un poco arriba en la estructura de los “decanos”.

La teoría que se baraja es que el cambio en el Tecnológico no puede ser por esos rankings, pues el Tec es la universidad privada que mejor clasifica en los mismos. La única razón de que se vaya Salvador Alva, entonces, tiene que ser un serio error político, como se ha dicho en un reciente artículo.

Aunque cabe una interrogante: si es por razones políticas (formas que no fondo), por qué, entonces, cambiar al presidente del Tec y no a quien hizo esas “olas” políticas. El del error de poner al Tecnológico de Monterrey a preparar candidatos de la derecha empresarial que pretende oponerse a AMLO fue un ex funcionario de Felipe Calderón, hoy maestro y directivo de esa institución, Alejandro Poiré, decano de su Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno. Pero, conste, esto solo es pregunta.

Una teoría que no se contempla y que también podría ser importante para explicar los cambios que se vienen en el Tec de Monterrey es que la competencia se pondrá fuerte en el futuro. Me explico. En un ranking interesante sobre universidades privadas (otros datos, AMLO dixit)  hay dos instituciones regias relevantes.

El Tec de Monterrey lidera la lista, seguido por la Iberoamericana, el ITAM, la UDLA-P, la Anahuac y en el 6° lugar la Universidad de Monterrey.

Pues bien, la Universidad de Monterrey acaba de cambiar a su rector. El máximo directivo ahora es Mario Páez, financiero de primera —forjado en la cultura del esfuerzo, no del privilegio— ya retirado de Grupo Alfa. El señor Páez ha iniciado su trabajo con un único objetivo: mejorar a su institución. Recordemos que la UDEM tiene, por ejemplo, una magnífica escuela de medicina, reconocida a nivel internacional. La diferencia con el Tec es el número de campus y la propaganda. Nueces hay en las dos instituciones, pero el Tecnológico las rompe con más ruido. Como Mario Páez es un ejecutivo que sabe fijar metas y alcanzarlas, no sería raro que dentro de poco veamos acortar la distancia en la clasificación entre el Tec y la Universidad de Monterrey. Eso espanta a José Antonio El Diablo Fernández, presidente del consejo del Tecnológico.

Este tipo de competencia es la que requerimos en todas las universidades. Basada en el conocimiento impartido, en los maestros contratados y en que los profesionales que de ellas egresan, sean tan codiciados que logran obtener pronto trabajo. 

Tanto el Tec de Monterrey, como la UDEM tienen esa mística (que en realidad es práctica): sus egresados deben ser demandados por el mercado y además, se busca que sean bien remunerados.

El nuevo rector, formado y forjado en las empresas de Grupo Alfa, así lo sabe: los alumnos deben salir listos para enfrentar un mercado que no solo se basa en la teoría. Requiere conocer las prácticas más modernas y estratégicas para salir, sobresalir y crecer en un mercado cada día más competitivo. Sea cual sea la materia: todas las ingenierías, medicina y otras áreas, las administrativas o humanistas. Tan claro lo tiene Mario Páez que siendo Monterrey hoy uno de los destinos médicos más importantes de México (tienen alto turismo médico internacional por la calidad y sus precios), y siendo la UDEM uno de los principales proveedores de doctores al sector salud, reforzarán esta carrera.

Salazar contra Páez

Quienes dicen que la mejor opción para encabezar al Tec de Monterrey es Carlos Salazar, ex ejecutivo de Femsa y actual presidente del CCE, tienen razón. Solo alguien como Salazar puede hacer frente a Páez, de la UDEM. Ojalá El Diablo Fernández lo entienda. Sería una gran salida para don Carlos, que de esa manera se evitaría el desastre de que su amigo AMLO lo lleve al gabinete. Desastre, sí, porque la víbora de la política envenena para toda la vida y a los hombres buenos los mata.

Tolerancia

El ser competitivas, no debe limitar que las universidades (como su nombre lo indica, lugar donde todo puede enseñarse y ver todas las ideologías) se vuelvan lugares restrictivos o donde no se enseñen ciertas teorías porque no comulgan con ciertos sectores. Porque dejan de ser esos centros de conocimiento y se convierten en satélites políticos.

Eso es cierto hoy para el Tec de Monterrey con su escuela de gobierno (con Poiré) como para la UNAM (vergüenza que hayan impedido un diplomado con Ricardo Anaya).

En lo particular, no me interesaría tomar clases con Anaya, pero eso no quita que, dentro del pensamiento universal, se le debería dejar abierta la puerta de la máxima casa de estudios de nuestro país. Ya si nadie quiere entrar a su clase, sería muy claro el mensaje, pero el tomar las instalaciones, habla de intolerancia, donde la tolerancia y el conocimiento universal debe de reinar.

Aprendamos

Más allá de las pugnas intra y externas que pasan las universidades, es momento de que aprendamos de quienes llevan la batuta en la enseñanza en nuestro país. Ayudar a que los estudiantes tengan verdaderas oportunidades al egresar de las mismas. Lo demás, es intranscendente en la construcción de un mejor país.