“La tarea de conocernos y conocer nuestro comportamiento exige ser conscientes de que vale tanto lo percibido en un abrir y cerrar de ojos como en meses de análisis racional”.

. Blink, Malcolm Gladwell

Mentir con la verdad

Si algo he aprendido de esta administración federal que nos gobierna es que mucho de lo que parecía imposible y se dibujaba absurdo, ha terminado sucediendo. Por lo mismo, que la 4T pretenda hacer del doctor John Ackerman rector de la Máxima Casa de Estudios, por terrible que sea, no es algo que debamos desechar a la ligera y, por supuesto, dejar de comentar.

Habiendo dicho lo anterior, también he llegado a comprobar que el presidente López Obrador mantiene la suficiente popularidad para anunciar anticipadamente lo que desea hacer y hacerlo. Al igual que lo acostumbraba el ex mandatario Peña Nieto, AMLO “miente” diciendo la verdad. Revela sus intenciones tiempo antes de llevarlas a cabo y no ceja hasta conseguir lo que se ha propuesto. Muchos analistas, empresarios, científicos, artistas, etcétera, electores todos, han cometido la equivocación de pensar que no implementaría lo que él había planteado; que cambiaría de opinión o que cuando menos se moderaría.

Nada hay de eso. Como el libro que cité en el epígrafe, la primera impresión de la gente es en lo que debe uno confiar; lo que dice y hace López Obrador con insistencia y de forma repetida es lo que es y lo que lo seguirá definiendo.

 

Comandante Borolas y los insultos

Por lo anterior, hace un par de días que el ejecutivo federal dijo que ya no culparía a administraciones pasadas del desempeño político-social-económico de su gestión y que no insultaría ni se referiría con epítetos peyorativos a sus contrincantes ni a ninguna persona en específico, sabía que no lo cumpliría. No pasaron ni 24 horas y comparó (ya no sé en detrimento quién de quién) a Felipe Calderón Hinojosa con el personaje del Comandante Borolas interpretado por el gran comediante Joaquín García Vargas. Para mí es una verdadera tristeza que nuestro presidente se comporte así y diga esas cosas, pero, repito, AMLO es lo que es. Además me estoy desviando del tema...

Lo que es importante es hacer notar que el presidente López Obrador no ha dado señales de querer imponer al esposo de la secretaria de la Función Pública federal a la cabeza de la rectoría de la UNAM. Al menos no por ahora.

 

La UNAM no es el FCE, ni su Ley Orgánica se trata de la Ley Taibo

Habrá aquellos que dirán que para que el doctor Ackerman contienda por la rectoría, primero habría que modificar la normatividad de la propia UNAM en el Congreso (entre los requisitos para ocupar este puesto están el ser mexicano de nacimiento; mayor de 35 años y menor de 70; poseer un grado universitario y de doctorado; así como el haber prestado servicios docentes o de investigación en la UNAM.).

Otros sostendrán que eso no sería problema, como no lo fue —entre otros asuntos— en el caso de Paco Ignacio Taibo II para dirigir el Fondo de Cultura Económica, en razón de que Morena detenta mayoría legislativa. Ambos tendrán algo de razón.

Pero retomemos las lecciones plasmadas anteriormente y detectemos las evidentes diferencias, al menos frente a este ejemplo:

En el caso del FCE, López Obrador se pronunció tiempo antes al respecto de querer a Taibo como director. El propio Paco Ignacio Taibo dijo que estaba interesado en dirigir a la casa editorial. La legislación se reformó con el propósito de permitir que así fuera y, de hecho, desde antes de que esto ocurriera, el presidente AMLO lo designó encargado de despacho ante el azoro de no pocos. El presidente “mintió” con la verdad.

De cara a la elección —o renovación— de la rectoría de la UNAM (el rector de la UNAM puede reelegirse solamente una vez. Enrique Graue, quien actualmente ocupa el cargo, fue elegido en noviembre de 2015) que se verifricará este mes de noviembre, el primer mandatario no se ha pronunciado en favor de algún candidato. De fondo —o solo como forma—, el hecho es que no ha externado su predilección por algún contendiente ni se ha opuesto abiertamente a que el doctor Graue busque su reelección por cuatro años más.

Lo que es más, el mismo investigador John Ackerman desmintió este viernes los rumores que señalan que buscará la rectoría y respaldó la reelección de Enrique Graue. El círculo cercano a AMLO es disciplinado —igual que en los mejores momentos del PRI— e informado, por lo que sin duda ya le habrá llegado la indicación de no comer ansias; “ya será para la otra”, le habrán comunicado.

 

La Junta de Gobierno en el 2023

Claro que AMLO se ha referido recientemente a su alma mater. Con respecto a su autonomía, a la educación superior obligatoria y universal para los mexicanos, a su compromiso social (o falta de este); por supuesto tiene planes dentro del marco de la Cuarta Transformación para esa casa de estudios. Y en cuatro años más, la 4T y López Obrador seguirán a la cabeza del ejecutivo federal.

Por ello, considero que la reforma a la legislación de la UNAM se dará tarde que temprano, pero ciertamente después de este próximo proceso interno de noviembre próximo. La modificación de sus estatutos no será, así, con obvia dedicatoria, ¿y porqué habría de serlo? Tan insensato es mantener limitantes legales obsoletas como cambiarlas específicamente para impulsar a alguien en particular.

Y será responsabilidad de los 15 destacados académicos que conformen la Junta de Gobierno en el 2023 (encargada de elegir al rector de la universidad cada cuatro años), seleccionar sabiamente y sin poner en riesgo lo que deben ser los intereses últimos de la UNAM: su universalidad, su autonomía, su calidad educativa, su innovación y su libertad de pensamiento. Nada más importante que fortalecer lo anterior en un ambiente que fomente la investigación y la ciencia y que lo separe de la influencia de la ideología y adoctrinamientos del gobierno federal en turno o de cualquier otro grupo político.