Luis Martín es un director de teatro con una sensibilidad progresista. Esta condición emocional no sería de entrada una virtud artística, a menos que venga acompañada por altas destrezas técnicas e instinto infalible para montar una obra. Luis Martín confirma en sí mismo este cúmulo de cualidades que le reconocemos desde hace décadas, en una propuesta teatral de suyo arriesgada: Ultimas noticias del frente o dos días en la plaza, de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz-Monasterio (LEGOM). No es coincidencia este montaje en el Aula Magna de Colegio Civil de la ciudad de Monterrey, a pocos meses del 50 aniversario de la Matanza de la Tlatelolco. 

El teatro de LEGOM es un albur: su sarcasmo es tan punzante que provoca el repudio de las buenas conciencias o nos hace enfrentarnos cara a cara con nuestras propias mezquindades. Nadie sale indemne en las tablas ni en las butacas; ni entre los personajes ni entre el público. El sarcasmo de LEGOM, expuesto magistralmente por Luis Martín, es un Ángel Exterminador que tarde o temprano tocará la puerta de nuestra propia casa. ¿Lo rehuimos o lo encaramos? Luis Martín nos exhorta a lo segundo. 

Ahora, en esta obra teatral, le toca el turno de tragar sapos a la izquierda. O más bien, a ciertos militantes del Partido Comunista Mexicano y sus derivaciones, que tomaban la calle, encabezaban marchas y asumían el asalto a la plaza pública como modus vivendi. Estos gestos, aún el último, estaba bien, con todo y que la jerga del materialismo histórico, del estalinismo mental que se imponía incluso en sus vidas íntimas, asfixiara las relaciones con sus hijos, su esposa, sus hermanos. Para ellos, la ideología comunista era levantar una tienda de campaña como refugio (cantaba Leonard Cohen), aunque todos los hilos de la urdimbre estuvieran rotos.

El protagonista de Últimas noticias sufre una embolia, y acaso es la vida misma la que se le derrama en su cerebro, imposibilitada para seguir presa en los cartabones ideológicos. Sin embargo, Luis Martín acentúa esa sensibilidad progresista, que él comparte y que finalmente aflora en los hombres y mujeres de izquierda, a pesar de tantas rigideces estalinistas y traiciones a principios que en realidad son simples prejuicios que además ya a nadie importan. 

Lo que debe perdurar en México, sugiere LEGOM, expone Luis Martín, es la empatía con el prójimo y el rechazo al sistema represivo que secuestró a México desde hace muchas décadas. En suma, se trata de promover la sensibilidad social como la mejor forma de moral pública. Algunos comunistas trasnochados creen que por fin, tras las recientes elecciones presidenciales, que ganó AMLO, el determinismo histórico los ha puesto en la antesala del poder en México. Se equivocan. La oportunidad no la tiene la ortodoxia de izquierda sino la sensibilidad progresista; esa que refleja el hijo del comunista al solidarizarse no con una camarada, sino con una pobre muchacha reprimida y secuestrada por las fuerzas antimotines. LEGOM y Luis Martín se plantean la posición social correcta para los tiempos que se avecinan, como fórmula para regenerar paso a paso una sociedad tan dañada como la mexicana y recuperar nuestro camino a casa.

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