Recientemente supimos que el actor y comediante Héctor Suárez, padece cáncer de vejiga, enfermedad que esperamos libre pronto (Jorge Ortiz de Pinedo la superó). Una cosa es segura: mientras esté vivito y coleando, Héctor seguirá ofreciéndonos sus creaciones, pues desde que inició su carrera en los años sesenta, hasta su sardónico canal de Internet, no conoce la palabra descanso.

Lo recuerdo sobre todo como el calenturiento y agresivo capitán de la sensacional película “Mecánica Nacional” (Luis Alcoriza, 1971); el borrachito que hablaba con un Gulliver imaginario, fuera de cuadro (“La cosquilla”, de Raúl Astor, 1970) y los personajes de su programa de televisión “¿Qué nos pasa?” (1985-87) con guion del maestro Carlos Enrique Taboada.

Héctor Suárez no es mi amigo, pero hemos estado a punto de trabajar juntos un par de veces. La primera cuando Héctor hizo el casting para hacer el protagónico del largometraje “Un Mundo Raro” (película que coescribí con Armando Casas, quien la dirigió en el año 2001), un comediante de televisión (que en su época, se creyó estaba inspirado en Paco Stanley), personaje que terminó interpretando Emilio Guerrero. Cuando Héctor leyó el guion, comentó: “Tus ñeros están padrísimos, pero ¿por qué quieren contar esto? ¿Para qué hablar de la decadencia moral dentro de la televisión, cuando hay historias más positivas dignas de contarse?”, (curiosamente, Chucho Salinas comentó algo parecido).

La segunda en 2017, cuando escribí un guion para mi amigo Alfonso Arau, junto con Silvia Colín (del que no puedo hablar mucho, por si algún día se llegara a filmar, aunque su gracia radicaba en la expectación por las elecciones presidenciales en México, que ya pasaron).

Aquella vez fuimos a verlo al Teatro Telón de Asfalto, donde, junto a su hijo Héctor Suárez Gomiz (pionero del stand up en México), presentaron un show de stand up: “Los Locos Suárez”. La idea era que, sin que Héctor lo supiera, lo observáramos para trabajar su personaje.

El 1991 trabajé en una “film comision” de Tlaxcala. Llevé a muchas personas a ver locaciones al Estado. A Carlos Carrera le gustó una tiendita para “La mujer de Benjamín”, el problema era que estaba en Atlihuetzia, donde la población odia las filmaciones, por culpa de Roberto G. Rivera, director de “El Mil Usos” (personaje que en 1981 hiciera popular Héctor Suárez). La cuestión era que Roberto G. Rivera no le pagó a los pobladores que salieron de extras, no limpió su tiradero ni dejó como estaba todo lo que cambió).

Para mostrarnos su descontento con las filmaciones, el presidente municipal de Atlihuetzia nos llevó al cementerio y nos mostró “la tumba del Mil Usos”. La historia es que cuando filmaron “El Mil Usos 2”, nadie quiso apoyar al equipo de rodaje, salvo una persona que les ayudó a cavar una tumba; cuando terminó la filmación, el equipo se fue sin tapar el hoyo, y cuando la persona que cavó la fosa murió pocos años después, lo enterraron allí mismo, y le llamaron “la tumba del Mil Usos”, para simbolizar lo que le pasa a quienes ayudan a las filmaciones.

Héctor Suárez aún está muy lejos de caer en la fosa (si sobrevivió a quienes lo amenazaron de muerte por burlarse de Peña Nieto, puede sobrevivir a lo que sea).

Estoy seguro que después del comprensible reposo por su recuperación, pronto lo veremos haciendo de las suyas (con suerte, con un guion de su servidor).