El presidente López Obrador abordó ayer en su mañanera el tema de la conmemoración de los 200 años de la consumación de la Independencia de México. Ciertamente, el país no está para fiestas. Sin embargo, son noticias alegres en medio de un pesimismo generalizado derivado de la crisis sanitaria y económica. Al respecto, el director general del IMSS, Zoé Robledo, anunció que el bicentenario será celebrado el próximo año en doce eventos a lo largo del país.
Las fiestas del bicentenario evocarán recuerdos de la Guerra de Independencia que quizá puedan no resultar tan agradables para el presidente, y poco pertinentes para su narrativa política. Por un lado, el origen del Ejército Trigarante – o de las Tres Garantías – compuesto principalmente por las élites criollas del ejército realista que combatieron a Hidalgo y a Morelos, y por el otro, el recuerdo del libertador Agustín de Iturbide, personaje intencionalmente olvidado por la historiografía liberal mexicana del siglo XIX.
En este contexto, el presidente López Obrador reiteró su deseo de que la “corona española” y la Iglesia Católica ofrezcan una disculpa histórica por las atrocidades cometidas contra los pueblos originarios tras la caída de Tenochtitlán en 1521. Trátese de un nuevo distractor del presidente frente al vendaval de crisis que azotan su gobierno, o de una estrategia para galvanizar el sentimiento antigachupín del pueblo mexicano, resulta desafortunada la vivificación de heridas del pasado que poco abonan a la reconstrucción del tejido social en nuestro país.
Las celebraciones del próximo año brindarán reflectores al presidente (sí, más) y le colocarán al lado del presidente Álvaro Obregón, pues fue este sonorense quien encabezó en 1921 la Comisión Organizadora del Centenario de la Consumación, la cual estuvo integrada por personajes destacados de la vida política mexicana, tales como Emiliano López-Figueroa, Martín Luis Guzmán y Alberto J. Pani.
La conmemoración de las fiestas del bicentenario deberá promover la fraternidad nacional, el sentimiento de pertinencia y la búsqueda de la sanación de las heridas del pasado que aún lastiman a los grupos originarios. Sin embargo, en aras de la reconciliación, López Obrador deberá promover la integración de los dos Méxicos que hoy día parecen distanciados: aquel heredero de los pueblos indígenas, y el de los criollos que hicieron posible la consumación de la independencia de México. El año 2021 será un buen momento para hacerlo.